El octavo mandamiento es uno de los menos conocidos. Me refiero a que no muchos saben que la tradición judía explica que este mandamiento no se refiere al robo de posesiones materiales sino al robo de personas, el secuestro. Vamos a clarificar un poco este tema.

RABBI YOSEF BITTON

Como ya lo explicamos varias veces, el texto de la Torá está sujeto a la tradición oral, lo que se llama en hebreo la Tora shebe’alPé. Y ésta explica que el contexto de estos mandamientos no trata de daños materiales sino personales. Por ejemplo: “No matarás” se refiere sólo a no matar personas. La prohibición de matar innecesariamente animales o la indemnización que debe pagar quien mata al animal del prójimo, son temas que están abordados en otros versículos de la Torá. De la misma manera, el robar posesiones ajenas está legislado en otra Mitzvá. En el libro de Vayqrá la Torá dice לא תגנבו “No robareis, no engañareis ni mentiréis unos a otros” (Lev. 19:11). Y luego en otro versículo que prohíbe el hurto: “No te abusarás [comercialmente] de tu prójimo y no hurtarás”. La interpretación de este mandamiento es parte de lo que los Rabinos llaman דבר הלמד מענינו, es decir, cuando el sujeto o el objeto de una Mitzvá se aprende de su contexto: daños personales y físicos; no materiales.

Ahora bien, ¿por qué se habrá referido la Torá en los 10 mandamientos al secuestro en lugar de haberse referido a algo más elemental que es el robo material?

Me parece que la razón podría tener que ver con que el secuestro es la máxima expresión del “robo”. No es robarle dinero a alguien, es robarle a alguien su libertad, o en muchos casos, su vida. El secuestro extorsivo, lamentablemente común en muchos países en nuestros días, es parte de lo que este mandamiento condena. Pero la mayoría de los secuestros en la antigüedad no eran secuestros extorsivos, donde uno podía liberarse si su familia pagaba un rescate. En la antigüedad se secuestraba para esclavizar. Cuando un pueblo invadía a otro la parte más importante del botín de guerra eran los esclavos. Todos los sobrevivientes del pueblo vencido eran tomados como esclavos. Y muchas veces la esclavización sucedía fuera del contexto de guerra. Los cazadores de esclavos o los piratas se aventuraban a distintas zonas geográficas para secuestrar personas y comercializarlas. Estas personas eran vendidas por un buen precio en los mercados de esclavos. Esta práctica era muy común. En el imperio Romano, por ejemplo, un hombre rico llegaba a tener hasta 500 esclavos, y el emperador romano hasta 20,000. Y hasta hace no mucho tiempo atrás era común cazar esclavos en África y deportarlos a otros lugares del mundo.

Lo peor es que la esclavitud, lamentablemente, no terminó. Solo que hoy se llama con otro nombre: “tráfico humano” o “trata de personas”. Y las cifras son increíbles… A veces estas personas son raptadas o directamente sometidas a la fuerza. Y muchas veces son engañadas para luego ser sometidas al trabajo forzado. Según la Organización Internacional del Trabajo el trabajo forzado de personas que han sido secuestradas por traficantes genera para estos últimos beneficios estimados en 150,000 millones de dólares anuales (2014). En 2012, la OIT estimó que 21 millones de víctimas están atrapadas en la esclavitud moderna. De éstos, 14.2 millones (68%) son explotados para mano de obra, 4.5 millones (22%) son explotados sexualmente y 2.2 millones (10%) son explotados en el trabajo forzado impuesto por el estado. (Para más información ver aquí el informe mundial de las Naciones Unidas sobre la trata de personas).

Aparte de entender ahora lo que significa el octavo mandamiento, vemos una vez más que los preceptos de la Torá “no han pasado de moda”. El octavo mandamiento sigue siendo hoy tan o más relevante que nunca.

Fuente: halaja.org