ISAAC SHAMAH

La historia de Shirley se remonta a finales del Siglo XIX y principios del siglo XX, donde sus padres, ambos judíos, emigran de Lituania hacia Estados Unidos. Para  1923, Povich  era un estudiante de derecho en la Universidad de Georgetown y su gusto por el periodismo le hizo unirse al periódico The Post como reportero, después de dos años de trabajar ahí, su pasión por los deportes lo llevan a convertirse en el editor de dicha sección del mismo diario.

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Para ubicarnos un poco en la época, vale la pena mencionar que en estos años,  las planas del periódico perfumaban con su aroma las calles, esas planas, que vivían en las juntas sociales y de negocios  eran el medio de comunicación más poderoso de la época; si bien es cierto que la radio comenzaba a madurar gracias a que  se le añade la amplificación mediante válvula termoiónica, la cual  revoluciona tanto a los radioreceptores como los radiotransmisores, el periódico era el medio de comunicación más popular del momento; la gente que hablaba por medio de sus letras en los periódicos eran probablemente las personas más conocedoras de sus respectivos temas y se les consideraba íconos de la sociedad.

Después de mucho aprendizaje como editor, Povich aprovecha la oportunidad de volverse columnista deportivo del periódico The Washington Post, probablemente el más importante de su ciudad y uno de los más importantes en Estados Unidos desde aquellos tiempos hasta la fecha.

Pasados los años y al irse convirtiendo en uno de los periodistas más importantes de su generación, en 1944 a Povich le llega una oferta que no pudo rechazar, la oportunidad era riesgosa, debido a que el ofrecimiento era ser el corresponsal de guerra para el Washington Post , justo en la Segunda Guerra Mundial,  dicho por el mismo Povich, el hecho de ser judío lo terminó convenciendo de quedarse con el puesto, ya que a pesar del evidente riesgo que era tomar la plaza, él quería reportar cómo estaban sufriendo los judíos al otro lado del mundo e intentar que con sus artículos la gente y los gobiernos pudiesen darle la vuelta a la guerra y al sufrimiento que vivían muchísimas personas.

Al regresar de la guerra, Povich siguió trabajando como periodista deportivo, cubriendo el béisbol, el deporte de sus amores,  entrevistando jugadores de la talla de Babe Ruth, hablando en radio y comentando series mundiales.

Con excepción del año en el que fue corresponsal de guerra, desde que se afilió al periódico hasta su muerte en 1998, Shirley le dio su vida al béisbol, prueba de ello fue que un día después de su muerte, El Washington Post publicó una nota que había realizado poco antes de fallecer.

Entre los premios que Shirley ganó en su carrera, los más destacados son: El premio Grantland, el premio Red Smith y la elección al salón de la fama para escritores deportivos.

El 3 de abril de 2005, hace 11 años, a Povich se le inmortalizó en el Salón de la Fama del Deporte Judío.

Hasta la fecha a Povich se le considera como uno de los mejores comentaristas de béisbol de la historia.

“Shirley Povich es la única razón por la cual leo el Wahington Post” decía Richard Nixon.