ADNAN OKTAR

El odio hacia el Estado de Israel y al Sionismo no están en consonancia con el espíritu del Corán. Asesinar israelíes inocentes o promover la expulsión de los israelíes de sus tierras ancestrales, actitudes cada vez más comunes no sólo en el mundo árabe sino en los círculos de izquierda europeos, es un síntoma de una falta de consciencia.

Nacido a raíz de la paz de Westfalia de 1648, el nacionalismo se esparció a lo largo y ancho del mundo con fuerza a partir de la Revolución Francesa de 1789 – tanto así que los sueños de tener un Estado Nación dieron forma a la política internacional durante 150 años. Fue el entusiasmo nacionalista el que alimentó las guerras de independencia. Los responsables de estas guerras ardían en deseos de unir a aquellos con el mismo origen cultural, el mismo idioma y que vivían en la misma zona bajo una bandera única. Sin embargo, entre los cientos de movimientos de liberación nacional, hay uno al que invariablemente se señala y coloca en el centro de siniestras teorías de conspiración.

Este movimiento de independencia –cuya aspiración es reunir y emancipar a las personas judías esparcidas por todo el mundo bajo un solo Estado– cuyo nombre deriva del monte Sión en Israel, llegó a llamarse Sionismo. El pueblo judío, una comunidad en la diáspora, desterrados de todas las tierras en que habían buscado refugio, estaban determinados a establecer su propio Estado en sus tierras ancestrales. Mientras todos los movimientos nacionalistas contemporáneos disfrutaron el apoyo de amigos y sufrieron el embate de enemigos, el sionismo se enfrentó con una hostilidad única y sin cortapisas desde prácticamente todas las corrientes políticas (salvo, en gran medida, el Liberalismo Protestante).

Siguiendo este ejemplo, los países no alineados se opusieron vehementemente al reestablecimiento de la soberanía judía en cualquier parte del territorio judío ancestral. Actualmente, el anti-israelismo, bajo el disfraz del antisionismo, se ha convertido en la principal expresión del antisemitismo, o enemistad contra los judíos.

Toda una nación es blanco de violencia verbal o física, incluyendo mujeres, niños, ancianos, inocentes y oprimidos por igual, simplemente por su nacionalidad judía, y su exigencia de sentarse a la mesa de las naciones al lado de sus iguales. A pesar de la presencia de 22 países árabes, con un mismo origen étnico, sólo el deseo de los judíos de establecer su propio estado soberano se ha enfrentado con una oposición tan férrea.

Sin embargo, Israel funciona actualmente como un refugio para millones de personas perseguidas que huyeron del genocidio nazi, la brutalidad del régimen soviético, o la violencia en muchos otros países. Tras la guerra de 1948, casi un millón de judíos que se vieron obligados a dejar todo atrás emigraron de países árabes.

Pero, a diferencia de sus contrapartes, en el Estado de Israel la judeidad no se entiende en términos religiosos o tradicionales étnicos. Es un país multicultural, uno que alberga diversas creencias y diversos orígenes étnicos, en contraste con lo que ocurre en sus países vecinos árabes. Una quinta parte de la población de Israel son árabes, mientras que la población mayoritaria judía comprende más de 70 culturas que hablan 35 idiomas y dialectos. Además de ello, el árabe es uno de los idiomas oficiales, además del hebreo, en el estado de los judíos. Se protegen los lugares sagrados de todas las religiones. Hay casi 400 mezquitas, todas resguardadas desde la declaración de Independencia del Estado de Israel.

A pesar de este dato, el sionismo se equipara en cada vez más lugares con una conspiración para controlar y explotar a todo el mundo.

El antisemitismo es la única explicación para este fenómeno, una máscara moderna para una retórica irracional judeófoba. El sionismo, a pesar del consenso existente en Medio Oriente, es simplemente la aspiración de la nación judía de vivir en libertad y seguridad en sus tierras ancestrales. El pueblo judío ha sido parte de estas tierras durante 3,500 años, de las que fueron expulsados por mano del opresor Imperio Romano. El surgimiento del Estado de Israel es la concreción del sueño de esta pequeña nación de tener una patria donde poder vivir finalmente en seguridad y autogobernarse.

Muchos, si no es que la mayor parte, de los musulmanes, no están conscientes del verdadero significado del sionismo. Al preguntárseles sobre las razones por las que se oponen a él, definen al sionismo como “un sistema malvado cuyo objetivo es destruir el orden mundial” y creen, falsamente, que el sionismo es la fuente de todo mal. Más aún, muchos musulmanes tienen la falsa idea de que tener una postura anti-Israel es una muestra de devoción religiosa y esto los vuelve injustos en sus tratos con los judíos. Por lo tanto, es crucial definir adecuadamente el sionismo para el público musulmán y poner fin a tanto odio sin sentido contra los judíos.

