YAAKOV KATZ / Los comentarios públicos no aumentan la posibilidad de que la embajada se traslade. Producen el efecto contrario.

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Inmerso en el dolor, Menachem Begin se sentó en el estudio de su residencia oficial de Jerusalem ponderando la situación del país. Era el 13 de diciembre de 1981, y Begin – que semanas antes se había resbalado y destrozado la cadera – finalmente regresó a casa, aunque todavía confinado a una silla de ruedas.

La región estaba en agitación: Anwar Sadat, el presidente egipcio que había alcanzado un acuerdo histórico de paz con Begin, había sido asesinado dos meses antes; los últimos asentamientos israelíes en el Sinaí debían ser evacuados en un plazo de cuatro meses; Siria se había apoderado del Líbano; y las conversaciones de paz con los palestinos no iban a ninguna parte.

Los americanos y los soviéticos estaban preocupados por la creciente inestabilidad en Europa oriental. El régimen comunista había impuesto la ley marcial esa mañana en Polonia para suprimir las fuerzas pro-democráticas, y con la Navidad a la vuelta de la esquina, el mundo ya estaba comenzando a salir de vacaciones.

A pesar del dolor físico, la mente de Begin era cristalina.

Llamó al secretario del gabinete Arié Naor y le dijo que convocara inmediatamente al jefe del Mossad, Itzjak Jofi, al ministro de Justicia Moshe Nissim, y al fiscal general Itzjak Zamir para una reunión de emergencia en su casa. “Quiero aplicar la ley israelí a los Altos del Golán”, dijo Begin al grupo una vez que se reunieron”. ¿Qué piensan?” La pregunta tomó a todos por sorpresa, pero Begin continuó.

El mundo, dijo, estaría molesto, pero estaba ocupado y prestaría poca atención. a Egipto le faltaban meses para recuperar el Sinaí, y aunque condenaría fuertemente a Israel, el acuerdo de paz sobreviviría.

El grupo estuvo de acuerdo. Begin ordenó a Nissim y Zamir que comenzaran a redactar la legislación necesaria, en la que trabajaron durante toda la noche, mientras que Naor convocó al gabinete para la mañana siguiente en la casa de Begin. No tardó mucho: después de 90 minutos de debate, el gabinete aprobó el proyecto de anexión.

Minutos más tarde, Begin y sus ministros se dirigían a la Knesset, donde sorprendieron a la oposición, y en una serie de rápidos movimientos parlamentarios aprobaron el proyecto de ley en tres lecturas sucesivas.

En menos de 24 horas, las Alturas del Golán habían sido anexadas.

Cuando hablé con Naor esta semana, todavía recordaba haber sido sorprendido por la petición de Begin. Sí, recordó, Begin estaba bajo presión de los colonos y de la derecha sobre la retirada pendiente del Sinaí, pero nadie vio venir la anexión del Golán.

“Sucedió precisamente porque fue un shock para todos nosotros”, dijo Naor.

Me acordé de esta historia esta semana debido a la forma en que algunos políticos israelíes han estado saltando de alegría por las noticias de que el presidente Donald Trump podría trasladar la embajada de EE.UU. de Tel Aviv a Jerusalem. Para algunos, parece que la ubicación de la Embajada de Estados Unidos es la cuestión más importante hoy en la agenda israelí-estadounidense.

El ministro del Likud Ze’ev Elkin, por ejemplo, elogió a la administración Trump el domingo por seguir adelante con su promesa de campaña (aunque aún no o ha hecho), y el alcalde de Jerusalem Nir Barkat anunció que ya estaba en conversaciones con la Casa Blanca sobre el movimiento pendiente.

Sin embargo, el lunes, la situación pareció cambiar.

El secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, dijo que no se había tomado ninguna decisión y que EE.UU. estaba recién “al principio” de considerar la decisión.

“Si ya fuera una decisión, entonces no estaríamos pasando por un proceso”, dijo Spicer.

No fue una coincidencia que un día antes, el presidente de la Autoridad Palestina y el rey jordano Abdullah se reunieran en Ammán para coordinar esfuerzos para evitar la medida.

Otros países árabes también están trabajando entre bastidores para evitar lo que ven como una violación flagrante del status quo necesario para asegurar que Estados Unidos siga siendo un intermediario honesto y objetivo para la paz.

Las estrategias estaban cambiando. El miércoles, el ex alcalde de Nueva York Rudy Giuliani, asesor cercano de Trump, dijo a Herb Keinon de The Jerusalem Post que mientras el presidente todavía apoyaba el traslado de la embajada, “ahora que está en el cargo, hay mucho más hechos y argumentos y personas que consultar antes de tomar una decisión final, y es un proceso más deliberativo”.

