RON PROSOR

Tras el horror de Niza, los israelíes manifiestan su solidaridad al pueblo de Francia. Al ver niños y seres queridos segados durante una velada de celebración, nuestros corazones se rompen. Oramos por la pronta recuperación de los heridos y lloramos con las familias de las víctimas.

Pero las expresiones de simpatía y solidaridad no son suficientes. A medida que la amenaza terrorista se desarrolla, nuestra respuesta respuesta debe ser acorde. En Niza, el uso de un camión como arma del crimen muestra cómo el terrorismo desarrolla nuevas formas de infligir bajas masivas.

Israel tiene una amarga experiencia en esto. La devastación en Niza fue en gran escala, pero el método de ataque es dolorosamente familiar. Desde octubre, en 44 ataques terroristas se han utilizado vehículos de motor como un arma contra los israelíes.

En los últimos meses, una nueva generación de terroristas radicalizados en las redes sociales han lanzado más de 300 ataques en Israel utilizando cuchillos, armas y vehículos. Los medios sociales palestinos, e incluso medios oficiales, han publicado una gran cantidad de material glorificando el cuchillo y el coche como arma. Lo mismo puede decirse de los grupos yihadistas que asesinan a civiles en Francia y en otros lugares del mundo.

Estas personas ya no requieren campos de entrenamiento, experiencia en la fabricación de bombas o incluso una orden. Todo lo que necesitan es una conexión a Internet, incitación y el deseo de matar.

En esta era digital, el terrorismo no se puede combatir con una respuesta analógica. Tenemos que mantener el ritmo, e Israel tiene experiencia y conocimientos que compartir.

Cuando los grupos terroristas palestinos fueron pioneros del secuestro aéreo, Israel fue pionero en métodos de seguridad rigurosos para nuestros aeropuertos y líneas aéreas. En ese entonces, se nos acusó de socavar las libertades y penalizar a los inocentes. Pocos habrían cuestionado la necesidad de dichos mecanismos en la actualidad.

Cuando Israel utilizó por primera vez aviones no tripulados para atacar a los líderes terroristas, se nos acusó de “ejecución extrajudicial”. Hoy en día estas técnicas son ampliamente utilizadas en la lucha contra el Estado Islámico y Al Qaeda.

Discreta pero deliberadamente, hemos modificado nuestro entorno construido para proteger la vida civil. Cuando, en 2014, un terrorista palestino trató de atropellar a israelíes en una parada de autobús, el vehículo fue bloqueado por un bolardo de concreto. Al salir de su auto, el atacante mató a una víctima con un cuchillo. Sin embargo, el número de muertos podría haber sido mucho mayor.

Otros países ahora colocan bolardos en objetivos de alto relieve como la Casa Blanca en Washington, Westminster en Londres y embajadas de alto riesgo en las principales ciudades del mundo. Pero cuando el enemigo ve a niños celebrando como un objetivo, tenemos que adaptarnos de nuevo.

Los críticos se quejan de que este tipo de acciones defensivas ponen en peligro las libertades civiles y alimentan el miedo. Sin embargo, la amenaza no puede ignorarse, no cuando la suprema libertad civil, el derecho a celebrar el Día de la Bastilla, asistir a un concierto de rock, un club nocturno o cenar en un restaurante sin miedo a la muerte, es objeto de ataque. Preservar la libertad y las libertades civiles al tiempo que se responde al terrorismo es un reto para cualquier país, especialmente en una democracia.

Necesitamos herramientas para trabajar con mayor agilidad y rapidez contra terroristas potenciales. Las agencias de inteligencia deben contar con mayores recursos para identificar e interpretar el flujo de datos tan rápida y eficientemente como sea posible. Esto implica necesariamente la elaboración de perfiles y de un análisis de los más propensos a la radicalización. En una era en la que el Internet ha convertido al solitario perturbado de ayer en la célula durmiente radicalizada de hoy, las empresas de los medios sociales también deben asumir la responsabilidad y actuar.

Más allá de las medidas de protección, necesitamos marcos nuevos e innovadores para trabajar juntos y presentar un frente unido de musulmanes, cristianos y judíos. Una de las primeras víctimas en Niza era una mujer musulmana. Los terroristas islámicos incluso han golpeado sitios sagrados del Islam en Medina, Arabia Saudita.

Musulmanes, cristianos y judíos deben combatir el terrorismo. Ya existe una colaboración “bajo el radar”entre Israel, el occidente y los países árabes. En una lucha que es tanto una guerra de propaganda, como una de armas, la participación abierta de los países árabes y musulmanes enviaría un mensaje poderoso y oportuno.

Por último, la Asamblea General de las Naciones Unidas debería llevar a cabo una sesión especial para unir a naciones y comunidades de todas las religiones, abierta y honestamente, y hacer lo necesario para combatir este mal. El terrorismo islámico nos ataca, y juntos debemos defendernos.

Ron Prosor se desempeñó como embajador de Israel ante las Naciones Unidas y el Reino Unido. Actualmente es presidente del Instituto Abba Eban de Asuntos Internacionales del Centro Interdisciplinario Herzliya y miembro distinguido del Instituto Hudson.

Fuente: Wall Street Journal

Traducción: Esti Peled

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