DAVID HOROVITZ / ‘Esa es la próxima presidente’ dijo un hombre a mi lado, reflejando adulación cuando la embajadora de Trump en la ONU dejó el escenario con la mayor ovación del evento con diferencia

Catorce minutos. Ese es el tiempo que Nikki Haley, embajadora de Estados Unidos ante las Naciones Unidas, pasó conversando con el entrevistador Dan Senor en la conferencia anual de política de AIPAC el lunes por la tarde. Y eso fue todo lo que tomó para marcarla como la estrella indiscutible de este evento … y quién sabe qué vendrá después.

“Esa fue la próxima presidente de los Estados Unidos”, dijo un hombre mirando a mi lado mientras Haley salía del escenario en medio de una gran ovación de pie. Ridículo, diría usted, usando una palabra que Haley empleó varias veces al describir el entorno de las Naciones Unidas en el que se ha sumergido con gran vigor reformista. Probablemente. Pero sin duda refleja el estado de ánimo adulatorio entre las 18.000 personas reunidas en el Verizon Center.

Estaba claro, mucho antes de la aparición de Haley en el evento anual que sus descalificaciones en las últimas semanas de la horrible obsesión de la ONU con Israel habían ganado inmensa admiración entre los delegados de AIPAC. Desde la mención inicial de su nombre por el embajador Ron Dermer el domingo por la mañana, todas las referencias a Haley fueron recibidas con aplausos y vítores de aprobación.

Al parecer, la única persona que desconocía su estatus estelar era la embajadora misma, que estaba claramente impresionada por la recepción que recibió. La ovación de pie continuó durante tanto tiempo que Haley, habiéndose finalmente sentado después de agradecer a cada sección de la multitud, tuvo que ponerse de pie de nuevo, y eventualmente indicar a la audiencia que tomara asiento, para que su conversación con Senor pudiera comenzar.

La apelación de Haley es fácilmente comprensible. Cae simpática y es seria. Habla francamente. Ex gobernadora de Carolina del Sur, tiene un historial que incluye el logro sumamente resonante, para esta audiencia, de haber firmado en ley la primera legislación estatal para contrarrestar el movimiento de BDS (Boycott, Desinversión y Sanciones) contra Israel. Y ahora se está enfrentando a la vilipendiada ONU.

Sin parecer escurridiza al respecto, también ofreció, al principio de sus observaciones, un paralelismo muy potente entre su educación sikh indio-americana y lo que llamó la cultura israelí (supongo que quiso decir judía) que se habría hecho querer por cualquier persona en el público que aun no hubiera conquistado: “Estamos muy unidos. Amamos a nuestras familias. Tenemos una ética de trabajo fuerte. Creemos en la profesionalización y la filantropía y en retribuir”, dijo. Y luego se detuvo. -Esas son todas las cosas buenas -continuó, generando risas-. Luego, “Somos agresivos. Somos tercos. Y no retrocedemos en una pelea. Así que es un …” No llegó a terminar la frase, tan abrumador fue el clamor.

La embajadora estadounidense ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, habla en la Conferencia de Política AIPAC 2017 en el Verizon Center en Washington, DC el 27 de marzo de 2017 (captura de pantalla)

Su retórica tenía sentido común. Había acudido a las Naciones Unidas y le pareció un lugar absurdo. Y ahora se lo estaba contando a la gente de AIPAC.

Recordó lo “extravagante” que fue para ella, cuando entró por primera vez en las Naciones Unidas, escuchar delegado tras delegado simplemente vapuleando a Israel, sobre todo cuando hay tantas crisis y amenazas para tratar en Medio Oriente. “Yo sabía que decían que era malo, pero hasta que lo oyes y lo ves, simplemente no puedes comprender lo ridículo que es”, dijo.

Criticó el querido acuerdo nuclear del ex presidente Barack Obama, y dijo que “la superaba” y que era “terrible” que se hubiera aprobado el acuerdo.

Declaró que cuando se aprobó la Resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU en diciembre de 2016, su aprobación facilitada por el fracaso de la administración Obama de ejercer un veto, “todo el país sintió una patada en el estómago. Acabábamos de hacer algo que mostraba a los Estados Unidos en su punto más débil de la historia”, dijo. “Nunca damos la espalda a nuestros amigos. No tenemos un amigo mayor que Israel. Y ver que eso sucediera no sólo era vergonzoso, sino también doloroso”. Hoy, en cambio, prosiguió, “todos en las Naciones Unidas tienen miedo de hablarme de la Resolución 2334. Y yo quería que lo supieran, sucedió, pero no volverá a suceder nunca”.

Todas estas declaraciones francas fueron recibidas con deleite.

Así también, algunos de sus ingeniosos comentarios, servidos con moderación, pero con convicción inconfundible.

Sobre Irán: “Vamos a observarlos como un halcón”.

En su enfoque para confrontar lo que ella piensa es injusto: “Todo lo que hice fue decir la verdad”.

Sobre el cambio de ingeniería en la ONU: “No estoy allí para jugar”.

Y: “Se acabaron los días de vapulear a Israel”.

Y: “Llevo tacones. No es por una declaración de moda. Es porque si veo algo mal, los patearemos cada vez”.

Y lo más aplaudido de todos: “Así que para cualquiera que diga que no se puede hacer nada en la ONU, tienen que saber que hay un nuevo sheriff en la ciudad”.

Pero Haley, por muy convincente que fuera, no se habría lanzado si no fuera por los éxitos tangibles e iniciales de su misión. Fue la combinación de palabras con los primeros hechos los que cementaron su triunfo.

La gente de la ONU “no sabía exactamente” lo que ella tenía en mente al principio, “así que se lo mostramos”, dijo Haley. “Así que cuando decidieron intentar poner a un palestino (el ex primer ministro de la AP, Salam Fayyad) en una de las posiciones más altas que jamás se habían dado en la ONU, dijimos que no, y lo hicimos sacar”. Eso recogió una respuesta bastante entusiasta, pero Haley no había terminado. “Eso no significa que no fuera un buen hombre”, dijo amablemente. “No significa que no fuera bueno con Estados Unidos”, añadió.

Pero luego vino el golpe: “Lo que significa es hasta que la Autoridad Palestina llegue a la mesa, hasta que la ONU responda de la forma en que se supone que debe hacer, no hay más regalos para la Autoridad Palestina”. El techo tembló bastante.

Segundo ejemplo: “Entonces nos pusieron de nuevo a prueba. Y apareció este ridículo informe, el informe de Falk. No sé quién es el personaje, ni de qué se trata, pero tiene serios problemas”, dijo Haley, ligeramente horrorizada. “¿Compara a Israel con un estado de apartheid?”

La Embajadora de Estados Unidos en la ONU Nikki Haley reacciona a los aplausos al final de su comparecencia en la conferencia de política de AIPAC en Washington, DC, 27 de marzo de 2017 (captura de pantalla de AIPAC)

Entonces, ¿qué hizo al respecto? “Lo primero que hacemos es llamar al secretario general, y decir, ‘Este [informe] es absolutamente ridículo. El secretario general sacó inmediatamente el informe, y luego el director dimitió”. Otra vez el clamor.

Y ahí fue cuando soltó la ocurrencia del “nuevo sheriff”: “Así que para quien diga que no se puede hacer nada en la ONU, tienen que saber que hay un nuevo sheriff en la ciudad”. Sin duda.

¿La “próxima presidente de Estados Unidos”? Realmente no es el punto ahora.

Pero un buen activo para serlo.

Fuente: The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel –  Reproducción autorizada con la mención: © EnlaceJudíoMéxico