Turquía: el gobierno se apropia de Zaman, por Esther Shabot

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en una ceremonia oficial en el Complejo Presidencial en Ankara, el 24 de diciembre de 2015. (AFP / ADEM ALTAN)

La justificación del régimen de Erdogan para confiscar el diario, fue que la medida fue ordenada por una corte independiente a fin de neutralizar una estructura de poder que operaba desde ahí y era paralela al Estado.

No hay noticiero internacional que en estos días no tenga a Turquía como uno de sus temas centrales. Se destaca su papel en la guerra civil siria y en el combate al Estado Islámico, aunque sobre todo la crisis de los refugiados ha puesto a Turquía en el ojo del huracán en la medida en que es desde allí de donde parte la inmensa oleada de quienes buscan asilo en el continente europeo luego de arribar en primera instancia a Grecia. El manejo de los casi 2.5 millones de refugiados asilados en suelo turco, las negociaciones con la Unión Europa para regular y limitar el flujo de quienes se embarcan hacia Grecia, las prerrogativas y los dineros ofrecidos al régimen de Erdogan para una colaboración eficiente en esta crisis, son así algunos de los asuntos que, justificadamente, captan la atención internacional. Pero existen también en la política interna turca signos claros de una inestabilidad creciente en la que día con día alcanzan nuevas cotas la violencia, la represión y la erosión de la democracia. Especialmente sonado ha sido en este sentido la toma del periódico Zaman por instancias gubernamentales hace poco más de una semana.

La justificación del régimen de Erdogan para confiscar Zaman, fue que la medida fue ordenada por una corte independiente a fin de neutralizar una estructura de poder que operaba desde ese diario y era paralela al Estado, amenazaba a la seguridad nacional y era culpable de lavado de dinero, todo ello bajo el liderazgo de un Fetullah Gulen, un ideólogo islamista que ha vivido en Estados Unidos desde hace años y que paradójicamente, fue por casi una década un aliado de Erdogan en su ascendente carrera política. Y efectivamente, hay señales claras de que se ha dado una ruptura radical en el seno de la estructura islamista-conservadora del país. Pero además, no cabe duda que lo que Zaman publicaba se había vuelto tremendamente incómodo para el régimen, el cual se ha destacado por coartar sistemáticamente la libertad de expresión y perseguir y encarcelar comunicadores críticos.

Encuentro en las páginas del último día en que Zaman operó como independiente, varios artículos incisivos que arremeten contra esferas gubernamentales. Como ejemplo, cito aquí uno de ellos, titulado “Turquía construye grandes prisiones para arrestos masivos”. El núcleo de lo ahí tratado se refiere a las cifras que muestran el aumento en proyectos de construcción y ampliación de prisiones, la descomunal elevación de la cantidad de gente privada de su libertad y  la manera en que el sistema judicial, manejado desde el Ejecutivo, trabaja día y noche para silenciar a quienes se atreven a señalar el carácter crecientemente autocrático del gobierno de Erdogan. “No sólo se trata de prominentes periodistas, defensores de  derechos humanos, opositores y disidentes ideológicos o políticos, sino que también ciudadanos ordinarios, amas de casa, personas discapacitadas y estudiantes de secundaria son detenidos por la policía en grandes cantidades sólo porque compartieron una foto, subieron un mensaje en las redes sociales o participaron en alguna actividad colectiva en el seno de una congregación de su vecindario”, dice el artículo.

El que al día siguiente Zaman haya sido tomado por fuerzas gubernamentales no es, en este contexto, una sorpresa, sino la confirmación de lo que el periódico se empeñaba en señalar. Paso a paso Erdogan maniobra para acumular más y más poder e imponer autoritariamente su línea destruyendo los espacios de libertad y democracia que aún quedaban. La coyuntura internacional en la que la Unión Europea necesita del gobierno turco para enfrentar el desafío de los refugiados lo beneficia, no obstante las dificultades que encara con su ruptura con Rusia, su crisis económica y el independentismo kurdo nuevamente efervescente.

Fuente: Excelsior

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