ESTHER SHABOT

Miles de vidas dependen de lo que va ocurriendo en Medio Oriente y los grandes poderes internacionales miden en esas arenas sus fuerzas.

La expulsión del Estado Islámico (EI) de Mosul, los bombardeos sobre Alepo y la interminable guerra en Yemen son en la actualidad las noticias que más reflectores atraen cuando se habla de la región de Medio Oriente. Cientos de miles de vidas dependen diariamente de lo que va ocurriendo en esos escenarios en los que no sólo se confrontan etnias y sectas religiosas locales, sino también grandes poderes internacionales que, como en la época de la Guerra Fría, miden en esas arenas sus fuerzas interviniendo activamente para incidir de una manera u otra en el resultado de esas contiendas de acuerdo con sus particulares intereses.

Mosul, la importante ciudad iraquí que desde hace dos años ha estado en manos del EI, parece estar a punto de ser recuperada por el ejército de Irak comandado por el gobierno de Haider al-Abadi. Éste representa el dominio chiíta en el mando del país establecido tras el derrocamiento de Saddam Hussein luego de la invasión norteamericana. De hecho, los gobiernos mayoritariamente chiitas que Irak ha tenido en la última década han sido apoyados abiertamente por Washington, de la misma manera que hoy la ofensiva contra el EI cuenta con el respaldo militar y económico de la administración de Obama. Y, sin embargo, la mayoría de los análisis de esta situación apunta a que una victoria del gobierno iraquí, con la expulsión del EI de su territorio, conllevaría una oportunidad inmediata para Irán de extender su influencia hacia Irak de manera más que cómoda en función de la alianza que el chiismo compartido de ambos les brindaría. En tal situación, es impredecible en qué condiciones quedarán insertados en la vida iraquí las numerosas minorías encarnadas por sunitas, kurdos y turcomanos, entre otras. En el caso de la guerra civil en Siria, y concretamente en la tragedia que vive la población de Alepo, es más que claro que Rusia apunta a ser el actor con más probabilidades de hacer que sus intereses prevalezcan ahí a través del sostenimiento del régimen de Bashar al-Assad. Hasta qué grado Moscú y su aliado sirio están haciendo ahí lo que les place se capta con los días y días en que la ciudad y sus pobladores están siendo devorados por efecto de los inclementes bombardeos que atacan incluso a los convoyes de ayuda humanitaria. Los breves ceses al fuego son, en este contexto, una pequeña concesión cuyo impacto en el resultado previsto de esta catástrofe tiende a ser nulo. Irán se perfila en este caso como un ganador adicional, en la medida en que sus intereses coinciden con los de la dupla Putin/Al-Assad. Mientras tanto, la administración estadunidense se ve cada vez más alejada de sus propósitos de sacar a Al-Assad del poder, al tiempo que los grupos rebeldes apoyados por ella se desmoronan bajo el fuego de los ataques de la aviación rusa. La propuesta de Hillary Clinton de crear una zona libre de vuelos para proteger a la población de Alepo carece, por lo pronto, de viabilidad tanto por el periodo electoral en el que está Estados Unidos como por las dificultades estratégicas y tácticas inherentes a la puesta en práctica de dicha propuesta.

Yemen es el otro punto caliente de la zona. Ahí quienes miden sus fuerzas y sus proyectos de hegemonía en la región son fundamentalmente Arabia Saudita e Irán. Cada cual apoyando a sus aliados naturales: el primero al gobierno sunita en funciones y el segundo a los rebeldes hutíes de identidad chiita. Las atrocidades por las que miles de civiles sucumben se repiten a diario, sin que hasta el momento existan datos que apunten hacia el triunfo final de alguno de los dos bandos. Así las cosas, la maraña que envuelve al Oriente Medio ofrece un panorama extremadamente nebuloso y cargado de pesimismo, en el que la doliente masa de víctimas civiles constituye la prueba más clara de que las expresiones del “nunca más”, que siguieron a las matanzas del siglo XX, han mostrado ser sólo expresiones vacías.

Fuente:excelsior.com.mx