SUSY ANDERMAN

Para toda la gente que ama el cine, es muy grato encontrar en la cartelera de varias salas de la Ciudad de México y próximamente en algunas del interior del país, un festival que proyecta fuera de nuestra Comunidad, y que tiene como propósito compartir la cultura judía, pero destaca que algunos de los títulos pretenden temáticas de valores y reflexión universal.

Por supuesto que autores como Amos Oz se encuentran en la lista y llama a muchos espectadores con la inmensa sorpresa y curiosidad de saber cómo el lenguaje literario, de quien hoy es uno de los escritores más destacados de Israel, se logra transformar en cine, con la oportunidad de llegar a un público más amplio del que lee libros y cómo se convierte en un importante proyecto de Natalie Portman, quien no solo actúa, también dirige y adapta un guión ejemplar en el que no se pierden elementos de la obra.

Logra así, concatenar los planos y dar un margen de la propia realidad de Amos Oz y de sus intenciones, su ritmo y su poética, porque aunque la verdadera prima del cine sea la mente humana, como lo mencionaba Hugo Münsterberg, el material de la película consigue moldear una gran aproximación a la forma estética de una novela como Historias de Amor y Oscuridad.

Mientras transcurren las escenas y la conmovedora mirada del niño se desarrolla con el discurso materno, se despierta en esa mente infantil un mundo exacerbado de estímulos heredados, sobrellevando el sufrimiento para poder vislumbrarle un sentido con significado, como dice Frankl, ya que de lo contrario, se interpretará como un acontecimiento absurdo y sinsentido, destructivo de la persona como lo hace el personaje de la madre.

En todo este dramatismo de la realidad, también está el espectador, que si conoce o no la historia del pueblo judío, sería realmente interesante saber si esta película es captada con toda su intensidad, en toda la magnitud de su esencia y si el efecto de otredad, permite que sea entendida por un amplio lente o si se empaña con los típicos prejuicios que siempre han existido.

Si Amos Oz ha logrado trascender en los valores universales cualquier frontera, podría ser o no, para un espectador de una sala de cine. Sin menospreciar el recurso cinematográfico, porque es único en su forma estética al utilizar la imagen, el cambio radica en la dimensión del receptor.

Al final de cuentas, la propuesta este año del Festival, conlleva una experiencia inigualable con siete títulos que se apetecen para quienes nos gusta tanto el cine. Ahí nos vemos.

Publicado en CDINFORMA.

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