JOHN REED

Intel adquirió su empresa Mobileye en 15,300 mdd para que  muy pronto el conductor pueda quitar las manos del volante y la vista del camino.

Se requiere de valor, concentración y fortaleza para conducir en Israel, donde el uso de las direccionales es opcional, los frenados repentinos son frecuentes y la furia al conducir es habitual. Amnon Shashua a veces utiliza una motocicleta para pasar por el tráfico entre Mevaseret Zion, donde vive, y la cercana ciudad de Jerusalén, donde enseña y trabaja.

El israelí de 56 años es presidente, director de tecnología y cofundador de Mobileye, el fabricante de tecnología de conducción autónoma que utiliza cámaras, algoritmos y la inteligencia artificial para imitar el ojo humano y la evaluación humana; también es la compañía que compró Intel por 15,300 millones de dólares en efectivo, la mayor adquisición en la historia de Israel.

Los sistemas de asistencia para el conductor de Mobileye los utilizan más de una docena de fabricantes de autos en el mundo y se preparan para desempeñar un papel central en la tecnología avanzada, la cual permite a los conductores retirar la vista del camino y las manos del volante.

Intel hace una apuesta importante, no solo en Mobileye sino en Shashua, quien se convertirá en el director de la organización global de conducción autónoma del grupo de Silicon Valley, que ahora tendrá su sede en Israel.

“Me pregunto si Intel adquirió Mobileye, o si Intel adquirió a Amnon”, dice el profesor Shmuel Peleg de la Universidad Hebrea, quien asesoró a Shashua en la tesis de su maestría en el Instituto Weizmann de Ciencias en Israel. “Es una persona muy singular en términos de imaginar el futuro, avanzar y hacerlo”.

Shashua tiene la apariencia de académico, una especie de actitud nerd de un profesor universitario. En las vacaciones a veces sale en viajes de aventuras de motocicletas o vehículos cuatro por cuatro, una afición adecuada para un hombre que construyó una empresa global para proteger a los conductores de los riesgos del camino.

Los estudiantes describen a Shashua como un profesor dedicado pero exigente. “Posiblemente lo mejor que aprendí de él es ver lejos y en todas direcciones”, dice Nadav Cohen, uno de sus estudiantes de doctorado. “Tiene un gran talento para identificar las cosas antes de que sucedan”.

Con el trato de Intel, Shashua se convirtió en uno de los empresarios israelíes más exitosos de la historia. La adquisición es el ejemplo del ethos empresarial de un país que carece de recursos naturales pero que llegó a construir una economía del conocimiento en la fortaleza de sus universidades de clase mundial y un formidable sistema militar y de espionaje.

La ganancia repentina de los impuestos para el tesoro de Israel, que la publicación financiera Globes estima que podría ser hasta de 3,900 mdd, fue suficiente para que el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, afirmara que el acuerdo podría ayudar para un recorte fiscal. Netanyahu también invitó a Shashua y Ziv Aviram, cofundador de Mobileye, a su oficina en Jerusalén, donde elogió a los hombres como el reflejo del “genio de Israel y el orgullo israelí”.

Nacido en 1960, Shashua estudió Matemáticas y Ciencias de la Computación en la Universidad de Tel Aviv, el Instituto Weizmann y después en el MIT, y desarrolló un interés temprano en la visión computacional. En 1980, especuló acerca de colocar cámaras en los automóviles para advertir sobre colisiones, mucho antes de que otros informáticos creyeran que esto sí era posible.

La idea que más tarde se convirtió en Mobileye tuvo su comienzo en una conferencia de Shashua en Japón en 1998, cuando atrajo el interés de los ingenieros automotrices al decir que sabía cómo utilizar una sola cámara, en lugar de dos, para funciones de seguridad como advertencias cuando se sale del carril; si la gente podía ver lo suficientemente bien para conducir con un ojo cerrado, argumentó, los coches también.

Al año siguiente fundó Mobileye, junto con Aviram, un exempresario minorista que invirtió y asesoró a CogniTens, una primera startup que desarrolló sistemas de visión para el control de calidad en la industria automotriz y aeronáutica y que vendió a Hexagon, una compañía sueca de tecnología, en 2007. Desde entonces se mantienen como una dedicada pareja de negocios.

Mobileye empezó a cotizar en Nasdaq en 2014, pero no da a conocer cuántas acciones conservan sus fundadores. De acuerdo con la prensa de Israel, Shashua y Aviram tienen, cada uno, una participación de 7% y ganarán alrededor de 1,000 mdd cada uno. “Quiero decir algo poco común: no es el dinero”, insistió Shashua sobre los comentarios de la prensa. “Lo que queremos hacer es cambiar el mundo”.

Esto podría descartarse como una hipérbole corporativa de intereses propios si no fuera por el salto tecnológico ¬y las grandes apuestas financieras¬ que se esperan de la conducción autónoma, un mercado que Intel estima tendrá un valor de 70,000 mdd para 2030.

Sin embargo, el campo de la conducción autónoma es un trabajo en proceso, y muchos analistas dijeron que Intel pagó en exceso por una compañía que tiene una tecnología que aún está en pruebas.

El año pasado, la compañía de Shashua se separó sin demasiada ceremonia del fabricante de coches eléctricos Tesla, después de que en un choque en Florida murió un hombre que tenía en su coche un sistema de piloto automático suministrado por Mobileye.

Shashua defendió la venta, insistió en que Intel, que emplea a más de 10,000 personas en Israel, podría darle recursos a la compañía que jamás acumularía por cuenta propia. “Si queremos cambiar el mundo y queremos ser un participante clave, tenemos que pensar en términos de una industria completa, no solo de un producto, porque esa es la razón de la fusión”, dijo.

 

Fuente:milenio.com