Una niña siria de seis años de edad, quien fue atendida en el Centro Médico Rambam de Haifa por sus heridas y una enfermedad de la sangre fue dada de alta y enviada a casa luego de que sus nuevos amigos en Israel le organizaron una fiesta de despedida y le obsequiaron varios regalos, entre ellos, una mochila, con la esperanza de que su escuela todavía exista y pueda comenzar la primaria.

ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – La niña es uno de las 140 civiles sirios – hombres, mujeres y niños – que han sido atendidos por los médicos, enfermeras y personal de Rambam en los últimos tres años de la guerra civil en ese país. Sin embargo, la partida de “B” fue especialmente emotiva para todos. Con su vestido, zapatos blancos y una pequeña corona de plata, fue la invitada de honor en la fiesta de despedida organizada por el personal del departamento de pediatría, donde judíos, musulmanes, cristianos y drusos la abrazaron con lágrimas en los ojos, preocupados por el futuro que le espera.

La pequeña llegó al Hospital Infantil Ruth Rappaport en el Centro Médico Rambam a principios de febrero asustada y herida. Una vez que se recuperó de las lesiones que la llevaron al otro lado de la frontera con Israel, el equipo médico descubrió que sufría de una enfermedad de la sangre debido a una insuficiencia de la médula ósea.

Los niños israelíes que padecen de esta enfermedad son sometidos a un tratamiento que generalmente da buenos resultados: una vez que se encuentra un donante de médula ósea, el paciente es puesto en aislamiento para evitar que contraiga infecciones, se realiza el trasplante, y si todo va bien, el niño se recupera.

Sin embargo, para una niña procedente de Siria, todo el proceso es mucho más complicado.

El gobierno israelí intervino para ayudar al equipo médico de “B”, dirigido por las doctoras Irena Zeidman y Ayelet Ben-Barak para identificar a los familiares de la niña en Siria y conseguir muestras de sangre de varios de ellos para averiguar si son donantes potenciales.

“Nunca olvidaré la primera vez que trajeron esos tubos de ensayo, discretamente envueltos en paños de cocina,” recuerda Iris Porat, una de las enfermeras que atendieron a “B”.

Afortunadamente, el hermano de la pequeña resultó ser la combinación perfecta.

Con la ayuda del gobierno, el familiar cruzó la frontera con Siria y fue llevado a Rambam.

El proceso de donación duró dos semanas, tras el cual el hermano volvió a casa y la madre permaneció mientras que los médicos esperaban ver si el trasplante había tenido éxito.

No fue fácil para la madre y la hija, que habían llegado de un país enemigo, lidiar con la separación de su familia. Grace Yaakov, una trabajadora social en el departamento de oncología pediátrica, trabajó incesantemente para crear un sistema de apoyo. Organizaciones no lucrativas del sector árabe, así como padres de pacientes judíos y árabes colaboraron para apoyar a “B”, quien pasó semanas en aislamiento.

Ellos aportaron ropa, comida casera, libros, películas y juegos, todo para ayudar a ambas a sentirse en casa.

La pequeña capturó los corazones de todos con su inteligencia, alegría, y curiosidad. Ella disfrutó especialmente de las fiestas judías e incluso de disfrazó en Purim. Sin embargo, decía que extrañaba a sus hermanos y el muelle cerca de su pequeño pueblo en su país devastado por la guerra.

“B” fue dada de alta la semana pasada. La niña sonriente que sueña con convertirse algún día en diseñadora de modas, entró a una sala llena de pasteles, regalos y amigos que le aplaudían al son de las darbukas. En el evento se mostró un video de la hospitalización de “B”y Ashwak El-Rabia, una organización no lucrativa árabe que ayuda a niños con cáncer, le obsequió una Tablet en la que puede almacenar sus recuerdos, así como una mochila para su primer año de escuela.

Tras los mensajes de despedida, algunos de los cuales fueron leídos cuidadosamente en árabe por médicos y enfermeras judías, la madre leyó su propio mensaje de agradecimiento en voz baja: “Mentiría si dijera que esperaba el trato humano que descubrí aquí. Estoy muy agradecida por su atención y sensibilidad; que Dios los proteja. Y siempre recordaremos lo que han hecho por nosotros.”

Fuente: The Jerusalem Post / Judy Siegel-Itzkovich

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