Todos los días vemos árboles, están en nuestros jardines, en las calles que caminamos y los parques que visitamos. Son básicos para la vida, nos dan el oxígeno que respiramos, alimento y sombra. Cualquier biólogo diría que son la base de los ecosistemas, son lo que sostiene la vida en el planeta; lo que hace distinto al bosque de la selva y ajeno al cactus del desierto.

Los que amamos los árboles sabemos que tienen ciclos, no son lo mismo el abedul verde del verano, que la jacaranda morada de abril y el roble café del invierno. Sabemos que las frutas se comen en distintos momentos y que cada una tiene su forma partícular de comerse.

El rabino Nisenbaum nos habla de las similitudes que hay entre el ciclo de la vida del árbol, el ciclo de la vida en el hombre y el renacimiento de ambos en Tu Bishvat. La primera pregunta que hace es ¿por qué justo esta celebración cae en el invierno, cuando todo parece muerto y los árboles están inactivos?

Él nos dice que aunque el árbol parezca estar muerto la savia corre por debajo de su corteza. Mientras duerme, el árbol guarda en sus raíces los nutrientes necesarios para sostener la vida y renacer.

En la vida también nosotros vivimos ciclos de crecimiento. Periodos de renovación se alternan con periodos de tranquilidad, este ciclo es parte de la naturaleza humana. Una persona no debe desilusionarse cuando su crecimiento espiritual parece haber disminuido; el periodo de “bajo” rendimiento será seguido por un periodo de “alto” rendimiento que traerá nuevas oportunidades de crecimiento.

Este es el mensaje de Tu Bishvat, incluso cuando nos sentimos en estado de letargo, recluidos en nuestra raíz, y parecemos haber perdido las fuerzas para actuar y crecer, no debemos de desesperarnos. Tal como el invierno es una pausa anual en los ciclos de la vida de los árboles, los momentos de descanso e improductividad son fases necesarias en el ciclo de la vida humana.

Así como a la llegada de la primavera, la savia que da vida se mueve de forma imperceptible a través de las ramas estirándose hacia el cielo, también nosotros tendremos energía renovada desde nuestra reserva espiritual más profunda, siempre y cuando nuestra meta esté dirigida hacia el cielo, como las ramas del árbol.

Otro mensaje que podemos aprender de esta celebración es el que nos da el rabino Gedaliah Schorr. Él nos recuerda que hay una diferencia entre los árboles que son plantas perennes y las plantas anuales o de hoja caduca. La gran diferencia entre ambos es que aunque los árboles necesitan mantenimiento regular, producen fruta cada año sin necesidad de ser plantados nuevamente. Las plantas anuales y los vegetales por el otro lado necesitan ser replantadas cada año para poder crecer.

Si un árbol no recibe el cuidado adecuado morirá. El hombre, dice el rabino Schorr, es como un árbol. Con una buena atención no tenemos que empezar desde cero. Con cada objetivo que nos planteamos, tenemos experiencias previas que nos ayudan a no tener que empezar nuevamente. Si le damos el cuidado adecuado a las cosas que hacemos y las mantenemos podemos construir numerosos proyectos y llegar más lejos cada vez que lo intentamos.

Fuente: Torah.org

Escrito por rabino Nisenbaum – Traducido y adaptado por Aranza Gleason.