El odio hacia el Estado de Israel y al Sionismo no están en consonancia con el espíritu del Corán.

Asesinar israelíes inocentes o promover la expulsión de los israelíes de sus tierras ancestrales, actitudes cada vez más comunes no sólo en el mundo árabe sino en los círculos de izquierda europeos, es un síntoma de falta de consciencia. Es posible que el Estado de Israel tenga sus fallos, -¿qué Estado no los tiene? Por sus excesos y cuando haya cometido crimenes, debe ser juzgado con base en la ley. El Islam tiene un principio de “responsabilidad criminal personal”, tal como existe también en las leyes internacionales. No se puede incriminar o castigar a un Estado sin discriminar entre los culpables y los inocentes o quienes tienen la razón y quienes están en el error, y sin tomar en cuenta el contexto. La declaración de algunos musulmanes de que “pelean contra el pueblo judío en nombre del Corán” es un acto de ignorancia y viola las leyes del Corán, ya que Dios concede explícitamente al pueblo judío el derecho de vivir en la Tierra Santa: “Recuerden cuando Moisés le dijo a su pueblo, “¡Mi pueblo! Recuerden la bendición de Dios para ustedes cuando nombró profetas entre ustedes y nombró reyes, y les dio lo que no le dio a nadie más en el mundo. ¡Mi pueblo! Entren a la Tierra Santa que Dios les ha dado. No vuelvan sobre sus pasos y se conviertan en perdedores’” (Corán 5:20-21).

Dios nos informa en el Corán – y también está prometido en la Torá (Deuteronomio 30) – que el pueblo judío se reunirá y vivirá en esta tierra al Final de los Tiempos: “Le dijimos a los Hijos de Israel después de eso, ‘moren en la tierra y, cuando se cumpla la promesa del más allá, los convocaremos en un solo grupo’” (Corán 17:104).

A pesar de estas claras admoniciones coránicas, nadie en Medio Oriente parece apoyar o aprobar el sionismo.

Por el contrario, la hostilidad al sionismo ahora es algo que se da por sentado, y oponerse a esa tendencia es arriesgar la vida. En realidad, el Corán ordena a los musulmanes actuar de forma justa y en buena consciencia, así que deberían estar a favor no sólo de los derechos de los palestinos, sino también del pueblo judío.

Los intelectuales, teólogos y políticos musulmanes deben destacarse entre los demás no por alimentar el fuego del odio ya existente hacia el pueblo judío, sino por enfatizar la belleza de la coexistencia en esta Tierra Santa. Deben explicar que demandar derechos para los palestinos no equivale a exhibir hostilidad hacia los judíos.

Los israelíes tienen un derecho incontestable a su anhelo de autodeterminación, al igual que los palestinos. Cuando el mundo árabe reconozca el derecho de Israel a existir como un estado independiente y soberano cesará este derramamiento de sangre centenario.

El mayor beneficio aquí definitivamente lo compartirá el pueblo palestino, que sufre debido a la guerra y las medidas de seguridad.

No hace falta decir que el espíritu de paz y hermandad es una necesidad urgente entre la comunidad local. Los conflictos armados esporádicos han costado una fortuna, dinero que se podría haber utilizado para el bienestar de la gente. Más importante aún es el hecho de que esta guerra inútil se ha cobrado las vidas de miles de jóvenes y viejos, civiles y soldados por igual. Una vez que el mundo árabe decida reconocer a Israel como vecino, puede centrarse en desarrollar el bienestar del pueblo palestino y los otros pueblos árabes que están en peores condiciones que los palestinos. El esfuerzo y los recursos que se han gastado en el conflicto, la destrucción y la hostilidad se transferirán a la construcción y el embellecimiento de la región, las espadas se transformarán en arados, el odio se convertirá en ciencia, arte y tecnología.

La visión sesgada e infundada con respecto al sionismo en el mundo islámico con el tiempo se ha distorsionado hacia una fobia mal enfocada contra el pueblo judío. Ya es hora de ponerle fin a esta oposición sin sentido y anticoránica a Israel y al pueblo judío. Es responsabilidad de los intelectuales musulmanes de todo el mundo explicar claramente lo que es el sionismo de forma puntual y ponerle fin a este ciclo sin fin de odio.

El autor es comentarista de televisión turco musulmán, autor de más de 300 libros que han sido traducidos a 73 idiomas sobre temas que van de la política a la fe y la ciencia.

Traducción: Elizabeth Flores