PROF. HILLEL FRISCH

Muchos creen que el apoyo financiero y militar estadounidense a Israel daña los intereses de EE.UU, especialmente en el Medio Oriente y África del Norte. Una forma de poner a prueba esta presunción es explorar si el apoyo de EE.UU. a Israel tiene un impacto negativo en sus exportaciones a los países de la región. No lo tiene. Las exportaciones norteamericanas a la región han crecido. Las fluctuaciones dentro de la tendencia general de crecimiento son explicadas fácilmente por los precios del petróleo, la fuente principal de ingresos de muchos de los estados consumidores, no por los “delitos” de Israel contra Hezbolá y Hamas.

Los estados avanzados modernos y sus ciudadanos se enorgullecen de ser científicos y racionales, con opiniones y convicciones que son probadas contra los hechos. Una convicción generalizada entre muchos funcionarios del Departamento de Estado, académicos, profesionales de institutos políticos, y público en general, es que el apoyo financiero y militar de EE.UU a Israel en la ONU daña los intereses estadounidenses, especialmente en el Medio Oriente y África del Norte. En esta región, la mayoría de los estados asumen una visión sombría si no abiertamente hostil hacia Israel.

Esta es una hipótesis que puede ser puesta a prueba. Una opción es ver si el apoyo de EE.UU a Israel, el cual es ciertamente poderoso en la ONU y en otros foros internacionales, tiene un efecto negativo en las exportaciones de Estados Unidos a los países de la región.

Esta es una buena prueba, porque la mayoría de los estados demanda que los bienes importados identifiquen su país de origen en el envase. Esto significa que el comprador – sea un gobierno o un consumidor público o privado – tiene una opción clara de si comprar o no el producto. El grado de elección involucrado es amplificado por el hecho que hay productos similares disponibles para casi todos los bienes exportados desde EE.UU al Medio Oriente. Estos productos alternativos son producidos por otros estados, algunos de los cuales votan en la misma forma que lo hacen en la ONU los estados predominantemente musulmanes.

Uno esperaría que las exportaciones estadounidenses a la región serían afectadas en forma adversa en el largo plazo, y especialmente así durante épocas de conflagración entre Israel y sus enemigos. Estas épocas son fáciles de identificar. Ellas incluyen el apogeo de la segunda intifada (2001-04); la confrontación de un mes entre Israel y Hezbolá en junio del 2006, más conocida como la segunda Guerra Libanesa; y las tres rondas de hostilidades entre Israel y Hamas: en diciembre del 2008-09, en octubre del 2012, y en julio-agosto del 2014 (la “guerra” más larga en la historia de las guerras israelíes-árabes). Todas estas rondas de conflicto eran informadas extensamente por los medios de comunicación, las últimas cuatro también por parte de medios noticiosos. Como la mayoría de las exportaciones desde EE.UU al Medio Oriente y África del Norte son relativamente sofisticadas, uno puede asumir en forma segura que los compradores de estos productos forman el público atento a los medios en sus países respectivos. En otras palabras, no puede decirse que las elecciones de compra han reflejado su ignorancia durante y después de estas curvas de violencia.

Sorprendentemente, no es fácil apuntar los datos. Esto se debe a que, contrariamente a la percepción popular, el Medio Oriente y África del Norte es un pequeño mercado consumidor para productos hechos en los EE.UU o de hecho el resto del mundo. Apenas el 5% de las exportaciones estadounidenses totales son adquiridas por esta vasta región de 21 estados. Los principales importadores regionales de productos norteamericanos son Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, e Israel.

Apenas el 1% de las inversiones en la economía estadounidense son hechas por inversores meso-orientales (mayormente los fondos soberanos de los estados árabes productores de petróleo y gas). Los inversores en EE.UU no son particularmente entusiastas en invertir en el Medio Oriente, el cual atrae sólo el 1% de sus inversiones. Los dos principales beneficiarios son Egipto e Israel, el primero debido a que es un mercado consumidor relativamente grande, aunque pobre; el último debido a que es atractiva como una nación de alta tecnología.

Para investigar si Estados Unidos sufre o no apoyando a Israel, permítannos observar los datos de exportaciones a la OPEP (la cual incluye una minoría de países no musulmanes) y a Arabia Saudita. En ningún caso hay indicio alguno que el apoyo estadounidense a Israel ha tenido algún efecto sobre los consumidores musulmanes y árabes.

Para empezar, el crecimiento en las exportaciones norteamericanas a la región ha caracterizado los últimos dieciséis años para los cuales hay datos. Las exportaciones a Arabia Saudita entre 1999 y 2015 se han más que duplicado, de US$8.3 mil millones a US$19.6 mil millones, y para todos los países de la OPEP, se triplicaron (de US$20.6 mil millones a US$72.3 mil millones). La tasa de crecimiento para ambos fue mayor que en otras regiones excepto por el Este de Asia (principalmente China), donde tuvo lugar un crecimiento económico exponencial que trajo con él una creciente capacidad de comprar productos norteamericanos (y de importaciones de otros productos, por supuesto).

¿Tal vez el público saudí redujo su demanda de bienes estadounidenses durante las rondas de Israel con los palestinos durante la segunda intifada, o durante sus enfrentamientos con Hezbolá y Hamas? Nuevamente, hay poca evidencia de que ocurrió esto. En el 2001, las exportaciones norteamericanas aumentaron ligeramente después de una abrupta caída en el año 2000, disminuyó ligeramente en el 2009 después de la primera ronda entre Israel y Hamas, aumentó enormemente durante la ronda del 2012, y disminuyó nuevamente en el 2014. La misma falta de un patrón político es cierta para los países de la OPEP como un todo.

No es la política sino los precios petroleros mundiales los que explican estas fluctuaciones anuales. Cuando cayeron los precios del petróleo, así lo hizo la demanda de productos norteamericanos. En el año 2000, la crisis económica mundial y precios petroleros bajos trajeron la caída. Al año siguiente tuvo lugar un aumento en las exportaciones de EE.UU, cuando la economía mundial y los precios petroleros tuvieron un regreso. En el 2009, fue la recesión mundial – no el enfrentamiento entre Israel y Hamas – lo que influenció los precios de la energía y demanda de productos estadounidenses. La caída abrupta en los precios del petróleo de US$110 el barril a la mitad de eso en el 2014 vio caer la adquisición de bienes norteamericanos en un abultado 25% en Arabia Saudita. La similitud en las tendencias entre Arabia Saudita y los países de la OPEP, aunque de magnitud diferente, demuestra que fueron los engaños de la economía mundial y fluctuaciones subsiguientes en los ingresos petroleros los que explican la demanda de bienes estadounidenses, no la política, y ciertamente no la relación israelí-norteamericana.

La convicción ampliamente sostenida de que la relación de EE.UU con Israel daña sus intereses es un mito. Su persistencia se basa en premisas que no debe albergar ninguna persona racional educada.

 

 

Fuente: The Begin-Sadat Center for Strategic Studies
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México