LEO ZUCKERMANN

México tiene que asumir lo peor: que viene una dura renegociación con Estados Unidos para salvar el TLCAN.

Cualquier empresario racional, dispuesto a arriesgar su dinero construyendo fábricas, almacenes o tiendas, por el momento no invertiría un peso en México hasta que no se despejen las dudas sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Es lógico: nadie quiere exponer su capital ante la amenaza de una renegociación o incluso derogación de dicho tratado. Y si no hay inversión privada, pues la economía no crece. Así de implacables son las leyes económicas. Por tanto, una vez que se estabilicen los mercados financieros mexicanos (acciones, bonos, tipo de cambio) por la inesperada victoria de Trump, el gobierno de Peña debe trabajar para remover la incertidumbre sobre el TLCAN.

Veo, con preocupación, que muchos mexicanos andan tranquilos porque piensan que Trump no cumplirá sus promesas de campaña. Yo no lo creo. Por el contrario, pienso que México debe asumir lo peor: que sí llevará a cabo sus propuestas que, en el particular tema del comercio con México, incluye la renegociación del TLCAN (al que definió como el peor tratado comercial de la historia de la humanidad) y hasta su eventual derogación. De hecho, es uno de los puntos que anunció que haría desde el día uno de su gobierno en el discurso del 22 de octubre de Gettysburg titulado “Contrato con el votante estadunidense”.

Así que ya sabemos por dónde viene esa bola. Lo que desconocemos es el contenido y profundidad de la renegociación que pretende Trump. Hay quienes están reconfortados porque piensan que sólo será un asunto cosmético para que el próximo Presidente estadunidense salve la cara frente a su electorado. Incluso, he leído a los que creen que será un mejor tratado al actual: un TLCAN plus. Yo, de nuevo, pienso que hay que asumir lo peor, es decir, que Washington va a tener una postura proteccionista que podría desincentivar la inversión directa en México.

Y es que Trump ganó gracias al voto de los trabajadores de cuello azul que han perdido sus trabajos en los estados otrora industriales del Rust Bell. Así lo demuestran unos fantásticos mapas publicados el 9 de noviembre por el New York Times que dan cuenta cómo Trump cambió la geografía del voto estadunidense en dichos estados donde consiguió una enorme ganancia comparada con la votación obtenida por Mitt Romney hace cuatro años.

Ahora le tocará al nuevo Presidente cumplirle a ese electorado que lo llevó a la Casa Blanca. Si no lo hace, corre el riesgo de que no lo reelijan en cuatro años. El mismo periódico publicó el 12 de noviembre un artículo sobre cómo Trump utilizó como caballito de batalla durante su campaña el caso de Carrier que trasladará su fábrica de Indianápolis a Monterrey. Una y otra vez amenazó que, si la productora de aires acondicionados se mudaba a Nuevo León, le pondría un arancel del 35% a sus importaciones pasándose el TLCAN por el Arco del Triunfo. Los trabajadores de Carrier están esperando que cumpla esta promesa. En palabras de uno de ellos: “Si no pasa el arancel, yo votaré por el otro lado la siguiente ocasión”. Así de claro. Y supongo que Trump le tiene más lealtad a los que lo llevaron a la Casa Blanca que a los mexicanos.

Por eso, México tiene que asumir lo peor: que viene una dura renegociación con Estados Unidos para salvar el TLCAN. No se perdería nada si resulta que el gobierno trumpista no tiene, en realidad, una postura tan proteccionista: sería una agradable sorpresa.

A la par, habría que ensamblar ya el equipo de negociadores mexicanos. Afortunadamente en este departamento contamos con varios funcionarios públicos que llevan muchos años negociando tratados comerciales. Hoy están encabezados por un veterano en estas lides, Ildefonso Guajardo. El secretario de Economía además podría conseguir la ayuda de grandes profesionales mexicanos de comercio internacional como Jaime Serra, Carlos Ruiz, Jaime Zabludovsky o Luis de la Calle.

El gobierno de Peña, con hechos, está preparando el terreno para lo que será una dura negociación, debe enviar la señal de que entiende la gravedad del problema y está listo para enfrentar el reto. El problema es que Trump toma posesión el 20 de enero y, aunque diga que desde ese día comenzará a renegociar el TLCAN, será difícil que así sea. En todo el mundo los gobiernos tardan en acomodarse y comenzar a operar, sobre todo uno encabezado por un empresario sin experiencia gubernamental. Esto es una mala noticia para la economía mexicana en el mediano plazo porque, mientras no se resuelva la incertidumbre sobre el TLCAN, muchas inversiones directas se detendrán afectando el de por sí endeble crecimiento económico de nuestro país.

Twitter: @leozuckermann

Fuente:excelsior.com.mx