MÓNICA MATEOS-VEGA

Vivimos una época en la cual se trata de romper con lo convencional y lo que nos molesta, asevera en entrevista con La Jornada.

La escritora Angelina Muñiz-Huberman (Hyères, 1936) se define como una rebelde de la literatura, sobre todo porque no le gusta ceñirse al rigor de los géneros.

Desde su primer libro, Morada interior, publicado en 1972 y reeditado el año pasado, hasta el reciente, Arritmias (en el sello Bonilla Artigas), poesía, ensayo, cuento, crónica, aforismos, es decir, la palabra libre, conviven, se entrelazan, juguetean, para atrapar al lector en el sencillo, pero provocador, placer de la lectura.

“Soy pionera en el aspecto de romper con los géneros, porque nos encontramos en una época de mucha rebeldía, de tratar de romper con lo convencional, sobre todo con lo que nos molesta por todos lados. Cuando existe esa necesidad, se refleja de inmediato en el escritor”, explica en entrevista con La Jornada.

La también traductora y catedrática de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México añade que Morada interior es una suerte de reconstrucción del diario de Santa Teresa, pero “totalmente libre, porque lo inventé. Hay elementos históricos y otros no; es un monólogo en el que se supone ella habla, pero después la voz es la de una mujer de la guerra civil española que llega a México; contrastes muy fuertes, una locura, pero también el deseo de tratar de entender toda la historia de la humanidad y por qué estamos viviendo esto.

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“He mantenido ese tipo de escritura, el cual se refleja también en Arritmias, aunque muchas veces me cuesta trabajo que me publiquen una novela, porque los editores me dicen que no es novela; entonces les respondo: ‘en efecto, no es novela, es novelo’”, bromea.

Muñiz-Huberman lo toma con humor porque, sigue, “éste es fuente de conocimiento, no nada más para reírse. El humor es muy tremendo, capaz de presentar cosas graves aunque causen risa por medio de la ironía y la paradoja.

“El título Arritmias no quiere decir falta de ritmo; significa que, por un lado, estamos en una época sin ritmo, y por otro indica que debemos buscarlo. Mezclo géneros sin que ninguno lo sea totalmente; es el reflejo de la época fragmentada que vivimos, el bien y el mal que se han acentuado, los extremos, y también la ilusión. El libro es un homenaje al mundo que nos ofrece parte de la verdad.”

La autora señala que el gran motivo de su literatura es que el lector se involucre, “no darle las cosas regaladas, porque ello no lo haría avanzar. Por desgracia, las grandes editoriales hacen lo contrario: son muy convencionales, nada revolucionarias, conservadoras. Quieren que la novela sea novela, el cuento cuento y seleccionan lo que se debe publicar. Es un control de la expresión pública.

“Por eso es importante que el lector sea parte mía; en cada libro digo: ‘Gracias, lector, te doy esto, pero tú también me das; sin ti no podría existir’. Los escritores de las grandes editoriales no quieren hacer esto porque provocar inquietud está mal para las autoridades. Por fortuna existen sellos independientes que tratan siempre de introducir la otra posibilidad.”

En Arritmias los textos juegan con el lenguaje, luego se hacen poéticos o se transforman en mini ficciones, en alguna anécdota personal o en relatos con toques históricos. “Se inicia con un paseo por el siglo XX; me atrevo a decir muchas realidades con sus palabras, por ejemplo, cuando hablo del siglo de la imbecilidad.

“No hay que tener miedo a las palabras. En éste, como en otros libros, trato de rescatar el valor de la palabra, porque se ha perdido mucho y se huye de lo que se llama ‘políticamente incorrecto’. Se tiene miedo a algunas palabras porque ‘no convienen’.

“En estas páginas existe un juego amoroso con las palabras, para darles su lugar, igual que se lo doy al lector. La palabra, si es lo que permite comunicarnos, es lo más grande que tenemos, no la puedo desdeñar ni convertir en una convención. Quiero rescatar la palabra y sacarle su ritmo, pero también su arritmia. Es el rescate de lo más pequeño de la palabra, hasta de cómo suena. Por eso la puntuación es especial; pongo puntos para romper frases.”

Es un estilo, reitera la autora, muy cercano a los jóvenes, “porque les planteo otra visión; ellos quieren cosas nuevas, no quieren que les estén repitiendo lo convencional. Es una escritura muy curiosa, donde tomo muy en cuenta al lector, pero sin regalarle nada, porque si no no tendría caso. Por eso la música está presente al ciento por ciento, por la idea del ritmo y la arritmia. Es un libro relacionado con el dodecafonismo, un canto a la absoluta libertad”.

Fuente:jornada.unam.mx