“Tú otorgas a los humanos conocimiento, y enseñas a los mortales entendimiento. Concédenos de Tu sabiduría, entendimiento y conocimiento. Bendito eres Tú, HaShem, que concede conocimiento.”

RAB YOSEF BITTON

Después de terminar la sección dedicada a “alabar a HaShem” (shébaj), comenzamos con esta bendición, la segunda sección de la ‘Amida, las bendiciones de “peticiones” (baqashá). En estas bendiciones le pedimos a Dios que nos provea nuestras necesidades materiales.

En esta primera berajá le pedimos a HaShem que nos conceda “sabiduría” e “inteligencia”. Pero, ¿por qué pedir “sabiduría” antes que cualquier otra cosa?

En primer lugar, la sabiduría es diferente de cualquier otra cosa que podamos pedirle a HaShem. Decimos en esta berajá que HaShem es la fuente “directa” de la sabiduría y la inteligencia que se nos otorga (אתה חונן לאדם דעת), algo que no decimos en ninguna otra bendición. Para resaltar este importante punto, también afirmamos וחוננו מאתך, que significa algo como “y concédenos de TI MISMO”, ¡una expresión que no usamos en ninguna otra berajá o para ninguna otra petición! ¿Por qué la sabiduría es algo que describimos como que viene “directamente” de Dios? Porque la sabiduría (da’at) no es algo creado por HaShem, es un atributo de HaShem! Como lo explica Maimónides (Yesodé haTorá 2:10): אבל הבורא הוא ודעתו וחייו אחד “[a diferencia de los humanos, que adquirimos el conocimiento de una fuente externa] el Creador, Él, Su existencia y Su conocimiento, todos son uno.” En cierto sentido, no estamos pidiendo a HaShem que nos conceda conocimiento, le estamos pidiendo que nos “participe” de Su conocimiento.

Segundo, esta bendición nos enseña un principio muy importante sobre la naturaleza del ser humano. La inteligencia -sabiduría es un regalo especial de Dios para la especie humana. Nuestro cerebro es notablemente similar al de los monos. Sin embargo, los seres humanos estamos dotados de “inteligencia” que no es una extensión de nuestra composición biológica, y no puede justificarse en términos evolutivos. La inteligencia no es una característica natural biológica como la vista, el oído o el sistema digestivo. La inteligencia no es una necesidad evolutiva que se desarrolló en los chimpancés. Sin inteligencia podríamos, de alguna manera, sobrevivir como especie. Pero no podríamos conectarnos con Dios, aprender o enseñar Su Torá, o distinguir entre lo correcto y lo incorrecto. La inteligencia es lo que hace que los seres humanos seamos únicos entre todas las especies vivas. En esta berajá afirmamos que la inteligencia es un don concedido por Dios exclusivamente a los seres humanos, algo milagroso y sobrenatural.

Esta berajá describe tres niveles de “sabiduría”, tal como se aplican a nuestra experiencia humana.

JOJMÁ: Jojmá se refiere a la creatividad. La capacidad que una persona necesita para ver o descubrir algo nuevo. Cuando todo el mundo está mirando las mismas cosas, el hombre con esta sabiduría, Jojmá, puede ver más profundo, o más lejos o de una manera diferente. Es la capacidad de desarrollar una nueva idea, un Jiddush de Torá, un nuevo descubrimiento. Esto también es, digamos, un regalo de HaShem

BINÁ: Una vez que se descubre una nueva idea, necesitamos “biná”, sabiduría práctica para articular esa nueva idea o para aplicar o desarrollar el nuevo descubrimiento. Algunas personas pueden estar dotadas de “biná” pero no de “jojmá”, o viceversa.

DA’AT: El conocimiento, tal como se aplica a los seres humanos (no a HaShem) se refiere al buen juicio que desarrollamos por las experiencias que hemos vivido. Las personas difieren en qué o cómo aprenden de sus experiencias. Algunas personas están tan dotadas de Da’at que tienen la capacidad de aprender de las experiencias de otras personas. Algunos pueden aprender sólo de sus propias experiencias. Y otros tienen dificultades incluso para aprender de sus propias experiencias.

Por último, necesitamos toda esta sabiduría para identificar los dones y bendiciones que ya tenemos de HaShem. Lo cual es esencial para saber qué es lo que realmente necesitamos pedirle a Dios en esta segunda sección de la ‘Amidá. Necesitamos sabiduría para diferenciar entre lo que “necesitamos” y lo que simplemente “queremos” o “deseamos”. Sin sabiduría, ni siquiera sabríamos “qué” pedirle a Dios. O qué hacer con las bendiciones que Dios eventualmente nos concederá. Podríamos pensar que necesitamos imperiosamente dinero o éxito. Pero sin sabiduría, el dinero y el éxito pueden ser contraproducentes.

La sabiduría es un requisito previo para todas las demás peticiones de la Amidá.

Fuente:halaja.org