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“La dictadura palestina es una invención Israelí” – Bassem Eid, activista de derechos humanos

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Los Acuerdos de Oslo de 1994 crearon nuevas realidades, me atrevo a decir que han cambiado drásticamente no sólo la cara de Oriente Medio y de la sociedad israelí sino también las perspectivas, el léxico y las actitudes de nuestro conflicto regional en muchas partes del mundo. El campo de batalla se ha trasladado a la guerra de palabras, ocasionalmente acompañado de violencia sobre el terreno.

No se equivoquen, queridos lectores. Creo en la necesidad de encontrar una respuesta permanente a los problemas que enfrenta actualmente nuestra parte del mundo. También creo que es una cuestión mucho más compleja de lo que muchos de nosotros podemos comprender o tratar de hacer frente. Soy sólo una pequeña mujer israelí que se siente frustrada y siente que hemos llegado a un callejón sin salida en la búsqueda de una solución a la crisis.

Con los años se hicieron muchas propuestas, evaluadas y consideradas. Oslo, es una de ellas, una que fue implementada. Sí, la retrospección es siempre 20/20. Visión no es un don otorgado a muchos. Pero ¿qué pasa con nuestros líderes? Uno esperaría que los líderes tengan visión, para ser capaces de mirar el pasado y allanar el camino hacia un futuro mejor. ¿O era simplemente un trampolín para crear un futuro mejor para ellos, para un grupo selecto, una oportunidad para un breve encuentro con el centro de atención de la gloria, la fama y quizás la riqueza?

congreso de basilea
Congreso de Basilea

A diferencia de algunos de los arquitectos de Oslo, Herzl, el fundador del sionismo político, no compartía gloria, riqueza ni fama. Su camino nunca estuvo sembrado de rosas. Su gran visión de crear una patria segura para los judíos, un lugar donde el judaísmo, que en sus palabras era un requisito previo para el sionismo, pudiera crecer y prosperar no se dio con facilidad. Sus constantes esfuerzos para persuadir a los líderes mundiales de crear un estado judío, deben haber hecho mella en él. Sus negociaciones infructuosas para la concesión de una inmigración judía masiva a la Tierra de Israel (también conocida como “Palestina”) con el Sultán de Turquía, lo dejaron frustrado. Sus esfuerzos para contar con los británicos en su visión, donde por primera vez se ofreció la península del Sinaí y más tarde Uganda en África oriental como dos alternativas posibles, también fracasaron. El rechazo y la oposición que sufrió de su propio pueblo judío fueron, asimismo, devastadores para él. Es probable que finalmente le costara la vida, una muerte prematura a causa de la insuficiencia cardíaca a la edad de 44 años.

Tomó tiempo, pero el sueño de Herzl finalmente se materializó. Hubo que superar complejas fuerzas históricas, tirando cada una en su propia dirección. Probablemente también surgió aprovechando algunos accidentes históricos. Cualquiera que sea la causa, cualesquiera que sean las circunstancias, se hizo realidad. El estado judío se fundó.

A diferencia de Basilea, Oslo, en mi opinión, llegó a fundar una nueva entidad, en un esfuerzo por preservar el estado judío ya existente que Herzl trabajó tan duro para crear. Por desgracia, siento que, en un intento desesperado por implementar una solución, cualquier solución, Israel y el mundo se apresuraron irresponsablemente para emplear lo que parece haber sido una alternativa no muy cuidadosamente planificada. Todos pagamos un alto precio por lo que ha resultado ser un experimento fallido que ayudó a unos pocos, pero destrozó la vida de muchos. Aparte de crear una entidad frágil de paja, corrupta que persiste en ordeñar los fondos de muchos, ¿qué hemos logrado? Sus líderes siguieron siendo alcaldes, sus ciudades son ‘Judenfrei’ más que nunca, se sigue predicando el odio y su sueño de liberar a la Tierra de Israel de los judíos aún vive.

Después del Primer Congreso Sionista en Basilea, Herzl escribió lo siguiente en su diario:

“Si tuviera que resumir el Congreso de Basilea en una palabra, cosa que no voy a hacer abiertamente, sería así: En Basilea fundé el Estado judío. Si tuviera que decirlo hoy, me recibiría la risa universal. En cinco años, tal vez, y sin duda en 50, todo el mundo lo verá”.

Mi pregunta era y todavía es, ¿serán capaces los arquitectos de los Acuerdos de Oslo de escribir palabras similares en sus diarios?

Fuente: The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico