LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

El espectro de Hitler recorre la vieja Europa a través de los partidos representados en las cámaras legislativas nacionales y en el Europarlamento, aunque también existen numerosas pequeñas organizaciones enganchadas a la creciente tendencia de la ultraderecha con discursos xenófobos, racistas y nacionalistas. Curiosamente la campaña del candidato presidencial de EUA, Donald Trump, sigue una pauta similar.

La ascendente polarización política en Europa deriva de la crisis que vive el Continente, con millones de desempleados, precariedad laboral y caída del nivel de vida de la población. Por lo demás, el entorno se ha enturbiado con el flujo masivo de inmigrantes y refugiados que llegan a Europa huyendo de la guerra y la pobreza en sus países de origen: Siria, Irak, Afganistán, Pakistán y de otras naciones de África y Asia, principalmente. Por otra parte, está la aparición del Estado Islámico (EI) en el Medio Oriente y Europa, principalmente, sembrando la muerte entre miles de civiles inertes.

Así, en las últimas elecciones del Europarlamento de mayo del 2014, la extrema derecha obtuvo un mayor número de escaños en esa institución que celebra comicios cada 5 años, sobre todo en Francia, el Reino Unido y Dinamarca. Los 750 diputados que integran el Europarlamento representan directamente a más de 500 millones de ciudadanos de la Unión Europea (UE); esta institución, junto con la Comisión Europea y el Consejo de la UE ejerce la función legislativa.

En este contexto xenófobo, en Austria, en las pasadas elecciones de mayo, la ultraderecha perdió la presidencia por solo 31,000 votos de un total de 4.6 millones. La derrota del candidato del Partido Liberal (FPO), Norber Hofer (NH) significó un respiro para la UE asfixiada por los partidos antiinmigrantes y euroescépticos. Se considera que en vísperas del Referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE (23 de junio), una victoria de los ultras en Austria hubiera supuesto un duro golpe para su proyecto de integración y colaboración, basado en la democracia y la tolerancia. NH afirmó que en el presente él rechazaría el ingreso de Austria a la UE. No obstante, el ajustadísimo triunfo de Alexander Van Der Bellen, líder del Partido Verde de Austria, muestra la crispación existente en la sociedad por las acciones gubernamentales.

En el Reino Unido también se viven situaciones de xenofobia. Desde que se inició la crisis financiera en Europa en el 2008, esta nación se ha convertido en un polo atractivo para desempleados del resto de Europa, especialmente del Sur y del Este, que huyen del estancamiento económico; en este sentido, parte de la población británica rechaza a los inmigrantes al creer que abusan de la asistencia que reciben del gobierno y de los servicios sociales; los partidos anti emigración, como el Partido Nacional Británico y el Partido por la Independencia del Reino Unido, se han valido del enojo de muchos ciudadanos para avivar un discurso intensamente racista y xenófobo. Los sentimientos xenófobos se han acentuado con el importante flujo de refugiados de Siria y de otras naciones árabes a la Gran Bretaña. Igualmente, varios parlamentarios del Partido Laborista, han sido amonestados recientemente por sus expresiones antisemitas.

Los grupos y partidos de extrema derecha en Alemania también registran adelanto significativo, ello a pesar de que su canciller, Angela Merkel (AM), ha dado la bienvenida a millones de refugiados e inmigrantes. Resulta aberrante que en la cuna del nacional socialismo de Hitler, renazca la sombra de este nefasto individuo. Alternativa para Alemania ha cobrado una fuerza notable; esta formación xenófoba, liderada por Frauke Petry, ha sabido capitalizar a su favor el voto de protesta contra el partido de AM. En las últimas elecciones regionales celebradas en marzo pasado, se convirtió en la fuerza más votada en la región de Sajonia – Anhalf con el 24.0% del total; resultado que plantea una gran incógnita sobre el futuro de la canciller AM en las próximas elecciones presidenciales de Alemania en el 2017.

