CLIFFORD D. MAY

Los islámicos destruyen el pasado para dar forma al futuro.

“El que controla el pasado controla el futuro. El que controla el presente controla el pasado.” Éste, como ustedes pueden recordar, fue el lema del estado totalitario imaginado por George Orwell en 1984, su novela clásica.

Hoy, distintos grupos de islámicos, a los que podemos definir como los comprometidos con la supremacía islámica, están poniendo en operaciones este concepto, intentando alterar el registro histórico en apoyo de sus ambiciones totalitarias.

Seis meses antes del ataque del 11 de septiembre del 2001, el líder talibán Mula Omar ordenó la destrucción de los antiguos Budas de Bamiyan, de Afganistán. ¿Por qué? Porque esas estatuas monumentales eran recordatorios de una época en que el país no era islámico.

En el año 2012, Ansar Dine, un grupo yihadista afiliado a Al- Qaeda destruyó antiguos santuarios, tumbas y mezquitas en Timbuktu. ¿Por qué? Porque representaban una versión del Islam marinada en la cultura africana y eran vistas, por lo tanto, como heréticas.

En forma más infame, el Estado Islámico ha estado demoliendo el patrimonio religioso e histórico de Siria e Irak, convirtiendo en escombros sitios tales como un templo en Palmira dedicado al dios cananeo Baal, iglesias cristianas en Nínive, y santuarios levantados por musulmanes cuya interpretación de las escrituras difiere de las de los aspirantes a constructores del califato.

UNESCO, una agencia de Naciones Unidas cuya misión aparente es promover la cultura mundial, ha estado asumiendo un enfoque menos cinético, pero tal vez no menos eficaz, de esta guerra contra la historia. La intención es establecer que los lugares más santos de Jerusalem pertenecen a los musulmanes y que judíos y cristianos no tienen ningún derecho religioso o histórico válido sobre esa ciudad antigua, nunca lo tuvieron, nunca lo tendrán.

El mes pasado fue aprobada por miembros de la Unesco, a este efecto, una resolución, respaldada por siete naciones de mayoría musulmana en nombre de los líderes palestinos. Sólo Estados Unidos, Alemania, Reino Unido, Holanda, Lituania y Estonia votaron contra ella. Veintiséis países eligieron abstenerse–como si no supieran la verdad o como si la verdad fuese una cuestión sin importancia.

Algunos individuos prominentes se han estado expresando, Irina Bokova, la propia directora general de UNESCO, dijo que la votación violaba la responsabilidad de la organización en “salvar las divisiones que dañan el carácter multireligioso” de Jerusalem.

Un portavoz de Ban ki-Moon, secretario general de ONU, dijo que “el legado compartido de las tres religiones monoteístas de los sitios santos no debe ser puesto en cuestión.”

Más de tres docenas de miembros del Congreso, republicanos y demócratas por igual, deploraron la resolución. “Los organismos internacionales no tienen el derecho de reescribir la historia”, dijo el Representante Alcee Hastings, demócrata por Florida. El Representante Steny Hoyer, demócrata por Maryland, llamó a la resolución “un intento peligroso de borrar la historia.” El Representante Ted Lieu, demócrata por California, la etiquetó como “rabiosamente antisemita y anti-cristiana.” El Representante Peter Roskam, republicano por Illinois, la reconoció como una “violación drástica de la libertad de culto internacional.”

El mes pasado, funcionarios de la Autoridad Palestina anunciaron también la “Campaña Disculpa por Balfour”, un intento aparte pero relacionado con la manipulación histórica. Para refrescar su memoria: La Declaración Balfour fue una carta escrita hace 99 años por el Secretario del Exterior de Inglaterra, Lord Arthur Balfour, reconociendo el derecho del pueblo judío a la autodeterminación en parte de su antigua patria.

Fue adoptada por la Sociedad de Naciones, la comunidad internacional de esa época. La Autoridad Palestina y sus aliados ahora están acusando que la Declaración Balfour fue “un crimen” y exigiendo una disculpa.

En verdad, la Declaración Balfour expresaba ideas progresistas. Durante siglos, la mayoría del Medio Oriente había sido gobernado por el Imperio Otomano. Pero el sultán turco Mehmed VI cometió el error de aliarse con los alemanes en la Primera Guerra Mundial. No mucho después de la conclusión de ese conflicto su imperio, una vez poderoso, sería desmantelado por los ingleses y los franceses.

Difícilmente ellos fueran santos, pero estaban preparados para conceder la autonomía a los pueblos que habían sido durante mucho tiempo súbditos otomanos. La Declaración Balfour habló también de “los derechos civiles y religiosos de comunidades no judías existentes en Palestina.”

Tres años después, la Sociedad de Naciones dio un mandato a Inglaterra para gobernar Palestina. Los tres cuartos orientales de ese territorio se convirtieron en lo que ahora es el Reino Hachemita de Jordania. Otras naciones árabes nuevas en los territorios antiguamente bajo el yugo otomano incluyen Líbano, Siria, Irak y Arabia Saudita.

En 1947 la ONU propuso la formación de dos estados en Palestina occidental–uno árabe y uno judío. Los líderes judíos palestinos aceptaron esta “solución de dos estados.” Los líderes árabes palestinos (ellos aún no se habían apropiado del nombre “palestino” como suyo y exclusivamente suyo) la rechazaron. Al año siguiente, Jordania, Egipto, Siria, Líbano e Irak atacaron al incipiente estado judío.

El conflicto terminó no con un tratado de paz y fronteras sino sólo una tregua y líneas de armisticio, líneas que se mantuvieron desde 1949 a 1967 cuando Israel combatió otra guerra defensiva contra sus vecinos, una que terminó con Israel capturando Gaza de Egipto y la Margen Occidental, incluida Jerusalem oriental, de Jordania.

Esto no debe ser olvidado: Durante los años de ocupación jordana, los judíos fueron prohibidos en la Ciudad Vieja de Jerusalem y se les prohibió rezar en el Muro Occidental. Numerosos sitios religiosos judíos en Jerusalem fueron profanados o destruidos.

Y ahora una agencia de la ONU está respaldando una versión falsificada del pasado de esa ciudad mientras la Autoridad Palestina describe a la Declaración Balfour–una declaración en apoyo de un Medio Oriente diverso–como un acto criminal.  No termina ahí: según se informa, los palestinos están considerando pedir que UNESCO demande que los israelíes les entreguen a ellos los Rollos del Mar Muerto, cerca de 1,000 textos religiosos, en su mayoría en hebreo y arameo, que se remontan a la época del Segundo Templo.

Uno está tentado de decir “no puedes hacer esto.” Pero por supuesto que puedes. Orwell lo hizo. La pregunta es si hemos aprendido algo desde entonces.

Fuente: The Washington Times
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México