LAWRENCE SOLOMON / ¿Habrá Palestina en otra generación? Con la administración Trump preparándose para su reunión con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu la próxima semana, es una pregunta que vale la pena hacer. Lo último que el gobierno de Trump debe querer es repetir los errores que las Grandes Potencias cometieron hace un siglo cuando crearon países artificiales.

SILVIA SCHNESSEL PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO – Irak, Siria, Jordania, Yemen y Palestina, entre otros, fueron tallados de las ruinas del Imperio Otomano por las Grandes Potencias -principalmente Gran Bretaña y Francia- después de la Primera Guerra Mundial. Era una receta para la lucha continua, pues se frozaba a pueblos de diversas nacionalidades, pertenencia étnica, culturas, religiones y tradiciones políticas a vivir juntos. Las Grandes Potencias crearon, en efecto, mini estados multiculturales y multinacionales. El resultado fue el descontento civil y sectario, y guerra, durante gran parte de los últimos 100 años.

Vemos el último capítulo de esos horrores en Siria donde otra guerra civil ha llevado a otra división. Irak se ha dividido de facto, igual que Yemen, y Líbano, que originalmente formaba parte de una federación siria de varios estados. Jordania, cuyos Hashemitas lucharon una guerra civil contra su mayoría árabe palestina, también se mantiene tenuemente unidos.

La creación de un Estado palestino con un pie a cada lado de Israel -la solución de dos Estados en la que insisten las Grandes Potencias de hoy- tendría menos posibilidades de sobrevivir que sus fallidos países vecinos. Los clanes árabes de Palestina a lo largo del siglo XX se negaron a aceptar un estado propio. Sólo en la década de 1960 se formó la idea de una nación palestina cuando Yasser Arafat creó el concepto de “pueblo palestino” árabe. Anteriormente, “palestino” era un término que se refería a todos los residentes de Palestina, judíos y árabes. El nombre original de la Orquesta Filarmónica de Israel fue la Orquesta de Palestina. El Jerusalem Post fue primero el Palestine Post.

Pero Arafat nunca forjó un pueblo unido – la mayoría de los palestinos sólo aceptó a regañadientes el gobierno de su Autoridad Palestina y algunos nunca lo hicieron. Pocos palestinos se identifican principalmente con una identidad nacional; su lealtad en cambio está basada en clanes – al grupo apretado de familias extendidas que comparten la misma ascendencia, basada en la línea masculina del padre y la preferencia de casarse dentro del clan. Los palestinos prometen lealtad a su clan en un código de honor coercitivo y formal respaldado por las milicias locales. Un ataque a un miembro del clan es un ataque contra todos los miembros.

Los sistemas de gobierno basados en clanes no se prestan a Estados nacionales. No es de extrañar, pues, que después de la muerte de Arafat estallara una guerra civil y Gaza se separara de Cisjordania para formar su propio Estado. Para hacer aún más difícil la noción de una nación palestina coherente cuyo pueblo comparte valores comunes, Gaza es teocrática, dirigida por Hamas, una rama de la Hermandad Musulmana, mientras que Cisjordania es en gran parte secular.

La posibilidad de que la América de Trump y las otras grandes potencias de hoy puedan hacer que los clanes de Gaza y los clanes de Cisjordania se unan en paz y armonía es casi nulo. En la práctica, quienes proponen una solución de dos estados están contemplando una solución más realista de tres estados -Israel, Gaza y Cisjordania- ya que es poco probable que la Hermandad Musulmana abandone su base de poder. Pero incluso una solución de tres estados en la que se esperaría que los muchos clanes de Cisjordania dejaran de lado sus diferencias y se unan casi con seguridad terminaría mal.

Si hay esperanza de que el Presidente Trump pueda encontrar una solución a la maraña de Oriente Medio, se debe a los instintos que le son característicos. Un instinto es la sospecha de las organizaciones multinacionales – él prefiere unidades de gobierno y organización más pequeñas, como lo demuestra su apoyo al Brexit y a otros grupos disidentes en la Unión Europea. Aplicar el mismo instinto a Palestina conduciría a Trump a favorecer unidades de gobierno más pequeñas como emiratos, una forma tradicional de gobierno árabe – los Emiratos Árabes Unidos es un ejemplo.

Otro instinto de Trump – sancionar más que apaciguar a los estados terroristas – también favorecería una solución multiestatal para los territorios palestinos. Trump planea exprimir a la Autoridad Palestina recortándole los fondos, incluido el corte de fondos a las organizaciones de la ONU que la apoyan. Sin fondos extranjeros, la Autoridad Palestina no sólo sería incapaz de financiar su apoyo continuo a los terroristas, sino que sería incapaz de mantenerse en el poder otorgando el patrocinio a sus partidarios, y no sería capaz de mantener su pretensión de ser el único representante del pueblo palestino. Cuanto más débil se vuelva la Autoridad Palestina, más fuertes se vuelven los clanes en relación, permitiéndoles reafirmar su autoridad y así nombrar representantes legítimos para negociar un acuerdo con los israelíes.

Los instintos de Trump, si se aplican a Palestina, podrían formar la base para un gobierno autónomo.

Fuente: National Post – Traducción: Silvia Schnessel – © EnlaceJudíoMéxico