A menos de dos meses para que comiencen los juegos olímpicos, recordamos una de las historias olímpicas más sorprendentes de todos los tiempos.

ISAAC SHAMAH PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Para contarles la historia de Harold Abrahams, a quien yo llamo “El Hombre de Fuego” gracias a la película “Carros de Fuego” la cuál narra parte de su vida, me tengo que remontar a los años 20’s y trasladarnos a una sociedad inglesa que en aquellos momentos apenas se recuperaba de la Primera Guerra Mundial, pasaba por una devaluación interna e intentaba restablecer su economía.

En las clases altas, socioeconómicamente hablando, la sociedad inglesa era muy cerrada, elitista, y a personas como el “Hombre de Fuego”, que no pertenecían al catolicismo, encajar en dicha sociedad era muy complicado.

Harold, quien era un destacado atleta inglés desde sus tiempos como estudiante universitario, provenía de una familia que contaba con muchos bienes materiales, a pesar de esto su familia, que practicaba el judaísmo, no pertenecía a ese cerrado grupo de la elite británica, de hecho para Harold como atleta, el no poder pertenecer a este círculo era muy doloroso

Después de asistir a la Universidad de Cambridge, Harold decidió convertirse en atleta profesional; aunque al principio los resultados no llegaban, Abrahams no se rindió, decidió prepararse para los juegos de 1924 y cambió muchas cosas en sus entrenamientos; entre estos cambios, Harold decidió enfocarse en la prueba de los 100 metros planos y las demás dejarlas como secundarias.

Durante su preparación para poder asistir a las olimpiadas de París se encuentra con Eric Liddell, otro gran atleta, que a diferencia de Harold, buscaba consagrarse en la prueba de los 400 metros planos. Eric era un evangelista cristiano muy amistoso.

Al pasar el tiempo, Eric y nuestro “Hombre de Fuego” se hicieron amigos y a pesar de que la historia de uno y de otro era muy diferente dentro de la élite inglesa, ambos tenían en mente las olimpiadas. Pasado el tiempo, y después de muchos obstáculos, los dos lograron llegar a la competencia y ser campeones de sus respectivas pruebas en los Juegos Olímpicos de París en 1924.

Al regresar a Inglaterra como campeón olímpico, Harold logró ser parte de ese núcleo inglés gracias a lo que había hecho como deportista y demostró que el deporte, el éxito y la fama pueden romper lazos prejuiciosos.

Después de una fuerte lesión, “El Hombre de Fuego” se tuvo que retirar de las pistas pero siguió trabajando como comentarista deportivo y llegó a ser presidente de la Federación Británica de Atletismo. En 1934 Harold se convirtió al catolicismo, muchos argumentan que él ya sabía que los judíos serían perseguidos por los nazis en toda Europa y es por ello que buscó cambiar su religión.