VIERNES. Las vacaciones caseras son una idea magnífica. No suena el teléfono, ni vienen los mensajeros y el silencio es una burbuja que se extiende un kilómetro a la redonda. Me tumbo en el sofá y veo una película de romanos. Perdón: bíblica. El protagonista es San Pedro cuando todavía no era santo. En realidad Pedro se llamó Simón hasta que andando el tiempo, Jesús le dijo: “tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”. Antes, Simón/Pedro había sido pescador en Cafarnaún, a orillas del lago Tiberíades. Todos los nombres me suenan de la historia sagrada, pero la idea que yo tenía de aquellos lugares no coincide con la realidad ni con el cine. Cuando visité Israel por primera vez pedí que me llevaran al valle de Josafat y todavía no me he repuesto del susto. Era un trozo de tierra pedregoso con una charca seca en medio. Y no acabaron ahí mis decepciones. Algunas iglesias, como la de Cafarnaún, parecen hechas para las sensibilidades más kitsch. En un viaje a Israel con los Reyes mayores,fuimos testigos directos de una pelea entre los distintos curas de la iglesia del Santo Sepulcro: ortodoxos, católicos, coptos y armenios (más o menos). Cristianos de distinta estirpe que se reparten el gobierno del templo y andan todo el día a la gresca por un “quítame allá ese confesionario”. Sigue la película. Al final, la sonrisa del actor que interpreta el papel principal me enciende una lucecita. ¡Es Omar Shariff! La noche cae como una losa. Y yo sin cenar. Trato de no comer, pero por si acaso, he comprado los quesos que me gustan (fresco de cabra, Maasdam, Tête de Moine, Idiazabal, o el Afuega el pitu). Cuando son casi las tres de la madrugada, cojo a Úrsula en brazos y me retiro a mis aposentos. Úrsula me contagia seguridad, con ella al lado estoy protegida. Ni que fuera un tigre.

MARTES. Mar Flores y Javier Merino se han separado. Ellos sabrán por qué. Mar Flores representa lo que más detesto en una mujer, y sin embargo, soy incapaz de meterme con ella. No me sale. Si todos somos víctimas de nuestras contradicciones, aquí mi contradicción se llama Mar Flores. Le echaré la culpa al enigmático poder de su sonrisa.

MIÉRCOLES. Ayer el Barça le ha dado a Cruyff su último homenaje, que siempre será el penúltimo. Nunca lo he dicho, pero yo conocí a Johan Cruyff. Eran otros tiempos. Conocer entonces a los futbolistas no entrañaba tanta dificultad como ahora. Yo apenas sabía de fútbol, pero aquel día entendí que el resultado obtenido por el Barça en su visita al Bernabéu (0-5) formaría parte de la épica del fútbol. Aquel partido lo vi con Rosana F., juntas nos contagiamos de la euforia colectiva y acabamos en el Hotel Barajas jugando al dominó con Cruyff. El artífice de tantas glorias del Barça, era también un monstruo jugando al dominó. Aplicaba la misma lógica matemática con el balón que con las fichas. Aquel día estaban también Reixach y Marcial. Yo no lo recuerdo bien porque la memoria se mezcla con otra celebración, ésta en Tánger, con los coches bajando en tromba por el boulevard Pasteur. Flaco, fibroso, inteligente (aunque poco dotado para los idiomas, todo hay que decirlo) tenía gran habilidad para sortear las zancadillas que le salían al paso. Se escurría como una anguila.

JUEVES. ‘Mis noches sin ti’ es el título de una canción o algo así. Desde hace un tiempo, mis noches no son las de antes porque las emisoras que sintonizaba ya no están en su sitio. Ahora me duermo con Top radio, que a esas horas emite música mexicana. Me he convertido al romanticismo. Ah: ‘Mis noches sin ti’ es realmente una canción española llamada ‘Yo te diré’.

Fuente: El Mundo