AMOS HAREL

El régimen de Bashar Assad está actualmente en el proceso de realizar su mayor logro militar en su batalla contra los rebeldes sirios: la reconquista de la zona oriental de la ciudad de Alepo, después de cuatro años de guerra continua.

ESTI PELED PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – El tirano sirio ha concentrado sus esfuerzos en esa ciudad norteña durante los últimos meses, y ahora se está hundiendo bajo la enorme presión a la que ha sido sometida. Desde el lunes, se han reportado atrocidades en las calles, ya que las fuerzas identificadas con el régimen (incluyendo a los combatientes de Hezbolá, según algunas fuentes) están ejecutando a civiles y personal médico en los barrios que las fuerzas están tomando. Es probable que estos incidentes sólo aumenten en los próximos días y semanas.

La caída de Alepo es el resultado de una campaña bien planeada basada en el hambre y el asedio sistemático de sus habitantes, así como en agotar y matar deliberadamente a civiles entre los que habían combatido los rebeldes. Lo que comenzó con la caída de bombas de cañón que contenían combustible y explosivos en los barrios de la ciudad – con la ayuda de aviones antiguos de la fuerza aérea siria – se complementó con el bombardeo de precisión de los aviones de combate rusos. La estrategia y los métodos brutales siguieron siendo los mismos: Moscú tampoco se rehusó a atacar deliberadamente a civiles, y según los grupos de derechos humanos y gobiernos occidentales, incluso marcó como blancos a clínicas, hospitales, escuelas y líneas de personas fuera de las panaderías.

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El colapso de Alepo no habría ocurrido sin el apoyo masivo de los rusos. La intervención militar de Rusia, que comenzó en septiembre de 2015, estabilizó las líneas defensivas del régimen sirio, permitiendo posteriormente a Assad recuperar el control de las áreas que había perdido. Su mayor ganancia hasta ahora es Alepo, y la alianza ruso-iraní-siria ahora puede volverse hacia Idlib, al oeste de Alepo. El control completo de esta ciudad eliminará la continua amenaza sobre el enclave alauita en la parte occidental del país – de hecho, esto es particularmente importante para el régimen y sus patrones rusos, que tienen una base naval y aérea allí.

Esta es la misma Rusia con la que Israel ha tratado de llevarse bien durante más de un año, en el cual el primer ministro Benjamín Netanyahu ha mantenido cuatro reuniones con el presidente Vladimir Putin. Israel, por supuesto, no es responsable de las horribles masacres en Alepo, fuera de pertenecer a la comunidad internacional que ha mostrado total impotencia frente a estos brutales bombardeos.

Netanyahu está jugando las cartas que tiene y hasta ahora parece que lo ha hecho bien. Israel ha logrado evitar envolverse en la guerra civil y en gran medida ha logrado atenerse a las líneas rojas que ha definido durante este conflicto (es decir, ha respondido de inmediato al fuego contra territorio israelí y se ha esforzado por impedir el contrabando de armas químicas y capacidades avanzadas de combate a Hezbolá en el Líbano). Al mismo tiempo, ha evitado entrar en batallas aéreas con los rusos sobre Siria.

Toda la comunidad internacional es responsable de las masacres, debido a su constante aceptación de las brutalidades del régimen. Según los grupos de derechos humanos, el gobierno de Assad y sus aliados son responsables del asesinato de casi el 90 por ciento de los civiles que han muerto en esta guerra, desde el inicio del conflicto en 2011.

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El mayor fracaso de la política exterior del presidente Barack Obama se ve reflejado en Siria, no en la incapacidad de resolver el conflicto israelí-palestino. Alepo es un punto más alto, no necesariamente el último, en una serie de continuas operaciones de limpieza étnica. En 1994, durante el gobierno de Clinton, más personas fueron asesinadas en Ruanda, pero eso ocurrió en un corto período y en un mundo en el que los civiles aún no documentaban los bombardeos que se llevaban a cabo en tiempo real a través de Facebook y Twitter.

Los vecinos de Siria, entre ellos Jordania, Líbano e Israel, están preocupados por las repercusiones de la victoria de Assad en Alepo. Jordania está preocupada por el flujo de olas de refugiados hacia la frontera sirio-jordana, que pueden incluir combatientes rebeldes pertenecientes a organizaciones extremistas. En el Líbano hay preocupación por el creciente sentimiento de un Hezbolá victorioso, y por la posibilidad de que la violencia interna estalle dentro del país después de que la organización chiíta logró el nombramiento de un presidente que es un aliado político.

Por su parte, Israel está observando las áreas fronterizas en los Altos del Golán y enfocándose en la posibilidad de que el régimen de Assad expulse a los rebeldes que controlan la mayoría de las áreas sirias de esa región. Esto permitiría el atrincheramiento de Hezbolá, la Guardia Revolucionaria Iraní y las milicias locales inspiradas por esas entidades a lo largo de la frontera con Israel, lo que representa una amenaza significativa. Los intereses de Israel en el Golán será probablemente uno de los primeros temas que Netanyahu discutirá con el presidente electo Donald Trump, poco antes de que éste asuma el cargo.

Sin embargo, el juego principal en Siria es el combate entre las superpotencias. Trump aún no ha expuesto su enfoque en torno a Siria de una manera coherente. En base a sus declaraciones de campaña, se propone restringir la participación militar estadounidense en la zona y mostrará menor oposición a los movimientos de Putin que la administración de Obama.

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El régimen de Assad está mostrando signos de que desea, y es capaz de continuar la “liberación” del resto de Siria de manos de los rebeldes. Pero al parecer, los rusos son más escépticos, ciertamente con respecto al precio de un movimiento tan ambicioso. Assad no puede moverse sin el apoyo directo de Rusia y de Irán. En todo caso, es poco probable que Estados Unidos intervenga para evitar futuras acciones militares por parte del régimen y sus partidarios.

Trump, aún más que Obama, está centrando su retórica en la necesidad de atacar a ISIS, justificando implícitamente la colaboración con los rusos en ese esfuerzo. Bajo este contexto, el éxito de la coalición liderada por Estados Unidos sólo puede ser limitado. La campaña para recuperar Mosul está enfrentando muchas dificultades y hay informes de que el ejército iraquí, respaldado y guiado por los estadounidenses, está sufriendo grandes bajas y no ha logrado superar la resistencia de ISIS. Al mismo tiempo, se ha retrasado la campaña contra la ciudad de Raqqa, la capital declarada del califato del Estado Islámico en el noreste de Siria. Hace unos meses algunos estimaban que sería capturada a finales de este año. En este momento, sin embargo, parece que una operación terrestre puede aplazarse por mucho tiempo.

Fuente: Haaretz

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