YOUSEF AL OTAIBA

No se engañen. El Irán que hemos conocido hace mucho tiempo—hostil, expansionista, violento—está vivo y coleando.

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El sábado se cumplió un año desde que fue anunciado el acuerdo marco para el Plan Integral de Acción Conjunta—el acuerdo nuclear con Irán. En la época, el Presidente Obama dijo que este acuerdo haría “más seguro al mundo.” Y tal vez lo ha hecho, pero sólo en el corto plazo y sólo en lo que respecta a la proliferación de armas nucleares de Irán.

Tristemente, detrás de todo el discurso de cambio, el Irán que hemos conocido largamente—hostil, expansionista, violento—está vivo y coleando, y tan peligroso como siempre. Nosotros desearíamos que fuera de otra forma. En los Emiratos Árabes Unidos, estamos buscando formas de coexistir con Irán. Quizás ningún país tiene más que ganar del hecho de normalizar las relaciones con Teherán. Reducir las tensiones a través del Golfo Arábigo de menos de 100 millas de ancho podría ayudar a restaurar los lazos comerciales plenos, la cooperación en energía, los intercambios culturales, y comenzar un proceso para resolver una disputa territorial de 45 años.

Desde el acuerdo nuclear, sin embargo, Irán sólo ha duplicado su toma de posición y provocaciones. En octubre, noviembre y nuevamente a principios de marzo, Irán condujo pruebas de misiles balísticos en violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

En diciembre, Irán disparó peligrosamente cohetes cerca de un portaaviones de Estados Unidos en el Estrecho de Ormuz, apenas semanas antes detuvo a marineros estadounidenses. En febrero, el ministro de defensa iraní, Hossein Dehghan, visitó Moscú para adquirir más de u$s8 mil millones en aviones de combate, aviones y helicópteros rusos.

En Yemen, donde las conversaciones de paz ahora tienen alguna promesa real, la interferencia destructiva de Irán sólo empeora. La semana pasada, la armada francesa capturó un gran lote de armas en camino desde Irán para apoyar a los huzíes en su rebelión contra el gobierno yemení legítimo respaldado por la O.N.U. A fines de febrero, la armada australiana interceptó un barco fuera de la costa de Omán con miles de AK-47 y granadas propulsadas por cohetes. Y el mes pasado, un funcionario militar iraní de alto rango dijo que Teherán estaba preparado para enviar “asesores” militares para ayudar a los huzíes.

La interferencia no se detiene allí. Desde el principio del año, Teherán y sus satélites han aumentado sus esfuerzos para proporcionar artefactos explosivos a células chiíes en Bahrein y Arabia Saudita. Un ex general iraní y asesor cercano del Líder Supremo Ayatola Ali Khamenei llamó a que Irán anexe Bahrein. Y en Siria, Irán continúa desplegando milicias de Hezbolá y de su propia Guardia Revolucionaria Iraní para apuntalar a Bashar Assad de Siria.

Estos son todos claros recordatorios de que Irán sigue siendo el principal estado patrocinador de terrorismo del mundo—una amenaza persistente no sólo para la región sino también para los Estados Unidos. “Muerte a Estados Unidos” siempre ha sido más que un eslogan espantoso; ha sido política iraní. Irán ha orquestado incontables ataques terroristas contra los estadounidenses: desde los cuarteles de los marines en Beirut a las Torres Khobar en Arabia Saudita. Durante la guerra de Afganistán, Irán pagó a los combatientes talibanes u$s1000 por cada estadounidense que mataban.

En Irak, Irán suministró los artefactos explosivos improvisados (AEI) que mataron o mutilaron a miles de soldados estadounidenses. Y en las últimas semanas siete hackers iraníes fueron acusados en un tribunal federal de Estados Unidos por un ataque informático contra bancos e infraestructura crítica estadounidense.

Como dijo una vez Henry Kissinger, Irán puede ser ya sea un país o una causa. Hoy “Irán la causa” está mostrando poco del mismo tipo de pragmatismo y moderación en sus políticas regionales y comportamiento como lo hizo en las conversaciones nucleares. La semana pasada, el Sr. Khamenei insistió en que los misiles balísticos eran claves para el futuro de la República Islámica. “Los que dicen que el futuro está en las negociaciones, no en los misiles, son o ignorantes o traidores,” dijo.

Ahora está claro que a un año desde que fue acordado el marco para el acuerdo, Irán lo ve como una oportunidad para incrementar las hostilidades en la región. Pero en lugar de aceptar esto como una realidad desafortunada, la comunidad internacional debe intensificar sus acciones para revisar las ambiciones estratégicas de Irán.

Es hora de hacer brillar una luz clara sobre los actos hostiles de Irán a lo largo de la región. En la cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo en Riad posteriormente este mes, Estados Unidos, los Emiratos Arabes Unidos, Arabia Saudita, Qatar, Kuwait, Bahrein y Omán deben alcanzar un acuerdo sobre un mecanismo común para monitorear, exponer y torcer la agresión de Irán. Este debe incluir medidas específicas para bloquear su apoyo por los rebeldes huzíes en Yemen, unidades de Hezbolá en Siria y Líbano, y células terroristas vinculadas con Irán en Arabia Saudita y Bahrein.

Si las zanahorias del compromiso no están funcionando, no debemos tener miedo de traer de regreso los palos. Las recientes medias medidas contra las violaciones de Irán de la prohibición que Irán pruebe misiles balísticos no son suficientes. Si continúa la agresión, Estados Unidos y la comunidad global deben dejar en claro que Irán enfrentará el alcance total de las sanciones y otras medidas todavía disponibles en virtud de las resoluciones de la O.N.U. y en el propio acuerdo nuclear.

El comportamiento desestabilizador de Irán en la región debe cesar. Hasta que lo haga, nuestra esperanza de un Irán nuevo no debe nublar la realidad que el Irán viejo está bastante con nosotros todavía—tan peligroso y tan destructivo como siempre.

 

*Yousef  Otaiba es embajador de los Emiratos Árabes Unidos ante Estados Unidos.

 

Fuente: The Wall Street Journal

Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México