GUY NEVO

Para la mayoría son todos iguales.

Los judíos Ultra-Ortodoxos, con su rara vestimenta, extrañas costumbres y su claro deseo de separarse del resto de la sociedad, son una incógnita total y un bloque homogéneo de gente que piensa igual, se viste igual y responde a las mismas reglas.

Así lo ven los mismos judíos laicos, y sin duda es lo que debe sentir alguien alejado de las costumbres judías.

En realidad esta imagen es muy equivocada. El mundo Ultra Ortodoxo está dividido en decenas de “corrientes” diferentes entre sí con rivalidades, odios y “guerras santas” sobre infinidad de temas: desde lo más transcendente hasta cuestiones que parece, carecen de relevancia.

Los grupos, cada uno siguiendo a su rabino se difieren en su relación con el Estado de Israel y el concepto de estado judío, pero también se lucha por cuestiones de apariencia. Mientras todos están de acuerdo con la prohibición de la mujer de mostrar su pelo, hay una discusión profunda sobre el uso de pelucas. Para algunos grandes rabinos están permitidas, pero otros… las consideran casi obra del diablo.

Salvo en raras ocasiones, todo este submundo se esconde en su hermetismo y procura no llamar la atención del resto del mundo judío, y aún menos del resto del mundo.

Entre los judíos en Israel, hasta entre los más laicos, si bien hay mucha crítica de los Ultra por varios motivos, es común la idea de que “ellos” son los judíos verdaderos, que mantienen con su extremismo y hermetismo el núcleo duro del pueblo, los que aseguran la continuidad del pueblo aferrándose a las antiguas tradiciones. Este concepto ha sido comprobado como erróneo históricamente. La rigidez, la intolerancia y el hermetismo de estos grupos, son en buena medida una reacción a la modernidad, es un fenómeno nuevo relativamente, que en los últimos 70 años se acelera considerablemente. Las prohibiciones son cada vez más fuertes y las comunidades más herméticas.

El suicido de Esti Weinstein el fin de semana pasado generó gran interés en los medios comunicación en Israel y la opinión pública. Weinstein, de 50 años, había dejado el mundo Ultra Ortodoxo hace 8 años, y sufrió desde entonces, una expulsión, boicot y repudio en su comunidad y su familia, incluyendo a sus 7 hijas.

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Weinstein fue tratada con más rigor, porque después de abandonar a la corriente Gur, la más poderosa y más extremista de todas, escribió un libro sobre su vida en este submundo y sobre las dificultades que tuvo que enfrentar al abandonarlo.

Su libro, y más aun su suicidio y su cobertura mediática, abrieron una ventana a la vida en esta corriente de los seguidores de Gur, y a sus reglas estrictas, algunas muy difíciles de entender o de tolerar.

Weinstein, que se casó a los 17 años, cuenta que unas pocas semanas antes del casamiento. Casamiento arreglado naturalmente, recién supo por primera vez por instrucción recibida, algún dato sobre la relación sexual entre hombre y mujer. Para aclararlo más, no sabía “cómo vienen los bebés al mundo”. Inexistente conocimiento de la anatomía femenina y masculina. De repente, después de años escuchando que no hay que mirar a los hombres, ni hablarles y por supuesto, mucho menos, tocarlos, le “dicen” que tiene que hacer “esto” con un hombre desconocido y carente de conocimiento al igual que ella.

A los hombres en la corriente de Gur, se los prepara UN DÍA antes de la boda, y sobran los casos de desmayos, ataques de pánico entre los asustados jóvenes que al igual que las mujeres, fueron instruidos a distancia absoluta del género femenino.

La corriente de Gur se propuso salir en contra de lo que ven como la obsesión del mundo moderno con el sexo; y vivir en un estilo de vida lo más ajeno posible a este mundo permisivo.

Si bien todos los ortodoxos obedecen reglas estrictas, los de Gur lo llevaron a un extremo casi inhumano ante los ojos de una sociedad moderna.

La distancia a mantener entre hombres y mujeres incluye las reglas del comportamiento de la pareja, cuenta Weinstein en su libro.

Su marido no la llamaba por su nombre, no la tocaba nunca salvo en los dos coitos permitidos mensualmente.

Sin palabras de amor y cariño, con la mínima comunicación posible, sólo lo necesario. No hubo salidas de parejas, ni siquiera al supermercado.

Cuando recibió a su marido al volver de estudiar con un saludo demasiado cordial, éste se dio vuelta y se fue de casa. Horas después cuando volvió le dijo – demasiado bien no está bien.

Los hombres en Gur, como en la mayoría del mundo Ultra, están exentos de trabajar. Las mujeres son las que mantienen la casa económicamente, además de todas las tareas domiciliarias de una familia que normalmente abunda de hijos. Toda esta convivencia sin una palabra de amor, sin una acaricia o tan sólo, una charla amena.

En esta ciudad tuve a mis hijas escribió Esti Weinstein, y en esta ciudad me quito la vida por ellas.

Es comprensible el dolor de una madre marginada por 6 de sus 7 hijas, por haber elegido vivir una vida diferente. Pero parece que el dedo acusador olvidó apuntar a otros, ya que lo hizo erróneamente con sus hijas; lavadas de cerebro, cautivas en un sistema de represión inhumana.

Fuente: The Times of Israel