RABINO HOWARD GOLDSMITH

El 10 de diciembre de 1986, Elie Wiesel aceptó el Premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega. Su discurso de aceptación refleja su carácter, su gracia, su audacia, su grandeza. El discurso llamó a la gente de ese día como puede llamarnos hoy, si tan sólo escuchásemos.

“Palabras de gratitud. Primero a nuestro Creador común. Esto es lo que la tradición judía nos ordena que hagamos. En ocasiones especiales, uno está obligado a recitar la siguiente oración: “Baruj atá Adonai Eloheinu melej haolam shehejeianu vekimanu veiguianu lazman haze” – “Bendito seas Tú, Adonai nuestro Dios, Rey del Universo, que nos ha concedido la vida, nos sostuvo y nos hizo posible llegar a este día.”

Imaginen eso. Un hombre cuya sopa alguna vez supo a cadáveres, el autor y protagonista del horror de “Noche”, agradeciendo y reconociendo a nuestro creador, afirmando la vida y la bendición. Dejemos que ésta sea nuestra primera lección de Elie Weisel, y quizás nuestra última. Sin una afirmación de la vida y de su bondad, el mal que debemos enfrentar es poco. Sin la posibilidad de la bondad, ¿para qué batallar contra la tiranía? Estamos rodeados de bendiciones, bondad y paz. Cuando Elie Wiesel bendice, nosotros también debemos “bendecir, alabar, honrar, exaltar, glorificar, adorar y elogiar”.

Posteriormente Wiesel da voz al niño de “Noche”, da voz a su yo de la niñez: “Y ahora el niño se vuelve hacia mí. ‘Dime, ¿qué has hecho con mi futuro, qué has hecho con tu vida?’, Y le respondo que lo he intentado. Que he tratado de mantener la memoria viva … “

Es casi una acusación a la que respondió casi con una disculpa. ¿Podría cualquiera de nosotros responder al potencial puro de nuestro yo de la infancia. ¿Podría alguien mirar hacia atrás y decir que hemos hecho todo lo que podemos? ¡Qué difícil es cuando la pregunta sale del Reino de la Noche! Qué imposible es superar los horrores y construir una vida. ¡Qué milagroso es vivir una vida que llenó al mundo de luz como sólo Elie Weisel lo hizo! ¡Ma Rabu Maaseja, Hashem! ¡Cuán grandes son tus obras, Dios! Elie dio voz a las esperanzas y los sueños de tantos que murieron. Ciertamente podemos aprender a vivir esas esperanzas y sueños día con día. No es mucho pedir.

En Estocolmo, Elie preguntó al rey de Noruega, preguntó a los noruegos y a todos nosotros: “¿Cómo alguien puede no ser sensible al sufrimiento de los demás? El sufrimiento humano en cualquier lugar preocupa a hombres y mujeres en todas partes”.

Aunque fue casi destruido por su tribu, Elie Wiesel ve su particularidad en lo universal. A pesar de la opresión soviética, a pesar de las amenazas contra Israel, a pesar del antisemitismo, no se encierra. No se centra sólo en los judíos sino en el sufrimiento de otros en el mundo, de los enfermos del mundo. Encarna el llamado de Isaías. Debemos ser una luz para las naciones. Pero vivir brillantemente no era suficiente para Elie Wiesel. Llegó a los lugares oscuros. Iluminaba los rincones escondidos que nadie quería ver. ¿Nosotros lo hacemos? Él nos indica que debemos hacerlo.

“Debemos tomar partido”, imploró. “La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al atormentador, nunca al atormentado. A veces debemos interferir. Cuando las vidas humanas están en peligro, cuando la dignidad humana está en peligro, cuando las fronteras nacionales y las sensibilidades se vuelven irrelevantes. Dondequiera que hombres y mujeres sean perseguidos por su raza, religión u opiniones políticas, ese lugar, en ese momento, debe convertirse en el centro del universo”.

Somos todos muy educados. No tomamos partido en polémicas. Permitimos que nuestra necesidad de civilidad atenúe la luz que debemos iluminar ante la injusticia. Evitamos discusiones de raza, refugiados, derechos de las mujeres, derechos de los homosexuales. Nos preocupamos por ofender a algunos políticos de izquierda o derecha. Hablamos de trivialidades y miramos hacia adentro cegándonos a las injusticias de nuestro mundo. Nos situamos en el centro del universo – como individuos, como judíos, como estadounidenses – miramos nuestros intereses y nuestras necesidades. “¡NO!” exclama Elie Wiesel de este discurso hace 30 años, el centro del universo sólo puede estar donde la persecución trae oscuridad a cualquiera. La humanidad es primero. ¿Pero cómo? Cada uno tiene sus problemas. No podemos resolverlo todo. No podemos asumir demasiadas responsabilidades. Elie Wiesel escucha este desafío y responde:

“Tengo fe. Fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, e incluso en su creación. Sin ella, nada es posible. Y la acción es el único remedio a la indiferencia, el peligro más insidioso de todos.

Así como la indiferencia y el cinismo pueden atrofiar al alma, la fe puede rejuvenecerla. Fe en que podemos trabajar en nosotros mismos mientras ayudamos a otros. Fe en que podemos hacer una diferencia en lugares distantes y en nuestra propia tierra. Fe en que la luz puede desterrar la noche y que la memoria otorga la eternidad. Fe en que podemos llevar el legado de los que murieron en la Shoá mediante las bendiciones en nuestras propias vidas. Fe en que podemos dar a esos legados significado a través de nuestro trabajo para librar al mundo de la persecución, la injusticia y el odio. Fe en lo particular y lo universal. Que la memoria de Elie Wiesel inspire en nosotros esta fe, esta decisión, este significado.

Al finalizar su discurso en Noruega, Elie Wiesel mostró al mundo la luz del pueblo judío y nos indicó con su singular voz moral: “Nuestras vidas ya no nos pertenecen sólo a nosotros, sino a todos aquellos que nos necesitan desesperadamente. Gracias, pueblo de Noruega, por declarar en esta singular ocasión que nuestra supervivencia tiene un significado para la humanidad “.

Que cada uno de nosotros merezca este significado y que seamos los esparcidores de la luz a la que nos llamó nuestro antiguo profeta Isaías y nuestro nuevo profeta Elie Wiesel.

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