“¿Qué es un judío en soledad?”, pregunta Adrienne Rich. “¿Qué sería no sentirse solo o asustado / lejos de los tuyos o a los que has llamado tuyos? […] Tengo una pesadilla que contar / estar con mi gente es mi deseo más preciado / pero también amo al Extranjero / ansío la separación.” (Yom Kippur 1984)

En su libro Your Native Land, Your Life (Tu tierra natal, tu vida) escribe una serie de poemas que ponen en evidencia el conflicto identitario entre su linaje estadounidense y su herencia judía. Fue hija de un exitoso médico judío, que toda su vida sufrió de un antisemitismo velado en el estado de Maryland y de una sureña episcopal, tradicionalista, ama de casa, que luchó para que sus hijas heredaran “las buenas costumbres” y la cuna “privilegiada”.

El resultado de esa unión fueron dos mujeres cuyo judaísmo fue expresado pero no divulgado, obsesionadas con destacarse académicamente, que asistieron a una escuela cristiana hasta la universidad y aprendieron a codearse con la crema y nata de la sociedad estadounidense.

Crecieron en el mundo de los años treinta y cuarenta, donde las noticias de los campos de concentración no eran populares, la inmigración de judíos europeos empezaba a tener peso y la ley que separaba a blancos de negros en los hospitales todavía era vigente. Un mundo de razas, nacionalidades y guerras.

El libro es un intento por definir su identidad y compartirla a través del lenguaje: “ninguna persona intentando hacerse responsable de su pasado debería estar tan sola” (Sources). Sus poemas son tan diversos como su herencia cultural: recuerdos personales se mezclan con espacios físicos, sensaciones corporales con normas morales, espacios geográficos con momentos históricos y emociones con libros leídos.

Rich rastrea su pasado desde los cuadernos abandonados de su padre hasta las razones que ocasionaron la segregación negra en su estado natal. Judaísmo y puritanismo se entretejen, más que en un hilo, en un mosaico fragmentado que la autora trata de unir y no logra.

Y al mismo tiempo, en sus poemas, nadie ni nada está aislado, como nada ni nadie está libre de culpas. Cualquier pensamiento se conecta con una frase que alguien más escribió, cualquier invento puede ser usado años después para dañar a un tercero “que no amabas, pero tampoco lo querías muerto” (North American Time).

Es un mundo donde la identidad se vuelve un arma de dos filos: puede ser un abrigo, un espacio que le da acompañamiento y sentido a la persona o un mecanismo de exclusión que ocasiona dolor, culpa y a veces muerte.

Los poemas son marcadamente íntimos al mismo tiempo que políticos. Finalmente sueña con un mundo realmente solo, donde podamos dejar nuestros fantasmas y respirar libremente sin culpas. Sin embargo, el mundo en el que vivimos no es así y no podemos desligarnos de los enclaves sociales que nos rodean, incluso la poesía, lo más íntimo que tenemos, funciona como herramienta social y política.

Su lenguaje es sencillo y directo y hasta cierto punto, también roto. Escribe en estilo libre, aunque a veces imita las formas métricas que sus antecesores usaban. En sus poemas constantemente incluye fragmentos y lecturas de íconos literarios como Walt Whitman, la Biblia, Shakespeare y Virgina Woolf, entre otros, mismos que mezcla con canciones de cuna, de pop, notas periodísticas y cantos religiosos, haciendo una miscelánea de estilos y voces tan compleja e interesante como los temas que toca.

Finalmente los poemas de Rich son un viaje por su “raíz rota”, la búsqueda de un mundo “nuevo y encantado” donde la soledad y la poesía signifiquen otra cosa.