Hace falta biografiar a los grandes villanos, sostiene el historiador Enrique Krauze. Que se escriban semblanzas del usurpador Victoriano Huerta, o del “Tigre de Tacubaya”, Leonardo Márquez. Un proyecto que descarta emprender no por falta de empatía, precisa, sino de tiempo.

“Hay maravillosos libros que no son para uno”, resume.

Supersticioso, “porque se ceban”, Krauze calla el tema de los “dos o tres proyectos en los que trabaja. Quizás haya escrito, calcula, un centenar de perfiles y ensayos biográficos a lo largo de 35 años, pero no considera aún preparar sus memorias.

“No me ha llegado el momento, estoy demasiado joven”, dice a un año de cumplir los 70.

Krauze presenta en los dos volúmenes de Caras de la historia su mural personal, un variado mosaico de biografiados. Juntos suman 83 ensayos y retratos de escritores, historiadores, periodistas, filósofos, artistas, empresarios, ídolos… “Ha sido un gran gusto asomarme a esas vidas y tratar de entenderlas”.

El historiador evoca a Juan Soriano y su deseo de captar en el retrato el alma de las personas. Los trazos de Krauze están hechos de palabras: “Son pinceladas que dan un atisbo, arrojan luz sobre una vida, e incitan al lector a profundizar”.

“Creo que el común denominador es la fascinación por el individuo y el interés por descubrir aquello único que los hace distintos. No hay dos personas iguales en el mundo”.

¿Cómo descubre esa particularidad?

Yo creo que hay algo que puede llamarse imaginación biográfica, y que significa transportarte mediante la empatía al alma, la mente, los sentimientos del biografiado, e intentar intuir cuál es la fuente de su creatividad. En cuanto a la particularidad, eso lo dice Plutarco, a veces una manía, una forma de comportarse en privado o en público, dice más que mil discursos.

Hermana menor de la historia, la biografía es un género que comienza a ser frecuentado en México, afirma Krauze. Destaca los trabajos recientes de Carlos Tello Díaz, Claudio Lomnitz y Aurelia Valero Pie.

Caras de la historia (Debate) forma parte de la colección Ensayista Liberal. Alfonso Reyes, Luis Villoro, Gabriel Zaid, Carlos Fuentes, Julio Scherer aparecen en sus páginas junto a figuras controvertidas como Fidel Velázquez y Emilio Azcárraga Milmo.

“No me he arredrado en biografiar a personajes polémicos, no se trata de construir un panteón de santos, sino de incluir aquellas figuras que me parecen interesantes, representativas, influyentes”.

Historiadores y biógrafos, considera, tienen la obligación de ser veraces. “No es cierto que no se puede encontrar la verdad, es una actitud frívola pensar eso”, dice.

Alcanzar esa verdad, liberarla de la bruma de la mentira, considera, debe ser un objetivo irrenunciable.

“La mayor mitología ha sido dividir la historia entre liberales y conservadores, héroes y villanos. Esa bipolaridad le ha hecho un daño inmenso a la comprensión histórica en México. Para empezar, borró de un plumazo la tradición conservadora del siglo 19, y luego la visión revolucionaria borró a la conservadora e incluso a la visión liberal del siglo 19. Ahora hay que pedir perdón por ser liberal”.

Benito Juárez, Ignacio Ramírez, Melchor Ocampo, recuerda, eran liberales que estaban a favor del libre comercio, la libertad religiosa y política, temas que tanto la extrema derecha como la izquierda radical observan con horror. “Los nazis y los comunistas caminan de la mano; es uno de los fenómenos de la posmodernidad”.

Quizá no se entienda el concepto liberal. A usted lo encasillan en la derecha.

Fíjate nada más, entonces Juárez, Ramírez, Ocampo son de derecha. Encasillar es insultar, no es refutar. Yo estoy en contra del dogmatismo religioso, del proteccionismo económico, de la discriminación sexual. Ser liberal es todo lo contrario a ser de derecha, pero tampoco es ser de izquierda, si eso significa ser leninista o trotskista o castrista o chavista. Soy liberal. Me tiene sin cuidado lo que piensen los dogmáticos de mí, lo que me importa es el público lector. Creo en ese público profundamente.

Fuente:reforma.com