Algo que llama mucho la atención cuando uno lee la historia del Éxodo en la Torá es que Moisés era tartamudo. La pregunta que todo mundo hace y la cual usa el mismo Moisés para refutar a D-os es: ¿cómo un tartamudo va guiar a un pueblo entero a través de la palabra? ¿Por qué D-os escoge a un tartamudo para poner en él sus palabras sagradas?

Cuando Moisés le dice a D-os que no puede realizar la tarea que Él le pide, Hashem (D-os) contesta: “¿Y quién le da boca al hombre? ¿quién lo hace mudo o sordo, vidente o ciego? ¿no soy yo, el Eterno?” (Éxodo 4:1)

La forma en que el Ran (Rabbi Nissim ben Reuben) explica estos pasajes es diciendo que D-os implica a Moisés que fue Él quien ocasionó su tartamudeo y Él quien lo está eligiendo con esa cualidad. Su defecto aparente en realidad es una virtud porque es muestra de que los judíos no escucharon a Moisés porque sus palabras fueran bellas, ni fáciles de escuchar; ni porque el fuera una orador nato que los seduce con el arte del habla. No, la gente lo escucho porque lo que decía era cierto y venía de D-os.

El pasaje en donde Moisés se vuelve tartamudo se encuentra en el Midrash Rabba. Les contamos la historia a continuación.

Moisés se vuelve tartamudo

Una vez ocurrió que Moisés estaba jugando en las piernas del faraón, vio la corona que brilla con gemas preciosas y se estiró para alcanzarla. El faraón que era supersticioso y tenía miedo de perder su trono preguntó a los astrólogos y consejeros egipcios el significado de este evento.

Muchos de ellos lo interpretaron como que Moisés era una amenaza para la corona del faraón y le sugirieron que decretara su muerte antes de que pudiera crecer y volverse peligroso. Sin embargo, uno de los consejeros del monarca le sugirió que primero deberían poner a prueba al niño, para comprobar si sus acciones eran guiadas por un razonamiento, por un deseo innato a la corona o si simplemente estaba actuando como cualquier otro niño que busca agarrar los objetos con brillo.

El faraón asintió a ello y dos recipientes se colocaron frente al joven Moisés. Uno contenía oro y joyas y el otro, carbones calientes. Moisés alargó su mano al oro, pero un ángel la dirigió a los carbones. El niño agarró un carbón brillante y lo colocó en sus labios.

Se quemó su lengua, pero su vida fue salvada. Después de ese día, Moisés sufrió de un defecto en el habla. No podría jamás convertirse en un orador hábil, pero sus palabras estaban destinadas a traer la verdad divina al mundo.

Midrash Rabba Éxodo 1:26

Fuente chabad.org