Entre las muchas preguntas aún sin respuesta acerca del intento de golpe de Estado en Turquía, hay una que tiene implicaciones graves para la seguridad nacional de Estados Unidos, y el resto del mundo: ¿Qué tan seguras están las bombas de hidrógeno estadounidenses almacenadas en su base aérea turca?

AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO- En la base aérea de Incirlik, en el sureste de Turquía, se encuentra el almacén más grande de armas nucleares de la OTAN. La mañana del sábado, la Embajada de Estados Unidos en Ankara emitió un “mensaje de emergencia para los ciudadanos de Estados Unidos”, advirtiendo que habían cortado la electricidad a Incirlik y que “las autoridades locales se negaban a dejar al personal tanto externo como interno moverse con libertad. Incirlik se vio obligada a depender de generadores de emergencia, aviones de la Fuerza Aérea EE.UU. que se encuentran destacados ahí se les prohibió despegar o aterrizar, y el nivel de seguridad de la amenaza se elevó a FPCON Delta, la alerta más alta, que se declara sólo cuando se ha producido un ataque terrorista o cuando uno es inminente. El domingo, el comandante de la base, el general Bekir Ercan Van, y otros nueve oficiales turcos en Incirlik fueron detenidos por su presunto apoyo al golpe. Al momento de escribir estas líneas, los vuelos americanos se han reanudado en la base, pero la electricidad sigue suspendida.

Según Hans M. Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Estadounidenses, las bóvedas subterráneas en Incirlik tienen alrededor de cincuenta bombas de hidrógeno B-61, lo que constituye más del 25% de las armas nucleares en el arsenal de la OTAN. La bomba que destruyó Hiroshima tenía una fuerza explosiva equivalente a unos 15 kilotones de TNT. En comparación, el “rendimiento” de las bombas B-61 en Incirlik se puede ajustar de 0,3 kilotones a un máximo de 170 kilotones.

Incirlik fue construida por el Cuerpo de Ingenieros de EE.UU. luego de la Segunda Guerra Mundial; cuando Turquía se unió a la OTAN, en 1952, se convirtió en una base estadounidense crucial durante la Guerra Fría. Con un tiempo de vuelo de aproximadamente una hora a la Unión Soviética, la base alojó combatientes estadounidenses, bombarderos, tanques, y aviones U-2 de espionaje. Y, al igual que muchas bases de la OTAN, almacena armas nucleares de Estados Unidos. La amenaza de un ataque nuclear, se suponía, disuadiría a los tanques soviéticos de avanzar hacia territorio de la OTAN. Además conceder acceso a las armas nucleares a los países de la OTAN reforzaría la alianza, proporcionando evidencia tangible de que Estados Unidos estaba dispuesto a entrar a una guerra nuclear para defender a la OTAN.

A mediados de la década de los sesenta, más de siete mil armas nucleares estadounidenses se desplegaron en el oeste de Europa, Grecia y Turquía. Llegaron en todos los tamaños, formas y rendimientos: cabezas nucleares, bombas, minas terrestres, cargas de profundidad, proyectiles de artillería, de incluso pequeños proyectiles nucleares que podrían ser disparados con un rifle. Las armas se encontraban técnicamente bajo la custodia de agentes estadounidenses, listas para ser entregadas para su uso en tiempos de guerra por el personal de la OTAN. Sin embargo, la custodia de las armas no es lo mismo que el control de ellas. Una delegación de senadores estadounidenses que visitó Europa en 1960 se sorprendió al encontrar bombas de hidrógeno cargadas en aviones alemanes que estaban en estado de alerta y tripulados por pilotos alemanes; ojivas termonucleares en misiles tripulados por italianos; y armas nucleares “vigiladas” y transportadas por no-americanos. El robo o el uso de estas armas por parte de los aliados de la OTAN se convirtió en una gran preocupación. “La lealtad primordial de los guardias, por supuesto, es a su propia nación, y no a los EE.UU.,” advirtió la delegación del Senado en un informe clasificado.

