IRVING GATELL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Hoy se ha cometido un atentado terrorista en Tel Aviv. Dos palestinos armados abrieron fuego indiscriminado en un centro comercial, matando a cuatro personas y dejando gravemente heridas a varias más. Ambos fueron neutralizados.

Las reacciones no se han hecho esperar: mientras Israel llora a sus muertos, los palestinos han salido a las calles a celebrar el ataque, e incluso reparten dulces entre sí como muestra de regocijo. Mientras, el mundo calla. La gente “políticamente correcta” no usa el eslogan “yo soy Tel Aviv”, pese a que en otros momentos usaron el “yo soy París” y otros similares.

En un contexto más amplio, y pese a que este tipo de violencia palestina ha sido sistemática durante varias décadas, Francia intentó organizar una conferencia internacional para imponerle a Israel condiciones que, en pocas palabras, implicaban una rendición ante los palestinos. Barak Obama tampoco es nuevo en este oficio: junto con sus achichincles (expresión mexicanísima para referirse a su séquito de palurdos) John Kerry y, en otras épocas, Hillary Clinton, siempre ha exigido que la política israelí se mueva hacia la concesión y la rendición.

Es una lógica perversa: el palestino ataca civiles, amenaza judíos, exigen un Estado “judenrein” en el mejor estilo del Nazismo, grita a los cuatro vientos que quiere todo y no dará nada a cambio. Y la reacción internacional es presionar a Israel, sólo a Israel, para “acelerar el proceso de paz”.

¿En que se basa esta absurda, irracional e inhumana perspectiva? En el fondo de todo ese discurso antisemita y judeófobo, está el falaz concepto de “la ocupación israelí de los territorios palestinos”. Eso lo justifica todo: Israel, como “potencia ocupante”, no tiene derecho siquiera a defenderse. Debe aceptar con paciencia los ataques de los palestinos y las presiones internacionales. Debe doblar las manos y entregarse. A la destrucción, si es necesario. Debe aceptarse como un sacrificio a favor no sabemos de qué. La única paz que se le ofrece a Israel es la paz de los muertos.

La ocupación israelí es un mito, un invento de la moderna jerga antisemita, lamentablemente comprada por muchos judíos de la actualidad.

La idea de ocupación israelí no tiene sustento jurídico. Una ocupación se define en esos términos, exclusivamente. Se trata de la intromisión de un Estado –una estructura jurídica– en otro Estado o, por lo menos, territorio autónomo, fuera de sus fronteras.

No puede tratarse de la intromisión de un Estado en un “territorio nacional” (es decir, un territorio habitado por un grupo cuyos integrantes tienen en común una identidad étnico-cultural similar, una memoria histórica compartida, y costumbre y rasgos colectivos afines y característicos), porque en ese caso habría que hablar de una “ocupación rusa del territorio tártaro”, una “ocupación mexicana del territorio tlaxcalteca”, o una “ocupación española del territorio catalán”.

¿Por qué en esos casos no aplica el concepto de “ocupación”? Porque no hay una violación de una frontera nacional. En algunos ejemplos de estos o similares puede hablarse largo y tendido de conflictos nacionalistas, de identidad, políticos, económicos y hasta culturales. Pero no de una “ocupación”.

¿Por qué en el caso de Israel y Palestina no aplica tampoco el concepto?

En primer lugar y antes que nada, porque no existen fronteras oficiales entre ambas entidades. NUNCA se han negociado, que es la condición impuesta por la ONU en todas sus resoluciones al respecto. Por lo tanto, en términos jurídicos estrictos, Israel no está traspasando una frontera porque no hay ninguna frontera que traspasar.

Por eso el argumento siempre es que “ese territorio es el de los palestinos”, pero esta idea tiene dos severos defectos. El primero es que, justamente, se remite al concepto de “territorio nacional”, que DE NINGÚN MODO puede ser la base de la identidad jurídica de ningún lugar del mundo.

Un Estado no es, ni remotamente, sinónimo de “territorio nacional”. Dentro de un mismo Estado suelen convivir varias “naciones” (por ejemplo, en España los catalanes, vascos, andaluces, asturianos, gallegos, navarros, vascos, castellanos o extremeños); en el otro extremo, una misma “nación” puede estar repartidas en varios Estados (por ejemplo, los mayas que están presentes en México, Belice y Guatemala).

