ANA JEROZOLIMSKI

Tras unos meses de estudiar el tema, la Justicia declaró inimputable al asesino de nuestro compatriota y correligionario David Fremd, acuchillado mortalmente el 8 de marzo frente a su negocio en Paysandú. Según el informe elaborado por el Instituto Técnico Forense el hombre tiene “psicosis crónica de tipo esquizofrénica” y “no fue capaz de apreciar el carácter ilícito de sus actos ni determinarse libremente”. La recomendación es que se mantenga en internación psiquiátrica y que esté “en tratamiento permanente supervisado por terceros confiables”.

Esto no significa que el asesino vaya a quedar en libertad como si aquí no hubiera pasado nada. No es que vuelve a la rutina anterior de su vida, dueño de su tiempo y sus días. Está privado de su libertad y cabe suponer que no andará de paseo y diversión internado en un hospital psiquiátrico.

Ello no quita, sin embargo, que la decisión de la Justicia haya decepcionado y molestado. Dolido. Enojado. No porque se considere que no la haya precedido un estudio serio de profesionales en la materia ni porque alguien discuta con lo concienzudo que seguramente fue el estudio psiquiátrico hecho por los encargados del tema. El propio Presidente del Comité Central Israelita Cr. Israel Buszkeniec, al frente de la instancia representativa de la colectividad judía uruguaya, aclaró que “inimputable no quiere decir que quede en libertad”.

La decisión dolió porque choca el solo pensar que quien supo preparar el asesinato, buscando claramente a una víctima determinada, por ser judío y símbolo de la colectividad judía sanducera, no tenga que dar formalmente explicaciones a la justicia como criminal y quede de cierta forma “sólo” bajo el rótulo de enfermo psiquiátrico. Dolió porque se sabe que el asesino promovía el odio contra los judíos. Iba a salas de videojuegos y sus competencias consigo mismo eran para matar la mayor cantidad posibles de judíos en pantalla, prólogo de la preparación del asesinato real que quitó la vida a David Fremd. Enojó porque en su casa y en su computadora fueron hallados elementos que confirmaban que había pasado un proceso de radicalización islámica, y todos sabemos cómo se manifiestan hoy esos fenómenos en distintas partes del mundo. Claro que también los degollamientos a manos del Estado Islámico pueden ser llevados a cabo sólo por gente no normativa, cuya cabeza funciona muy distinto de lo que podemos concebir en una persona normal.¿ Alguien concibe que a esos psicópatas no se los lleve a juicio si existe la oportunidad?

No hay aquí elementos para discutir con la decisión de la Justicia desde un punto de vista profesional. Nosotros, al menos, no los tenemos. Estamos seguros que no se toma una decisión de inimputabilidad como la aquí tratada, ni con ligereza ni con falta de responsabilidad.

Pero sí queda de fondo la duda de si realmente el que el asesino tenga la alteración psiquiátrica indicada, significa que necesariamente no era consciente de lo grave de lo que estaba haciendo. ¿No es posible acaso que un sofisticado asesino sepa poner en escena determinado comportamiento para salvarse de tener que responder ante la justicia?

El problema es que tenemos claro también que el asesino no actuó como producto de un exabrupto momentáneo y repentino. Y que muchos como él hoy en día, pueden cometer barbaridades convencidos por una voz superior inaudible para otros, de que están cumpliendo una misión sagrada.

Y emocionalmente, cuando se comete una injusticia de este tipo, un asesinato de un buen ciudadano, querido no sólo por su entorno más cercano, respetado por la comunidad sanducera toda por lo que irradiaba, por lo que era, por su forma de actuar, uno siente que en un juicio habría también un mensaje educativo.

El asesino estará enfermo, eso no lo dudamos. Pero supo nutrirse de ideologías extremistas a las que se abrió por decisión propia, la misma ideología que en diferentes latitudes está cobrando ahora numerosas víctimas inocentes. Aquí fue David Fremd, que para los uruguayos no podrá entrar nunca en una mera estadística. El asesino estará enfermo, sí, pero dentro de su alteración psiquiátrica, supo programar al detalle el asesinato, adónde ir, a quién buscar.

Y nos quitó a David. Se lo quitó a su familia, a su comunidad, a la vida de Paysandú. Y duele, al menos a nivel de las emociones, que el asesino no tenga que rendir cuentas. No es cuestión de discutir con la Justicia sino simplemente… una profunda desazón.

Fuente:cciu.org.uy