No sé si Trump realmente quería trasladar la embajada a Jerusalem, o si estaba haciendo lo que muchos de sus predecesores habían hecho antes, una promesa de campaña que nunca se cumpliría. De cualquier manera, las celebraciones en Israel pudieron no haber ayudado. La charla pública no aumenta la posibilidad de que la embajada se mueva. Produce lo contrario.

Estos políticos no recordaron lo que Begin hizo con el Golán. No habló de ello ni celebró las posibles noticias en los medios de comunicación. Esto no fue una campaña política para él. No buscaba puntos con el comité central del Likud o el electorado de Bayit Yehudi. Permaneció callado hasta el momento en que estuvo en la Knesset, y luego, en tres votos rápidos, anexó al Golán. Las cosas buenas, entendía Begin, suceden rápido y en silencio.

¿Significa esto que Trump no moverá la embajada? No lo sé. Por un lado, es una grave injusticia que el mundo se niegue a reconocer los derechos soberanos de Israel sobre su capital. Jerusalem ha estado en el corazón de la nación judía durante tres mil años, y realmente no hay razón para que las embajadas mundiales no puedan estar en Jerusalem occidental, parte del Estado de Israel desde 1948.

Por otro lado, hay asuntos más importantes con los que Israel debe trabajar con Estados Unidos. El conflicto con Irán, la guerra civil en curso en Siria, el conflicto con los palestinos y la batalla contra ISIS son temas de gran importancia estratégica. Si bien la ubicación de la embajada es importante, es sobre todo simbólica.

Lo que será interesante ver es lo que el primer ministro Benjamin Netanyahu le dice a Trump cuando se reúnan en la Casa Blanca el próximo mes. En los últimos años, Netanyahu ha logrado desarrollar fuertes lazos con los estados árabes en el Golfo Pérsico, en particular Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos. Esos lazos son críticos hoy para Israel, ya que el acuerdo de Irán se está reexaminando y se contempla una campaña más grande contra ISIS.

¿Vale la pena arriesgar todo eso por un cambio de código postal? Veremos.

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En tres semanas, Netanyahu tiene previsto ir donde ningún primer ministro israelí ha ido antes – Australia. Por el valor que eso tiene, espero que no lo cancele.

El año pasado, el presidente Reuven Rivlin debía ser el primer presidente israelí en visitarlo, pero en el último minuto canceló el viaje y voló a Rusia para conversaciones con Vladimir Putin. Explicó que los altos mandos de las Fuerzas de Defensa de Israel le habían instado a cancelar el viaje a Australia y en su lugar visitar Moscú, que estaba solidificando su presencia militar en ese momento en Siria. FDI, dijo Rivlin, quería utilizar su visita para estrechar la coordinación con el ejército ruso.

Mientras Rivlin se disculpaba profusamente, los australianos estaban disgustados. Les dijo que estaría dispuesto a abordar un avión en cualquier momento si lo invitaban de nuevo. No ha ocurrido.

En su lugar, recibió la invitación Netanyahu y aceptó.

Está programado que viaje el 21 de febrero después de una breve escala en Singapur, otro país nunca visitado antes por un primer ministro en funciones.

Es cierto que Australia está lejos y por eso hay preocupación dentro de la comunidad judía de allí de que una vez más el viaje de Netanyahu sea cancelado, ya sea por su visita a Washington o por la investigación en curso contra él. La decisión de Netanyahu la semana pasada de acortar el viaje y desechar una parada planeada en Fiji ha aumentado la inquietud.

No importa lo que suceda con la investigación, Netanyahu debe ir a Australia. Las relaciones de Israel hoy con Australia no deben darse por sentadas. Sí, la canciller Julie Bishop condenó los planes anunciados de expansión de asentamientos esta semana, pero también es la única ministra de Relaciones Exteriores que dijo que su país no habría apoyado la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad en las Naciones Unidas el mes pasado.

El primer ministro Malcolm Turnbull también ha salido fuertemente en apoyo de Israel. En una ceremonia de encendido de velas en Januca en Sydney, Turnbull dijo “Australia está con Israel. Apoyamos a Israel, la única democracia en Oriente Medio”. Y continuó diciendo que la resolución de la ONU era “unilateral” y “profundamente inquietante”.

Así que, primer ministro Netanyahu, vuela a Australia y no te preocupes – la embajada y las investigaciones policiales esperarán hasta que regreses.

Fuente: The Jerusalem Post – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico