Nuestra Perashá abarca veinte años en la vida de Ya’aqob Abinu. Y en cierto sentido, estos veinte años transcurrieron entre dos sueños.

RAB YOSEF BITTÓN

El primer sueño se produjo cuando Ya’aqob salía de la tierra de sus padres, Abraham e Ytsjaq. Los valores de Ya’aqob y su educación están representados en el sueño que tuvo antes de salir de Eretz Israel. En su primer sueño Ya’aqob soñó con ángeles. Vio el cambio de guardia. Los ángeles que lo protegían en Israel ahora se marchan y los ángeles que lo protegerán fuera de Israel ahora descienden. El simbolismo de este sueño no podía ser más actual: el pueblo judío necesita una protección diferente en cada uno de estos dos escenarios, porque enfrenta desafíos diferentes: En Israel, hoy se lucha contra un enemigo que quiere destruirnos físicamente y fuera de Israel, luchamos contra la asimilación.

El rabino Shelomo Ibn Gabirol (1022-1051) interpretó el sueño de Ya’aqob de una manera distinta. Los ángeles son los Talmidé Jajamim, los estudiosos de la Torá, como Ya’aqob, que primero ascienden a un nivel espiritual muy alto para estudiar la Torá, pero no se quedan allí sino que regresan al plano terrenal, trayendo con ellos lo que aprendieron, es decir, haciendo la Torá accesible al resto de la gente, conectando el cielo con la tierra.

Más allá de las diferentes interpretaciones de este sueño, lo importante es que Ya’aqob soñó con ángeles. Y con una escalera (¡no menos importante!) que le recordó que estamos aquí, en este mundo, para crecer y elevarnos hacia lo divino. Los sueños no vienen de la nada. Los sueños no mienten. El sueño de Ya’aqob es profundamente espiritual. Somos lo que soñamos. Y soñamos lo que somos.

El contenido de nuestros sueños refleja nuestras vidas. Las pasiones, deseos, miedos que experimentamos en nuestra rutina diaria. Si uno sueña que está volando, es probable que esté aspirando a avanzar en su vida, tener un mejor trabajo, etc., pero siente que está encadenado, atrapado. Si uno sueña que está conduciendo un vehículo y los frenos no funcionan, probablemente será que uno siente que no está en control de su vida. Cuando uno sueña que está en público sin ropa, es probablemente un reflejo del miedo a que la gente descubra algo vergonzoso que uno desea ocultar. Los sueños dicen mucho de nosotros. Ya’aqob Abinu vio ángeles en su sueño porque esa era su realidad. Vivía entre ellos: sus padres, su abuelo Abraham, Shem y Eber.

Ya’aqob se escapa de la tierra de sus padres por miedo a que su hermano Esav lo mate. Huye a la casa de su cuñado Labán. Allí tiene que trabajar muy duramente. Labán, por años, abusa de él. Ya’aqob le dice a Laban (Gen. 31:38-40) “Estos veinte años yo he estado contigo. Tus ovejas y tus cabras no han abortado, y no he comido los carneros de tus rebaños. Nunca te traje un animal despedazado por las fieras. Yo asumía la pérdida, que tú demandabas de mi mano.

Lo mismo si un animal era robado de día o de noche. [Trabajé sin parar], durante el día me consumía el calor y de noche la helada, y así el sueño huía de mis ojos.”

Al final de esos veinte años Ya’aqob sueña otra vez. Pero esta vez tiene un sueño muy diferente. En este segundo sueño no hay ángeles que suben una escalera sino animales apareándose, subiendo uno encima del otro. “Los machos se subían a los rebaños, produciendo animales con rayas, con puntos o con manchas” (Gen. 31: 10-11). Los animales representan los bienes materiales. Este segundo sueño no es un sueño “espiritual”. Tiene que ver exclusivamente con ganar dinero. Un ángel le habla a Ya’aqob, pero sólo para enseñarle a ser más inteligente que el astuto Labán. Este es un sueño materialista, impropio de Ya’aqob.

En ese mismo sueño HaShem le da una orden directa a Ya’aqob y le dice (31; 11) “ki raiti et asher laban ose imaj. “Porque Yo he visto lo que Labán ha hecho de ti”. Es como que HaShem le dice a Ya’aqob: Veo lo que trabajar veinte años para Labán han hecho de ti. Has cambiado. Puedo verlo en tus sueños. Hace veinte años eras un hombre espiritual. Soñabas con ángeles y con una escalera que unía la tierra con el cielo. Ahora, tus sueños se han hecho horizontales. Los ángeles fueron reemplazados por cabras y las escaleras por establos. ¡Estos sueños son dignos de Labán, no de Ya’aqob!

Ya’aqob entonces recibe una orden directa de HaShem, sin ambigüedades. Es hora de volver a casa (31:11):”Ahora sal de esta tierra y regresa a tu tierra natal.” Tienes que regresar. Es necesario, para que cambien tus sueños y vuelvas a ser quien eras. Tienes que regresar para que sueñes con ángeles y escaleras. Y eso lo lograrás viviendo una vida que consista en construir esa conexión entre la tierra y los cielos. Tú tienes el potencial de convertirte en uno de esos ángeles que suben al cielo y traen la Torá a la tierra.

Y funcionó. En el último pasuq de esta perashá 32: 1, tan pronto como Ya’aqob llega a Eretz Israel nuevamente visualiza a los ángeles.

Ya’aqob, y nosotros sus descendientes, aprendemos esta gran lección: Debemos vivir una vida con la espiritualidad suficiente para que soñemos con ángeles y escaleras que unen el cielo con la tierra. Si soñamos con ovejas, será hora de despertar y cambiar el rumbo de nuestras vidas.

Fuente: halaja.org