URI DROMI

Si usted planea viajar a Israel próximamente, dedique 30 minutos de su tiempo a una extraordinaria exposición. En la pared del pasillo que conduce a la sala de salidas en el aeropuerto Ben Gurion, encontrará grandes imágenes de científicos israelíes y sus invenciones. Al llegar la semana pasada como siempre en el último momento, casi perdí mi vuelo a causa de ella.

Mi experiencia de varios años en la Fuerza Aérea de Israel me aporta una perspectiva diferente a la de de los otros viajeros que veían la exposición conmigo: A diferencia de la mayoría de ellos, sabía cómo funcionaba el tráfico aéreo. Cuando finalmente abordaron el avión se relajaron, mientras yo – inconscientemente – me preguntaba si todos los sistemas de la aeronave funcionan adecuadamente, si el radar que monitorea el tráfico aéreo no fallará, y otros pensamientos irritantes.

Disfrutando de la exposición, sentí alivio al descubrir que un científico israelí ya se había encargado de ello hace 40 años. El difunto profesor Amir Pnueli del Instituto Weizmann fue uno de los pioneros en la lucha contra los riesgos de mal funcionamiento de sistemas complejos de computación – no sólo en el tráfico aéreo, sino también en la medicina y en los sistemas de automóviles. En un ensayo pionero de 1976, sugirió formas y medios para hacer frente a este reto. Su investigación le valió el Premio Turing, equivalente al Premio Nobel en Ciencias de Computación.

Nadie puede imaginar cuántas vidas se han salvado gracias a este genio, y a otros brillantes científicos israelíes que forman parte de la exposición, como los profesores Amnón Shashua y Ziv Aviram de la Universidad Hebrea de Jerusalem, que inventaron el Mobileye – un sistema que alerta a los conductores sobre la presencia de peatones o vehículos cercanos evitando accidentes.

Hablando de salvar vidas, los profesores Yechezkel Barenholz y Alberto Gabizon, también de la Universidad Hebrea, desarrollaron el primer nano fármaco contra el cáncer. Ambos inventaron una pequeña bola de 100 nanómetros de diámetro (una diezmilésima de milímetro), que contiene un medicamento contra el cáncer. Esta bola llamada liposoma, lleva la droga a las áreas infectadas con el cáncer y lo combate asegurándose de no dañar las zonas sanas.

Pero ¿por qué introducir algo ajeno al cuerpo cuando a través de la ingeniería genética del sistema inmunológico se puede atraer a ciertas células sanas para atacar las células cancerosas y destruirlas? Esta es la contribución del profesor. Zelig Eshhar del Instituto Weizmann, otro israelí que dio esperanza a tantas personas en el mundo.

A su lado se encuentra el Dr. Gabriel Idan de Given Imaging / Medtronic. Si usted ingiere la cápsula que Idan inventó, una cámara microscópica viajará a través de sus intestinos enviando 50 mil fotografías a su médico. ¿Y qué hay del Sniffphone, inventado por el profesor Hossam Haick del Technion? Sólo respire en un teléfono móvil y los nanosensores enviarán señales para ser interpretadas y analizadas en laboratorio. Ya no se requieren más intervenciones estresantes o dolorosas.

Se estima que una de cada nueve personas mayores de 65 años en Estados Unidos padece de Alzheimer. Exelon, desarrollado por los profesores Marta Weinstock-Rosin y Michael Jorev junto con el doctor Zeev Ta-Shma de la Universidad Hebrea, frena la progresión de la demencia. Otra comodidad para la gente que ha sido menos afortunada en la vida es ReWalk, un dispositivo desarrollado por el Dr. Amit Goffer de ReWalk Robotics, que permite a los parapléjicos levantarse de su silla de ruedas y caminar de nuevo.

Podría continuar y mencionar a israelíes ganadores del Premio Nobel, personas que lograron cultivar verduras y frutas de calidad en las zonas áridas, mencionar a los inventores de sistemas “simples” como el Waze, donde los conductores comparten las actualizaciones de tráfico en tiempo real, o el firewall (cortafuegos) para la seguridad de la computadora, o una unidad flash USB, considerada como uno de los 101 aparatos que han cambiado al mundo (el número 14, después de la sartén de teflón).

Si no fuese un aguafiestas me habría detenido aquí pero lo soy. En la víspera del inicio del año escolar, se publicaron estadísticas que apuntan a brechas significativas en el nivel de educación entre las ciudades grandes y ricas del centro de Israel y las zonas más pobres de la periferia. Supongo que la mayoría, si no todos los protagonistas de la exposición científica provienen de esas grandes ciudades.

El ministro de Educación israelí Naftali Bennett está liderando un esfuerzo para cambiar esta situación mediante la desviación de recursos y buenos maestros a la periferia, en colaboración del ministro de Finanzas Moshe Kahlon, un hombre que se hizo a sí mismo, creció en un barrio de bajos recursos y, finalmente, estudió en la Universidad de Harvard. Seguiré sus esfuerzos con gran empatía, y tal vez en pocos años veremos los resultados, cuando una exposición en el aeropuerto de Ben Gurion muestre a héroes que han venido desde abajo y han alcanzado la cúspide.

Fuente: Miami Herald

Traducción: Esti Peled

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