Francia es entre las diferentes naciones europeas en la que adelanta rápidamente la extrema derecha; el Frente Popular encabezado por Marine Le Pen desde el 2011 quien a pesar de las disputas públicas que ha tenido con su padre por la forma de conducir el partido, ha congregado un numeroso voto del descontento con las políticas del Presidente Francoise Hollande, sobre todo con la nueva Ley Laboral que ha provocado una violenta reacción popular en toda Francia, con los altos índices de inmigración y con los repetidos ataques terroristas registrados en suelo galo, sobre todo los del 2015. Los atentados impulsaron al partido de Marine Le Pen en las últimas elecciones departamentales del 2015, que ganó 6 de los 13 departamentos en disputa. Otros países en los que la extrema derecha ha ganado terreno son Hungría, Grecia e Italia. En Hungría en las elecciones parlamentarias del 2010 el movimiento Por Una Hungría Mejor (Jobbik), fundado en el 2003, y definido por los políticos como neofascista, neonazi, extremista, racista, antisemita, antigitano y homófobo, ya es la tercera fuerza política de Hungría.

En Grecia, el partido Amanecer Dorado, comenzó a gestarse en los ochentas; su ideología es evaluada de neonazi, fascista, racista, xenófoba; considera a los inmigrantes responsables de la criminalidad y de la disolución de las virtudes de la nación griega. Su principal portavoz tiene una esvástica tatuada en su cabeza; una parte de los miembros de Amanecer Dorado están en prisión por formar parte de una organización criminal.

En Italia, con la tradición fascista del Duque Benito Mussolini, el partido de ultraderecha Liga del Norte, obtuvo un importante posicionamiento en las elecciones locales del 2013; los integrantes de este partido son euroescépticos y antiinmigración.

En Dinamarca el Partido del Pueblo Danés, de extrema derecha, se ha colocado como la segunda fuerza política. En general, Dinamarca ha puesto coto a la cultura de la solidaridad, su gobierno ha endurecido las leyes para disuadir a los refugiados a que ingresen en su territorio y sancionan a quienes transportan migrantes al considerarlos traficantes de personas. También en Finlandia, con la formación nacionalista Partido Fines, se ha fortalecido los de ultraderecha como segunda fuerza política.

En Polonia existen grupos de extrema derecha que constantemente agreden a inmigrantes y homosexuales. El 11 de noviembre de cada año miles de personas convocadas por extremistas de derecha se movilizan para conmemorar el Día de la Independencia. Durante la Segunda Guerra Mundial una parte de los polacos colaboraron con los nazis en el exterminio de los judíos. En el presente Polonia, evaluada como una gran potencia emergente del Este de Europa, ha sido advertida por la Comisión Europea por los excesos autoritarios de su gobierno ultraconservador de Jaroslaw Kaczynski (JK), cuyo partido ganó las elecciones en octubre. Desde entonces JK ha puesto en marcha una cruzada para dejar sin poder al Tribunal Constitucional y controlar los medios de comunicación públicos, entre otras acciones.

En Holanda, Suecia, Noruega, Bélgica y Bulgaria cobran fuerza los partidos de extrema derecha. También se advierte aumento de este tipo de manifestaciones en España; cabe recordar el pasado fascista del Dictador Francisco Franco, unido al tradicional antisemitismo de la Iglesia Católica. Incluso en Rusia el Partido Liberal Demócrata se distingue por su perfil ultraderechista.

Europa se encuentra atrapada entre la extrema derecha populista y el yihadismo islámico; su identidad y valores se están debilitando. Resulta una falacia que el presidente de Suiza, Johanann Schneider-Amann, expresara en la inauguración del mayor túnel ferroviario del mundo el primero de junio, en el que ese país invirtió 12,300 millones de dólares y 17 años, que une el norte y el sur; de Europa en 57 km el Macizo de los Alpes, que con esta magna obra se integran las economías y los pueblos de Europa. Europa debe mirar hacia adentro para reconstruirse y “garantizar un sueño europeo que permita a todos mejorar sus vidas”, a la vez precisa superar con una actitud humanista la crisis que se vive en el Continente por el masivo e incontrolado flujo de inmigrantes. Europa tiene la obligación moral de acoger a estas corrientes y evitar que el cierre unilateral de fronteras de sus países siga sembrando la división y se detengan las propuestas xenófobas y populistas de los que están contra el proyecto de integración europea.