NIMA GHOLAM ALI POUR

Los yihadistas que vienen a Suecia saben que hay muchos políticos de izquierda en busca de “extremistas de derechas” invisibles, y que hay feministas que creen que lo verdaderamente importante es utilizar la “perspectiva de género” en la lucha contra el extremismo y el terrorismo.

Como el resto de países europeos, Suecia está intentando luchar contra los yihadistas y los terroristas, pero a veces parece como si los actores clave de Suecia no comprendieran cuáles son las amenazas o cómo deben tratarlas.

En 2014, por ejemplo, el Gobierno sueco decidió crear la figura llamada “Coordinadora Nacional contra el Extremismo Violento“. Pero en lugar de nombrar a un experto como coordinador nacional, el Gobierno nombró a Mona Sahlin, antigua líder del Partido Socialdemócrata. Además de tener sólo el título de bachillerato, Sahlin es sobre todo conocida por un escándalo de corrupción. Como líder del Partido Socialdemócrata, perdió las elecciones de 2010, y como ministra en varios gobiernos socialistas, no ha logrado destacar en nada relevante. Göran Persson, primer ministro de Suecia entre 1996 y 2006, describió así a Mona Sahlin:

La gente cree que Sahlin tiene mayor capacidad política de la que tiene. Lo que sale de su boca no es tan destacable. Su punto fuerte no es pensar, sino transmitir mensajes.

Con esos antecedentes, no sorprende su ineficiencia como Coordinadora Nacional contra el Extremismo Violento. Pero el hecho de que utilizara su alto organismo gubernamental para ayudar a sus amigos sí conmocionó a la opinión pública sueca. Sahlin había contratado a su antiguo guardaespaldas en su agencia y firmó un certificado falso según el cual él ganaba 14.000 dólares mensuales a fin de que le concediesen un crédito para comprar una casa de 1.200.000 dólares.

Sahlin también le dio un trabajo en prácticas a un familiar de él, pese a que su solicitud había sido rechazada. Antes de dimitir en mayo de este año, Sahlin dijo: “Ayudo a muchos de mis amigos”.

A pesar de que en Suecia existe un Ministerio de Justicia al cargo de asuntos que parecen más relacionados con el extremismo violento, Suecia, por alguna razón, ha situado a la agencia para combatirlo bajo el Ministerio de Cultura.

Mientras que EE.UU. considera la lucha contra el extremismo violento como un asunto de seguridad, es obvio que Suecia cree que el combate contra el extremismo violento debe asignarse a un ministerio responsable de temas como los medios de comunicación, la democracia, los derechos humanos y las minorías nacionales. Con esa delegación de responsabilidad, el Gobierno parece que, o bien está tratando de obstaculizar los esfuerzos para combatir el extremismo violento, o bien no comprende la naturaleza de la amenaza.

Esa falta de conocimiento sobre el extremismo violento, unida a la politización del problema, ha sido evidente por ejemplo en Malmö, la tercera ciudad mayor de Suecia. Tras los atentados de París en noviembre de 2015, el concejal de Malmö responsable de la protección y seguridad, Andreas Schönström, dijo que el extremismo europeo de extrema derecha es una amenaza mayor que el islamismo violento. Y el pasado 5 de junio, Jonas Hult, el jefe de seguridad de Malmö, escribió: “Las fuerzas de extrema derecha en Malmö son la mayor amenaza”.

Con esas declaraciones, uno se pensaría que quizás Malmö es una ciudad plagada de bandas neonazis. No es el caso. Malmö es una ciudad que suele acabar saliendo en las noticias a causa del antisemitismo islámico o de activistas extremistas que trabajan para destruir a Israel. No ha habido noticias de ningún movimiento neonazi en Malmö en el pasado reciente.

Cuando los seguidores de Pegida (un movimiento político contra la inmigración islámica en Europa) fue a Malmö, tuvieron que ser protegidos por la policía debido a los miles de activistas extremistas y musulmanes que protestaban por la presencia de Pegida. De los habitantes de Malmö, un 42 % nació en el extranjero o lo hicieron sus padres.

Además, los políticos del Partido Socialdemócrata están en el poder municipal de Malmö desde 1919. Decir que Malmö es de algún modo un lugar donde el extremismo de derechas representa una amenaza carece de cualquier base fáctica. En lugar de combatir en serio el extremismo violento, muchos en Suecia han elegido –posiblemente creyendo que era más fácil– politizar el problema.

Suecia tampoco ha llegado aún al punto en que las autoridades marquen distancias con el extremismo violento. La asociación Kontrakultur (una asociación cultural y social de Malmö) recibe unos 37.000 dólares al año de la comisión municipal de Cultura de Malmö. En su web, Kontrakultur escribe que colabora con una organización llamada Förbundet Allt åt Alla (Asociación Todo para Todos). Esta organización está compuesta a su vez –según la Coordinadora Nacional contra el Extremismo Violento– de activistas extremistas.