El segundo defecto del argumento citado es que los actualmente llamados palestinos están ubicados en ese territorio apenas desde 1949, cuando sus ancestros fueron hacinados allí en campamentos de refugiados por el gobierno de Jordania. Esa condición demográfica-histórica no puede sustentar, desde ningún punto de vista, que el territorio en cuestión ahora sea definidio como el “territorio nacional palestino” y sustente, jurídicamente, la idea de una ocupación israelí.

Hay otro severísimo problema para demostrar una hipotética ocupación israelí: así como no existe algo definible como “territorio palestino” (ni jurídica ni históricamente), tampoco existe un grupo históricamente definible como “pueblo palestino”.

Si nos atenemos a los hechos históricos y demográficos estrictos, la realidad es que hasta 1946 fueron llamados “palestinos” todos los habitantes de la provincia de Palestina.

Pero… ¿no me estoy contradiciendo al decir que Cisjordania no puede ser definida como “el territorio palestino”, pero luego mencionar que hubo una “provincia de Palestina”?

No. La Cisjordania de hoy no tiene nada que ver con la antigua provincia de Palestina, ni en sus fronteras ni en su demografía. La provincia de Palestina fue INVENTADA por los romanos en el año 135, cuando decidieron rebautizar la zona, eliminando su nombre histórico –Judea– y poniéndole el de Palestina (versión latinizada de Filistea).

Dicha provincia abarcó en general desde el año 135 hasta el año 1946 el territorio que hoy comprenden Israel, Cisjordania y Jordania.

¿Quiénes fueron los palestinos durante todo este tiempo? TODOS los habitantes de la provincia romana, romana de oriente, bizantina, omeya, cruzada, mameluca, otomana e inglesa, llamada Palestina. Árabes y judíos por igual, en cuanto al origen étnico cultural; musulmanes, cristianos y judíos por igual, en cuanto a la observancia religiosa.

TODOS han sido los verdaderos palestinos históricos.

Si se va a insistir en que el actual Israel es “parte de la Palestina histórica”, entonces se debe decir que los judíos israelíes son PALESTINOS HISTÓRICOS, así que NO CABE la noción de una invasión o una ocupación. Son palestinos –judíos– viviendo en un Estado moderno que se fundó en la ex-provincia de Palestina.

La definición histórica correcta de “palestino” es JURÍDICA, no nacional: habitante de la antigua provincia de Palestina (sin importar si es judío o árabe, cristiano o musulmán).

La contraposición del concepto de “judío-israelí” como ente en conflicto con el “palestino” es una CONSTRUCCIÓN ARTIFICIAL, ARBITRARIA Y FALAZ, nacida del más genuino antisemitismo y la más pura judeofobia, porque se basa en NEGARLE al judío su identidad histórica y su vínculo con su propia tierra.

El conflicto, en términos históricos, no es entre israelíes y palestinos.

El conflicto es entre ex-palestinos y ex-palestinos. Unos son israelíes; los otros todavía no saben qué son, y por eso siguen usando el viejo apelativo (cuyo origen etimológico es, para colmo, hebreo, y significa “invasor”).

Todo este razonamiento aplica también para los jordanos. Hasta 1946, los habitantes del artificialmente creado Reino Hachemita de la Transjordania eran ciudadanos del Protectorado Británico de Palestina. Es decir, eran palestinos.

Por lo tanto, israelíes, “palestinos” y jordanos son, por definición histórico y jurídica, palestinos por igual. Ninguno de estos tres grupos puede reclamar la exclusividad de la identidad.

Estas simples consideraciones DESMONTAN la noción de un “territorio palestino ocupado por Israel”, noción que es un oxímoron de principio a fin, ya que conlleva una contradicción intrínseca.

¿Por qué la insistencia en los sectores antisemitas de hoy para seguir usando el concepto? Porque sólo de ese modo se justifica la agresión mediática, psicológica, verbal, ideológica, política e incluso terrorista contra un grupo concreto: los judíos.

El puro hecho de hablar de un conflicto “israelí-palestino” es, por definición, herencia del antisemitismo más rancio.

La realidad histórica es que cuando Israel se defiende del terrorismo “palestino”, se trata de palestinos históricos y verdaderos defendiendo su derecho a vivir en lo que siempre fue su tierra, la antigua provincia romana, romana oriental, bizantina, omeya, cruzada, mameluca, otomana e inglesa, de Palestina, hoy llamada Israel.

Los hoy llamados “palestinos” son usurpadores de identidad solapados por un mundo que sigue sin superar la tara cultural más añeja de todas, el antisemitismo.