ZALMAY KHALIZAD

El embate del ISIS ha convencido a muchos iraquíes de la necesidad de mejores relaciones con E.E.U.U..

La sabiduría convencional en Washington, D.C., parece creer que Irak está irremediablemente perdido ante Irán. Lo mejor que puede hacer E.E.U.U., sugiere esta visión, es destruir al Estado Islámico allí y desarrollar una relación especial con un Kurdistán iraquí independiente o semi-independiente.

Washington debe hacer esas cosas. Pero tampoco debe abandonar al resto de Irak. Basándome en reuniones recientes en Bagdad con líderes iraquíes, incluido el Primer Ministro Haider al-Abadi, creo que el país no está perdido.

Es cierto que Irán tiene considerable influencia en Irak. La retirada total de las fuerzas estadounidenses en el 2011 creó un vacío que trataron de llenar Irán y sus rivales regionales, destrozando al país. La desintegración del ejército iraquí y el surgimiento de milicias chiíes para combatir al Estado Islámico, conocido también como ISIS, incrementaron más la influencia iraní. Pero muchos líderes chiíes iraquíes se están desilusionando cada vez más de Irán y quieren fortalecer vínculos con Estados Unidos.

En primer lugar, aunque el apoyo de seguridad de Irán fue útil en detener el avance inicial del ISIS, ha sido insuficiente para recapturar territorio importante. La eficacia limitada fue evidente en la ofensiva estancada para recuperar Tikrit y el fracaso de las milicias en retener Baiji por su cuenta. En ambos casos fue el consejo estadounidense y la fuerza aérea estadounidense enfocada las que permitieron a los iraquíes lograr sus objetivos la primavera y verano pasados.

En la provincia oriental de Diyala, los ataques letales del ISIS son recordatorios continuos del costo de poner a los representantes de Irán a cargo de un campo de batalla. En enero las milicias chiíes respaldadas por Irán de la Organización Badr se adjudicaron la victoria en la provincia sin apoyo de Estados Unidos, pero ésta está lejos de estar libre del ISIS hoy.

En segundo lugar, los líderes iraquíes temen que las milicias sobrevivan a su rol útil contra el ISIS y se vuelvan partes de, o instrumentos en, una guerra civil chií. Algunos de los líderes más extremistas, como Moqtada al-Sadr, están tratando de montar la ola de insatisfacción popular por la mala gobernancia y el ritmo lento de la reforma en Bagdad. Las tensiones entre los grupos chiíes iraquíes están en general en aumento, como lo están los riesgos de un enfrentamiento directo y choques violentos entre el Sr. Sadr y el gobierno iraquí. La amenaza resurgente que él presenta es una razón más para que muchos líderes chiíes busquen más apoyo estadounidense.

En tercer lugar, hay fuerte resentimiento por la mano dura y falta de respeto iraní por la soberanía iraquí. Escuché quejas que Qasim Suleimani, comandante de la Fuerza Quds de Irán, asiste a reuniones clasificadas de seguridad en Bagdad sin una visa o anuncio. En noviembre, Irán envió a medio millón de personas, no todos ellos peregrinos inocentes, a través de la frontera sin documentos en regla.

Hay chiíes iraquíes de línea dura—como el Sr. Sadr y muchos grupos milicianos pro-iraníes, tal como Asiaeb al-Haq—que quieren ninguna relación o mínimas con Estados Unidos. Pero una mayoría, en mi opinión, quiere buenas relaciones tanto con Irán como con Estados Unidos. Estos incluyen al Ayatola Sistani, el líder espiritual de los chiíes iraquíes, y al primer ministro. Yo incluso conocí algunos que son hostiles hacia Irán y muy amistosos con Estados Unidos.

Para lograr el máximo de esta oportunidad de relaciones estadounidenses-iraquíes incrementadas, aquí hay algunas cosas que debe hacer Washington:

  • Ayudar a restablecer el equilibrio militar en favor de las fuerzas de seguridad nacional iraquíes. El apoyo de Estados Unidos y sus aliados ya ha ayudado al ejército iraquí a recuperar algo de la fuerza y respeto que perdió cuando el ISIS capturó Mosul en el 2014. El éxito en Ramadi el año pasado es un buen ejemplo. Estados Unidos debe sostener y expandir los esfuerzos para profesionalizar al ejército nacional, lo cual significa que Washington tiene que estar preparado para mantener presencia suficiente por una larga relación.
  • Evaluar cuidadosamente los planes para Mosul. El Presidente Obama quisiera que la ciudad sea liberada antes que él deje el cargo—quizás temiendo que su legado podría sufrir por entregar a su sucesor un problema en el Medio Oriente peor que el que él heredó. Pero para hacer permanente la victoria militar en Mosul y otras ciudades árabes suníes allí tiene que haber un plan deliberado para manejar la reconstrucción posterior a la liberación y arreglar cuestiones de gobernancia.
  • Ayudar a desmilitarizar. Estados Unidos debe ayudar a los iraquíes a diseñar e implementar un programa para el desarme, desmovilización y reintegración de las milicias. Una vez que sea derrotado el ISIS, Irak debe revertir la militarización de la sociedad que fue necesaria por su embate.
  • Facilitar el progreso hacia un nuevo compacto político. Yo extraje de mis conversaciones que algunos líderes chiíes estaban abiertos a normalizar las relaciones con los árabes suníes, tanto como a tener una conversación franca con sus homólogos kurdos acerca del futuro del país. Estados Unidos puede hacer más para catalizar acuerdos, los cual puede incluir permitir que las provincias de mayoría suní ejerzan un derecho constitucional a establecer regiones federales. La mayoría de los líderes iraquíes prefieren la mediación del negociador honesto estadounidense, no del matón iraní.
  • Alentar la reforma económica. Como un principio, insten a que sea finalizado el acuerdo contingente del FMI—incluyendo la liberación de fondos del FMI y su distribución equilibrada en Irak. Estados Unidos debe ayudar a Bagdad a salir de la seria crisis económica causada por una guerra larga y precios del petróleo en caída. En particular, E.E.U.U. podría ayudar a Irak a cumplir con los requerimientos establecidos por el FMI y otros para obtener acceso a recursos adicionales.

La sabiduría convencional en Washington parece ser que Irak está irremediablemente perdido ante Irán—y hoy la influencia estadounidense está en un nuevo punto alto post-retirada. Washington tiene una oportunidad de reconstruir la influencia si da los pasos correctos. Los iraquíes quieren seguir una política regional equilibrada pero necesitan garantías, mientras navegan por las aguas complicadas de las rivalidades sectarias regionales, que Estados Unidos los respalda. Existe fuerte apoyo—entre suníes, chiíes y kurdos—para una relación renovada con Estados Unidos. Sería un error que Washington no corresponda.

El Sr. Khalilzad es un ex embajador estadounidense ante Afganistán, Irak y la O.N.U., y el autor de “El Enviado: De Kabul a la Casa Blanca, Mi Viaje a Través de un Mundo Turbulento”, recién salido de la Imprenta de St. Martin.

Fuente: The Wall Street Journal – Zalmay Khalilzad – Traducido por Marcela Lubczanski