La idea de que los fondos municipales no deben ir bajo ningún concepto a organizaciones que cooperan con extremistas violentos no ha arraigado aún en Suecia. En junio de 2016, por ejemplo, llegó a Malmö un yihadista de 46 años perteneciente al Estado Islámico. La policía lo mantuvo en custodia para agilizar su deportación. Pero cuando el individuo pidió asilo, la Agencia de Migración sueca tomó cartas en el asunto para estudiar su solicitud de asilo, y dio la orden de paralizar la deportación. El inspector Leif Fransson, de la policía de fronteras, explicó la situación:

En cuanto esta gente saca su as de la manga y dice “asilo”, se abren las puertas del cielo.

En agosto de 2015, el Gobierno sueco presentó al Parlamento un documento que resumía la estrategia sueca contra el terrorismo. Entre otras cosas, el documento decía:

Es importante que haya una perspectiva de género en los esfuerzos para prevenir el extremismo violento y el terrorismo.

Bajo el epígrafe “Perspectiva de género”, en la directiva de un comité del Gobierno sueco sobre la misión de la Coordinadora Nacional contra el Extremismo Violento, se puede leer:

El entorno del extremismo violento está compuesto principalmente de hombres, y en los movimientos extremistas hay individuos que se oponen a la igualdad de género y a los derechos de las mujeres. Es importante, por tanto, que haya una perspectiva de género en los esfuerzos para prevenir el extremismo violento, y que las normas que interactúan y contribuyen al surgimiento de entornos violentos sean eficazmente contrarrestadas.

A lo mejor el Gobierno sueco tiene un plan secreto para convencer a los yihadistas de que se conviertan en feministas. Pero como es habitual, los políticos suecos han optado por politizar la lucha contra el extremismo y el terrorismo, y tratar la cuestión como si tuviese que ver con la baja parental en lugar de con la seguridad de Suecia.

No hay pruebas de que la “perspectiva de género” sea relevante o útil en la lucha contra el extremismo y el terrorismo, y sin embargo vemos que el Gobierno sueco, en varios documentos relacionados con el terrorismo y el extremismo, cree claramente que la “perspectiva de género” es lo que hay que emplear en la lucha contra esas amenazas. Esto nos da una somera idea del denuedo con que Suecia quiere evitar el problema o pedir siquiera ayuda a los expertos.

Se podría aducir que esto se debe a que Suecia nunca se ha expuesto al terrorismo islámico, o que el extremismo no es algo que preocupe al país. Pero Suecia sí ha pasado por la experiencia de tener que hacer frente al terrorismo islámico. El 11 de diciembre de 2010, un yihadista se inmoló en el centro de Estocolmo. Taimur Abdulwahab no logró herir a nadie, pero Suecia probó una muestra del terrorismo islámico y tiene toda la lógica que quiera defenderse contra nuevas muestras.

El extremismo islámico, por desgracia, se está generalizando, especialmente en las grandes ciudades suecas. Gotemburgo, por ejemplo, ha tenido graves problemas con él. En noviembre de 2015, se reportó que el 30 % de los 300 yihadistas suecos en Siria e Irak procedían de Gotemburgo. El único país que con más ciudadanos per cápita que Suecia que actúan de yihadistas en Irak y Siria es Bélgica.

A medida que se acumulan los datos abunda la información que indica que Suecia tiene graves problemas con su tratamiento del extremismo islámico y el yihadismo. El Servicio de Seguridad sueco (Säpo, por sus siglas en sueco) publicó a principios de 2015 una nota de prensa que utilizaba las palabras “reto histórico” para referirse a la amenaza del islamismo violento. Ya en mayo de 2015, el jefe del Säpo, Anders Thornberg, expresó dudas respecto a que la agencia pudiese manejar la situación si continuaba o aumentaba el reclutamiento de yihadistas en Suecia.

Los expertos del aparato de seguridad sueco han expresado claramente que el islamismo violento es un peligro real y presente para la seguridad de Suecia, pero el politizado debate sobre el terrorismo islámico y el extremismo no parece capaz de interiorizar esta advertencia.

Esta politización general, unida a que no se haya priorizado la lucha contra el terrorismo y el extremismo, es la razón por la que Suecia es –y seguirá siendo– un imán para los extremistas y los terroristas. Los yihadistas que vienen a Suecia saben que hay muchos políticos de izquierdas en busca de “extremistas de derechas” invisibles, y que hay feministas que creen que lo verdaderamente importante es utilizar la “perspectiva de género” en la lucha contra el extremismo y el terrorismo.

Los yihadistas también saben que existen enormes vacíos administrativos y legales de los que se pueden aprovechar. Estas son las políticas que han creado los políticos suecos. Por lo tanto, uno sólo puede preguntarse si Suecia quiere luchar en serio contra las amenazas del terrorismo y el extremismo.

Fuente:es.gatestoneinstitute.org