JONATHAN GREENBERG

¿Dónde está el Shimon Peres de los palestinos?

Con la muerte esta semana del padre fundador israelí, Shimon Peres, es probable que haya mucha conversación, alguna de ella abstracta pero mucha de ella relativa a Israel, acerca de la paz. Lo que es, uno supone, como debe ser. Entre los más grandes atributos de Peres estuvo su capacidad de mantener su esperanza para un Israel en paz y de visualizar un camino a ella; a menudo a pesar de la realidad. Tales visionarios no sólo impactan, sino que también demuestran la grandeza de las sociedades libres. Incluso cuando cometen errores.

Pero la conversación de paz a punto de deslizarse sobre nosotros será del tipo repetitivo; del tipo fácil. Será el tipo de papilla que nos hace sentir bien acerca de nosotros mismos sin mover la pelota en el campo para lograr realmente la paz. De hecho, tal discurso sobre la paz puede ser perjudicial. Podemos quedar pegados en él; revolcarnos en él.

ntonces, cuando el Papa Francisco dice que el “legado de Peres será honrado verdaderamente y el bien común para el cual él trabajó en forma tan diligente encontrará nuevas expresiones, mientras la humanidad se propone avanzar en el camino hacia la paz duradera”, yo suspiro. Cuando John Kerry y otros mil líderes mundiales llaman a Peres un “guerrero para la paz”, mis ojos se dan vuelta.

Cuando terminan las elegías y comenzamos a hablar en prosa del legado de Peres, será el momento para que la gente que actualmente está recreando la escena de inicio de Evita enfrente algunas verdades duras sobre la paz entre israelíes y palestinos:

En primer lugar, no hay ninguna paz a ser lograda en este preciso instante. La paz necesita de dos partes dispuestas y capaces de hacerla. El liderazgo de la Autoridad Palestina no ha mostrado ningún interés en trabajar para cambiar la cultura palestina en aras de prepararla para la paz o en hacer el tipo de concesiones necesarias para obtenerla. Si ellos hicieran tales cambios y pudieran llegar a un acuerdo, todavía carecerían de la capacidad para ejecutarlo. Décadas de sondeo público de los palestinos muestran que la población simplemente no está lista para enterrar el hacha.

En segundo lugar, continuar presionando por una paz que no va a suceder puede hacer que te sientas bien contigo mismo, pero se adelanta a las condiciones que de hecho llevarán al conflicto a un fin. Nuestro objetivo a largo plazo debe ser fomentar cambios en la sociedad palestina que realcen la perspectiva de paz. ¿Por qué en la sociedad palestina? Debido a que, ¿dónde está su Shimon Peres?

En tercer lugar, partiendo del punto anterior, la retirada torcedora de brazo de la parte que es a la vez una democracia liberal y una productora de líderes como Shimon Peres es monumentalmente injusta, estratégicamente inepta, y es probable que produzca resultados poco placenteros. Condenar las viviendas israelíes en la Margen Occidental, como prefiere la administración actual y gobiernos europeos, es contraproducente. Israel tiene una historia comprobada de disposición de erradicar comunidades judías y renunciar a territorio. ¿Dónde está el ejemplo palestino concomitante de cambio cultural positivo? ¿El de concesión negociada?

Por último, el electorado israelí imaginó todas estas cosas hace unos 15 años. Porque, para ellos, las complejidades en funcionamiento aquí son noticias locales. Escucharlos a ellos — no al punto de vista minoritario con el que resulta que ustedes concuerdan, sino al público en general — es el lugar por donde debe comenzar todo país libre cuando determina sus políticas con respecto a Israel.

Richard Haas, el presidente normalmente sobrio del Consejo de Relaciones Extranjeras, reaccionó a la muerte de Peres tuiteando, “Shimon Peres grande aunque trágico: nunca totalmente unido con el pueblo israelí que no terminaba de confiar en su pacificación, falto de una milésima de pulgada de experiencia y erudición.” Esto es una pavada y profundamente ofensivo tanto para Peres como para el pueblo israelí, cuyo veredicto acerca de él fue claro; ellos lo querían en la mesa y siguieron enviándolo allí para toda decisión nacional importante durante siete décadas. De hecho, el pueblo israelí lo mantuvo allí mucho más tiempo que a cualquier otro líder en su historia. Incluso sus oponentes políticos entendieron su valor y lo quisieron en la sala cuando estaban siendo tomadas decisiones.
Más que un vínculo entre un político y su pueblo, la relación entre Peres y los israelíes fue aspiracional. Ellos querían creer como él creía. Él respetaba los temores razonables de ellos.

Nosotros podemos y debemos admirar a líderes como Shimon Peres. Nuestra civilización debe aspirar a generar más gente como él. Lo honramos mejor hablando en primer lugar en forma honesta y luego actuando al servicio realista de la paz.

Fuente: The American Spectator
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México