JONATHAN S. TOBIN

En su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que parecía ser más un desafío a la legtimidad de la organización, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu describió sus órganos como una “farsa moral”, una “desgracia”, una “broma” y un “circo”, en tanto que deslizó una invitación inteligente. Netanyahu pidió al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, viajar a Jerusalem para dirigirse al pueblo de Israel en la Knesset. Hasta el momento, la respuesta de Abbas ha sido el silencio. Pero dado que en el pasado ha rechazado repetidamente todas las invitaciones para un encuentro directo con el primer mandatario israelí en los últimos años, como ha rechazado las ofertas de Israel para lograr la paz y establecer un Estado – hay pocas probabilidades que la respuesta sea diferente esta vez.

Si Abbas realmente se comprometiese seriamente a la paz, ese viaje a Jerusalem cambiaría completamente la dinámica del estancado proceso de paz y de la opinión pública israelí sobre el conflicto, independientemente de sus comentarios. La presencia de Abbas en la Knesset socavaría los argumentos de la mayoría de los israelíes que están de acuerdo con el primer ministro que los palestinos no quieren la paz. Crearía lo que probablemente sería una intolerable presión sobre Netanyahu para ceder a más demandas territoriales de la Autoridad Palestina y otros temas. Si las generosos ofertas de paz propuestas por Israel anteriormente realmente fuesen inadecuadas, una maniobra de este tipo es la mejor y quizás la única manera de mejorar la condición de los palestinos.

Así que en lugar de catalogar esto como un gesto sin sentido, como lo hacen los críticos de Netanyahu, vale la pena preguntarse por qué Abbas ni siquiera considera hacer algo que evidentemente es en beneficio de su pueblo. La respuesta es dolorosamente obvia. No puede hacerlo porque su objetivo no es realmente una solución de dos Estados que pondría fin al conflicto para siempre.

El ir a la Knesset no sólo reviviría los ecos del dramáticó gesto de Anwar Sadat de 1977 que condujo a la paz entre Israel y Egipto. Más que cualquier otra cosa, sería una señal de que la guerra palestina de un siglo contra el sionismo ha terminado. Significaría que los palestinos reconocen la legitimidad del Estado judío y que los únicos obstáculos para la paz son detalles sobre fronteras y garantías contra la violencia.

Pero Abbas no lo hará porque no es lo que se propone. Como se ilustra en su propio discurso, su visión del conflicto sigue fatalmente sumida en un miasma de agravios históricos y odio religioso. Abbas utilizó la tribuna de la ONU para exigir a Gran Bretaña disculparse por la Declaración Balfour que dio lugar al reconocimiento internacional por el derecho a la patria judía. Aún peor, recicló las mentiras que él mismo y sus medios de comunicación oficiales han estado circulando acerca de las intenciones de Israel de dañar las mezquitas del Monte del Templo que han servido como fuente principal de incitación al terrorismo durante la actual “intifada de los cuchillos”.

Aunque dijo que el reconocimiento implícito de Israel por parte de la AP establecido en los Acuerdos de Oslo de 1993 se mantiene “en vigor”, dejó en claro que dicho reconocimiento es condicional y podría ser anulado si los israelíes no acatan todas sus demandas. Los palestinos han violado sus compromisos de Oslo en los últimos 23 años. Concretamente, el objetivo principal de su actual campaña en la ONU es abandonar las negociaciones bilaterales a favor de medidas unilaterales que no sólo imponen obstáculos al proceso de paz sino que lo descartan por completo.

Abbas no hablará ante la Knesset porque la cultura política de los palestinos todavía tiene sus raíces en el mismo rechazo de Balfour que ayudó a forjar su sentido de identidad nacional en el siglo pasado. Es fácil para los liberales estadounidenses condenar a Netanyahu como insincero, pero si Abbas realmente buscase un camino hacia la paz y la independencia de su pueblo, lo más inteligente ahora sería decir sí a la invitación del primer ministro. El hecho de que todos sabemos que ni siquiera consideraría hacerlo nos dice todo lo que necesitamos saber acerca de las intenciones palestinas.

Fuente: Commentary

Traducción: Esti Peled

Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico