LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Los atentados yihadistas que registró Alemania en julio pasado, los primeros que se atribuyen al Estado Islámico (EI), causaron alarma y miedo entre la población de ese país, ambos se realizaron en el Sur de Alemania; uno se llevó a cabo en un tren en el trayecto de Treuchtlingen y Wurzburgo en el que un refugiado afgano de 17 años, que fue abatido, hirió gravemente con una hacha y un cuchillo de cocina a tres pasajeros y, el otro, fue un ataque de un sirio solicitante de asilo, que falleció en el mismo y que causó 15 heridos, 4 de ellos de gravedad. Los atentados han cuestionado los fundamentos de la política migratoria de acogida de refugiados en Alemania, que recibió más de un millón en el 2015.

En este contexto, el Ministro del Interior germano, Thomas de Maiziere, presentó un proyecto de Ley para impedir nuevos atentados; entre otras medidas, planteó endurecer la Ley de Extranjería, con el establecimiento de una agencia que centralice la lucha contra el ciberterrorismo y el retiro de la nacionalidad de alemanes que tengan otra y hayan combatido en grupos terroristas. Asimismo, introduce la figura de “amenaza para la seguridad pública” con el propósito de acelerar la extradición de extranjeros delincuentes y migrantes sin permiso de residencia. Maiziere también anunció que se reforzarán las fuerzas de seguridad con más elementos y se creará una Dirección de Fuerzas Especiales. Comentó que aumentará la vigilancia en centros de acogida de inmigrantes para detectar a personas radicalizadas.

Los inmigrantes de África, Asia y el Medio Oriente son un foco de tensión social en Alemania, en virtud de que desde el año pasado se experimenta una oleada de violaciones a mujeres alemanas; igualmente, en marzo de este año cientos de mujeres fueron agredidas sexualmente en Colonia, Hamburgo y otras ciudades de Alemania. Desafortunadamente la mayor parte de los violadores quedan impunes; aparentemente las autoridades alemanas minimizan estos actos delictivos para evitar que se acentúen los sentimientos antiinmigrantes que cada día cobran fuerza en ese país.

En Alemania existe el temor que se realicen nuevos actos terroristas, sobre todo de los alemanes que han viajado a Siria e Irak para combatir con las milicias del EI. De acuerdo a los servicios de inteligencia de Alemania, 820 personas han abandonado Alemania con ese propósito, y uno de cada tres han regresado al país.

Por otra parte, aunque no se admite públicamente, existe inquietud sobre el poder autoritario del presidente de Turquía, Erdogan, tras el frustrado golpe de Estado en su contra el 15 de julio pasado, y la influencia que ejerce en la comunidad turca en Alemania, tres millones de personas, la mitad conserva su pasaporte originario.

El temor de que el gobierno de Turquía, que ha estado impulsando la islamización de ese país, pueda propiciar la desestabilización de Alemania, deriva del veto del Tribunal Constitucional alemán a la difusión de un mensaje directo de Erdogan a sus compatriotas, reunidos el 31 de julio en Colonia en contra del golpe de Estado. Ciertamente, a través de organizaciones financiadas por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (islamita) en el poder, “Ankara ha comenzado a perturbar la convivencia entre la comunidad turca y, al mismo tiempo, a ejercer una interesada influencia en la sociedad alemana; todas las personas que se expresan críticamente sobre lo que está pasando en Turquía son acusados de traidores o enemigos del país”.

El terrorismo es una amenaza que se extiende a un buen número de países de Europa, especialmente a Francia. Después de los atentados de Paris en noviembre del 2015 que causaron 130 muertos y 200 heridos, el presidente Hollande, propuso que a los terroristas con doble nacionalidad se les privara de la francesa, incluso si habían nacido en Francia, no obstante tuvo que dar marcha atrás por falta de consenso en el Parlamento. En este sentido, el gobierno de Bélgica aprobó en julio del 2015 una ley que permite retirar la nacionalidad a los belgas terroristas que la hayan adquirido después de nacer.

En el presente en Francia, por Ley, se puede retirar la ciudadanía solo a aquellos binacionales que hayan adquirido la ciudadanía francesa en los últimos 15 años. En este sentido, el gobierno galo ha aprobado 5 legislaciones en los últimos 5 años: 2 antiterroristas, 2 dirigidas a los servicios de inteligencia y una referida al ámbito penal. Las legislaciones han reforzado las penas relacionadas con el terrorismo y han ampliado los poderes de los servicios secretos para interceptar, con autorización previa, llamadas telefónicas. Tras los ataques de noviembre del 2015, Francia decretó al estado de excepción, todavía en vigor, que permite a la policía realizar registros domiciliarios y poner en arresto domiciliario (con autorización para salir unas horas al día) a cualquier sospechoso sin intervención judicial.

La sucesión de atentados está afectando a la economía de Francia, especialmente al sector turístico que representa alrededor del 8.0% del PIB; en los primeros seis meses del año, las reservaciones internacionales en hoteles declinaron 10.0%; igualmente las reservaciones de vuelos con destino a Francia para el verano cayeron 20.0% en los días que siguieron al ataque terrorista en Niza el 14 de julio.

A pesar de las medidas de seguridad implementadas se prevé que los atentados continuarán en Francia, donde viven oficialmente 5 millones de personas que profesan la fe islámica, cifra que quizá asciende a 6 ó 7 millones si se considera a los ilegales; 15,000 salafistas “desafían abiertamente el modelo de vida de Francia y pretenden distorsionar el orden existente en Europa mediante la violencia terrorista”, empero, se considera que millones de musulmanes moderados “quieren conquistar de manera silenciosa a Europa”. Patrick Calvar, Director General de Seguridad Interior de Francia y muchos otros analistas, contemplan la posibilidad que se desate una guerra civil en Europa; “el EI está buscando que se produzca una represión ciega para que los musulmanes muestren solidaridad con la minoría revolucionaria”. Hasta ahora los musulmanes moderados no han utilizado la violencia de la Yihad (la Guerra Santa), sin embargo, la apoyan en silencio.

Otra forma de apoyo a la Yihad es la proliferación de mezquitas en Europa, semilleros de terroristas, y los sitios web extremistas que incitan a los musulmanes al odio y a la violencia. En este marco, Calvar pronostica confrontaciones intercomunitarias de extremistas de derecha con la población musulmana, solo están esperando más ataques para iniciar una confrontación violenta de envergadura.

La mayoría de los atentados en Francia han sido perpetuados por musulmanes franceses; no obstante, el gobierno teme calificar a los terroristas como musulmanes, quizá porque son un mercado importante de votantes. El 93.0% de los musulmanes votaron por Hollande en las elecciones del 2012, y lo mismo sucede en otros países de Europa. El propio Papa Francisco recientemente pidió que no se identifique al Islam con el terrorismo y aseguró que también hay terroristas católicos.

Los gobiernos europeos han sido incompetentes para frenar a los terroristas, incluso el sistema de bienestar prevaleciente en varios países del Continente los premia con diversos beneficios sociales, como el seguro de desempleo, que frecuentemente representan recursos para fomentar actos terroristas. En este entorno se considera que sin una acción contundente frente al terrorismo islámico, no debe extrañar la formación de grupos paramilitares impulsados por partidos políticos y organizaciones xenofóbicas que puedan provocar el caos en Europa.