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Dos años más tarde, durante la crisis de los misiles, el Secretario de Defensa Robert McNamara se preocupó porque los oficiales turcos pudieran tratar de disparar algunos de misiles nucleares de la OTAN contra la Unión Soviética sin permiso y ordenó a custodios estadounidenses sabotear los misiles, de cualquier manera si alguien intentara lanzarlos. Se colocaron interruptores codificados en las bombas de hidrógeno de la OTAN. Estos interruptores se diseñaron para impedir el uso no autorizado de las armas; las bombas no detonarían si el operador no introducía el código correcto. Cuando dos aliados de la OTAN, Grecia y Turquía, estaban en el momento más crítico de la guerra en 1974, Estados Unidos sacó en secreto todas las armas nucleares de Grecia y cortó los cables de armado de todas las armas nucleares almacenadas en Turquía, dejándolas inoperables.

Gracias en gran parte a la reducción del almacenamiento nuclear durante las administraciones del presidente George H. W. Bush y el presidente George W. Bush, Estados Unidos tiene ahora unas 180 armas nucleares desplegadas con la OTAN, todas ellas bombas B-61. Además de Incirlik, las armas se almacenan en bases en Alemania, los Países Bajos, Bélgica, e Italia. Hoy en día, el simbolismo de estas bombas es mucho más importante que su utilidad militar; Existen misiles que lleven ojivas nucleares que llegan a sus objetivos mucho más rápido, de manera más fiable, y con mucha mayor precisión. La retención de las armas nucleares en la OTAN demuestra el compromiso permanente de los Estados Unidos a la alianza, e intimida a Rusia, además de desalentar el desarrollo de bombas de hidrógeno por parte de los miembros de la OTAN.

Quienes se oponen a esta política, como Frank-Walter Steinmeier, el ministro de Asuntos Exteriores alemán, considera estos arsenales “absolutamente sin sentido”, y como un blanco atractivo para los terroristas.

En unas pocas horas y con las herramientas y capacitación adecuadas, se puede abrir una de las bóvedas de almacenamiento de armas nucleares de la OTAN, y sacar un arma. En cuestión de segundos, se puede colocar un artefacto explosivo en la parte superior de una bóveda de almacenamiento, destruir el arma, y liberar una nube radiactiva letal.

En 2010, un grupo de pacifistas saltó una valla en la base aérea Kleine Brogel, en Bélgica, y consiguieron cortar una segunda valla, después entraron en una bóveda de armas nucleares, y colocaron stickers anti-nucleares en las paredes, estuvieron dentro de la base por una hora, y publicaron un video de la incursión en YouTube. El video mostró que el soldado belga que finalmente se enfrentó a ellos portaba un rifle sin balas.

Los problemas de seguridad en la base aérea de Incirlik recientemente dieron pie a una actualización importante de la valla perimetral alrededor del área de almacenamiento de armas nucleares. Incirlik se encuentra a 110 km de la frontera con Siria, y desde octubre pasado aviones estadounidenses y aviones no tripulados en la base han estado atacando a las fuerzas de ISIS.

Su proximidad a las zonas controladas por los rebeldes en Siria y la ola de los actos terroristas en Turquía, hicieron que el Pentágono, hace unos meses, emitiera una “salida ordenada” de todos los miembros de las familias de las tropas estadounidenses en Incirlik. Se les pidió que salieran de inmediato. Alrededor de dos mil militares estadounidenses permanecen allí.

Aunque Incirlik probablemente tiene más armas nucleares que cualquier otra base de la OTAN, no tiene ningún avión americano, ni turco, equipado para lanzarlas.

Las bombas se encuentran simplemente varadas en la base, bajo tierra, a la espera de ser utilizadas -o mal utilizadas.

Fuente: The New Yorker