Intenta declarar oficialmente la muerte de Raoul Wallenberg, el diplomático que salvó a 50.000 judíos húngaros.

Suecia trata de poner punto final, al menos legalmente, al misterio en torno a Raoul Wallenberg, el diplomático que salvó a 50.000 judíos húngaros de la maquinaria de la muerte nazi durante la II Guerra Mundial y que desapareció en Budapest con la llegada del Ejército Rojo.

“Se ha solicitado la declaración de muerte de Raoul Wallenberg”, comienza el anuncio que la Agencia Tributaria sueca publicó en dos periódicos locales exigiendo que el aludido, que tendría en la actualidad 104 años, se presente ante las autoridades personalmente antes del 14 de octubre de este año.

De no ser así, la Agencia Tributaria podría declararlo oficialmente muerto, cumpliendo con la voluntad de los familiares de este diplomático que han instigado este trámite legal para, de alguna forma, tratar de pasar página.

La declaración legal de su fallecimiento “es la forma de afrontar el trauma” de su desaparición, indicó la familia el pasado noviembre en un comunicado, cuando pidieron a las autoridades que iniciase este proceso, según recoge la radio pública Sverige Radio.

La desaparición llevó a sus padres al suicidio en 1979, con apenas dos días de diferencia, según la hermanastra de Wallenberg, Nina Lagergren.

Arquitecto y empresario

Wallenberg nació en una familia acomodada en 1912 y, tras estudiar en Estados Unidos, este arquitecto y empresario fue designado, con apenas 30 años, enviado especial de Suecia a la Hungría de la II Guerra Mundial, dominada por los fascistas locales y los nazis alemanes.

A comienzos de 1944, cuando fue consciente de que el Gobierno húngaro empezaba a deportar de forma masiva a judíos húngaros a los campos de exterminio próximos, como el de Auschwitz, en la actual Polonia, decidió actuar.

Wallenberg comenzó a extender salvoconductos para cuantos judíos pudo, al igual que hicieron otros diplomáticos extranjeros en el país, como el suizo Carl Lutz, el representante del Papa en Hungría, Angelo Rota, o el español Ángel Sanz Briz.

Estos documentos, denominados “pasaportes protectores”, identificaban presuntamente a sus poseedores como nacionales suecos esperando ser repatriados, con lo que se imposibilitaba en la práctica su deportación.

En total, según diversas estimaciones, Wallenberg salvó de la muerte a unos 50.000 judíos húngaros gracias a sus “autobuses blancos”, los transportes con los que enviaba hasta su país natal a los perseguidos por el nacionalsocialismo con la complicidad de la Cruz Roja Internacional.

Entre marzo y junio de 1944 Hungría deportó a alrededor de medio millón de personas dentro de la “solución final”, el plan que cristalizaría el afán de Adolf Hitler de exterminar a los judíos de Europa.

Detenido en 1945

En 1945, Wallenberg fue detenido por militares soviéticos en las afueras de Budapest y trasladado a una cárcel de Moscú y, según reconoció una década más tarde el Gobierno ruso, el diplomático sueco murió en 1947, aún en prisión, de un ataque al corazón. Estas explicaciones, sin embargo, nunca convencieron a la familia del desaparecido, que ha pasado décadas buscando la verdad.

La teoría más difundida sobre su muerte habla de que el joven diplomático fue acusado por el régimen soviético de ser un espía estadounidense.Wallenberg, cuyo apellido da nombre a un premio del Consejo de Europa a la solidaridad, activismo y humanismo, ha recibido importantes premios con carácter póstumo por su acción.

Fuente: Libertad Digital