MORRIS STRAUCH PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO

 

Unos días después de los shloishim (1) de Vele en el panteón de Constituyentes nos volvimos a juntar sus alumnos, familiares y colegas en el schul Ramat Shalom este martes a las 8:30pm. De camino, me encontré, cerca de Ramat, a Mónica Firman, una de las alumnas consentidas de Vele de mi generación; después, con Manuel Chomshtein, que como yo, paró por algo de tomar antes de llegar al homenaje; de paso, David Yvker, yo creo que iba a ensayar con su coro, también a Ramat. Llegando, la lererke Reisl Chomstein, lista para darle el último adiós a su colega y amiga, שוועסטער –hermana- Vele.

Subí un piso arriba, frente al schul –שול- a la entrada de este, la carnicería, un rincón convertido en museo del Holocausto: dos enormes piedras, una blanca la otra negra, apuntando al techo, abajo en la base una pila de piedras y una cerca de alambres de púas. En una de ellas la lista de los nombres de los campos de concentración y exterminio del Tercer Reich, una dura prueba para los fieles de Ramat cada vez que van a rezar, un viaje instantáneo al infierno, invitación para decir Izkor, el rezo más importante para mi padre, en memoria de mis abuelos. Grabados en la piedra: “Auschwitz, Bad-Orb, Baden,…” al llegar al campo de mi padre dice: “Belsen-Bergen”, está escrito al revés, regresas al presente, al momento museo-gráfico mexicano, de todas maneras sí te da un buen susto.

Ocho veinte, empieza a entrar la gente, nos saludamos Fey Stepensky, Debbie Flaschner, Samuel Kleinfinger, Sula Feferman, Claudia Schlesinger, Carina Saslavsky, Nili Chomshtein, Samy y Paty Adler; me llevé un café a mi lugar. Subió León Waisser al estrado donde hay un escritorio de la directora de la Naye, y en él León prende una vela, agradece a aquellos que vieron por Vele hasta el último día de su vida, hace una reseña de la vida de Vele en Polonia, NY, y luego de su carrera como educadora en la Yidishe y en la Naye, recuerda sus experiencias con ella como presidente del patronato y no alumno de la Naye. Mi mente empieza a retroceder en el tiempo y veo a Vele en los pasillos, entrando al salón, hablando con los maestros y alumnos, puedo oír su inconfundible voz burbujeante y su dedito índice balanceándose hacia adelante para señalar, al compás del taconeo de su pie, y la otra mano en su cintura.

Después de usar su pañuelo, Waisser le cedió la palabra al único hombre que me ha sacado todas las muelas de leche, el sobrino de la lererke Vele, nuestro dentista Victor Zfaz. Él nos contó como llegó Vele a México y se casó con Samuel Zabludowsky, como era él, la vida familiar de Vele, como enviudó, sus recuerdos, los últimos días de Vele, la perdida de la tía, la matriarca de la Naye. Victor también llevaba listo su pañuelo.

Creo que el concepto de viudez, lo aprendí con Vele, en la primaria, la primera mujer que supe que era viuda fue ella.

Manuel Bleherman sube al estrado, se sienta en el escritorio, se representa a sí mismo en la Dirección, platicando con la Lererke Vele. Si fuera de mi generación estaría representando a Toli Mishkin o a Ruben Itzkowich, bromeando con Vele, haciéndole preguntas, revisando su escritorio… Los videos de Vele iban apareciendo, contestaba las preguntas, hablando del yidish y de la Naye. Después una lluvia de fotos de Vele, de su juventud, Vele de señorita, fotos de la década de los 50s que muchos de nosotros jamás habíamos visto. ¡Vele no nació lererke y viuda!

Más adelante fotos de ella en la Naye, reconocí a Jorge Abraham, Aida Stern, su esposo, la lererke Chomstein, Paty Hoffman, Fany Krantz, entre otros. Claro, al ritmo de Tumba-Lalaika. Testimonios de ex-profesoras y alumnos, en un bonito yidish, אין אַ שיינעם ייִדיש.

El tiro de gracia nos lo dió el coro infantil Kol Shalom con la canción ¿Que es el Yidish? וואָס איז ייִדיש, los cuales al final pasaron a dejar una flor, cada uno, en la silla vacía del escritorio del estrado. Con ese vacío en nuestros pechos, y algunos con lágrimas en los ojos, nos dimos el zeit gezunt זייט געזונט que Vele le enseño a tantas generaciones.


1 Los 30 días de haber fallecido