El presidente del Congreso Mundial Judío, que viajó a Auschwitz hace 30 años con el premio Nobel, recuerda lo ‘mensch’ que era la brújula moral del mundo.

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Hace treinta años, viajé a Auschwitz con Elie Wiesel. Ya había estado en el campo antes. Había visto el alambre de púas, los cuarteles, las torres de vigilancia. Me había parado en las cámaras de gas, donde una generación de niños judíos perecieron en las manos del mal. Pero la experiencia de Auschwitz a través de los ojos de Elie, a través de los ojos del hombre que enseñó al mundo los horrores del Holocausto, cambió todo para mí. Cambió mi forma de pensar, y encendió una llama que arde en mí hasta hoy.

Elie una vez observó que los sobrevivientes de la Shoá “tenían derecho a renunciar a la humanidad”. Pero Elie no abandonó. Cuando me uní a él en Auschwitz, me encontré con un hombre no lleno de odio, sino de tristeza y determinación. Tristeza por todos los que se habían perdido, y determinación para honrar su memoria con acción e impacto.

Hablamos sobre el significado del Holocausto. Y dijo algo que nunca olvidaré. Me dijo, “Lo contrario del amor no es el odio. Es la indiferencia. “La indiferencia es lo que llevó al mundo a sentarse de brazos cruzados mientras el antisemitismo progresaba en Alemania. La indiferencia hizo posible el Holocausto”.

Y así Elie hizo un compromiso: Nunca podría ser indiferente al sufrimiento. A través de su escritura, su activismo, y con la fuerza de su voz moral, centró sus considerables energías en la lucha contra la injusticia y el mal.

Él ayudó a traer la atención del mundo sobre la difícil situación de las personas perseguidas en Ruanda y la antigua Yugoslavia. Su libro, Los Judíos del silencio, una de sus más de sesenta obras de no ficción y ficción, creó conciencia sobre los judíos soviéticos luchando bajo las cadenas de la opresión política. Junto con su amada esposa, Marion, ella misma sobreviviente del Holocausto, fundó la Fundación Elie Wiesel para la Humanidad. Ayudó a dirigir el esfuerzo de crear el Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos en Washington, reuniendo así a la comunidad sobreviviente para construir esa perdurable institución.

Premio Nobely sobreviviente del Holocausto Elie Wiesel en la ceremonia por el Holocausto en la Conferencia de Praga, 26 de junio, 2009. REUTERS/David W Cerny
Premio Nobely sobreviviente del Holocausto Elie Wiesel en la ceremonia por el Holocausto en la Conferencia de Praga, 26 de junio, 2009. REUTERS/David W Cerny

Era un profesor. No sólo nos enseñó sobre los males de Auschwitz, sino sobre judaísmo, sobre la causa del sionismo, y sobre el Estado de Israel, una tierra que veneró y amó. Y a pesar de que pasó su vida adulta en Estados Unidos, Elie estaba en casa en todas partes, en el Viejo Mundo y en el Nuevo Mundo, en yiddish, húngaro, francés, inglés y hebreo. Estaba a gusto con los líderes mundiales, y los muchos presidentes de Estados Unidos y estadistas mundiales que buscaban su consejo.

Y era un escritor de talento poco común. Su prosa elegante sin embargo inquietante, simple pero contundente, alertó al mundo de los peligros de la indiferencia. Utilizó su poderosa pluma para inspirar a generaciones, para inspirar a judíos y no judíos por igual a luchar contra la intolerancia y el odio dondequiera que supuran.

Soy una de esas personas a las que él inspiró. Por Elie, por lo que aprendí ese día con él en Auschwitz hace tres décadas, resolví hablar cada vez que veo una injusticia. Es el ejemplo de Elie lo que me llevó a involucrarme en el Congreso Judío Mundial, la organización que ahora tengo el privilegio de dirigir.

Él me dio el valor de hablar en nombre de los judíos del mundo. Él me inspiró para defender a Israel, su pueblo, sus derechos, su seguridad. Todo lo que hago hoy es por el ejemplo que Elie sentó para mí, y para el mundo.

Es probable que Elie nos haya dejado, pero su recuerdo permanece. Como dijo su hijo Eliseo elocuentemente en el funeral de Elie, todavía siento su presencia dentro de mi corazón. Todavía oímos su voz suave, que nos dice lo que diría a quien quisiera escuchar: que las personas de buena conciencia tienen la obligación moral de hablar, de ser escuchados, y de luchar contra la intolerancia.

Elie Wiesel fue un superviviente, un maestro, un premio Nobel, un erudito, y la brújula moral del mundo. Pero, sobre todo, fue un mensch. Que su legado y sabiduría perduren como llama eterna.

Emb. Ronald S. Lauder es el presidente del Congreso Mundial Judío.

Fuente: Ynet – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico