Enlace Judío México.- El presidente no debe cometer el mismo error que cometieron sus predecesores.

GRANT RUMLEY

El líder palestino Mahmoud Abbas visitará la Casa Blanca esta semana por primera vez en tres años. Al decir de todos, su anfitrión está ansioso por reanudar las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos. “Estoy trabajando muy duro,” dijo anteriormente el Presidente Donald Trump a periodistas, en la esperanza de “encontrar finalmente la paz entre el pueblo palestino e Israel.” El discurso del presidente sobre el proceso de paz no parece vacío: Él ha expresado constantemente su deseo de hacer “el acuerdo que se puede hacer” en la región.

Pero los esfuerzos de Trump están condenados finalmente al mismo fracaso de sus predecesores si él no hace frente al mayor obstáculo para un acuerdo de paz israelí-palestino: Gaza.

Desde que el grupo terrorista Hamas expulsó a la Autoridad Palestina del territorio en el año 2007, el potencial para una solución de dos estados ha sido microscópico. Los gobiernos de Bush y Obama eligieron apoyar negociaciones estrictamente entre Israel y el liderazgo palestino con base en la Margen Occidental de Abbas. Ambos gobiernos prefirieron abandonar Gaza como una Caja de Pandora sin solución, condenada al conflicto perenne con Israel mientras esté bajo el control de Hamas.

Pero esto es lógica fatalmente defectuosa. Cualquier acuerdo de paz factible entre los israelíes y palestinos requerirá serias concesiones de ambas partes. Y ningún líder palestino sentado en la Margen Occidental puede comprometerse en las cuestiones más sensibles en la política palestina – el estatus de Jerusalem, refugiados, fronteras, etc. – mientras un partido rival controla la mitad del territorio de un futuro estado palestino. El temor muy real para Abbas es que si sus compromisos se volvieran públicos, Hamas podría fácilmente concentrar el sentimiento público (y posiblemente la acción) contra él y su partido Fatah.

El año pasado, un negociador palestino que estuvo involucrado en las conversaciones de paz del 2013 lideradas por el entonces Secretario de Estado John Kerry me dijo que Gaza era una “cuestión periférica,” e insistió en que Abbas no necesita controlar la Franja para negociar en su nombre. Abbas no gobierna a los palestinos en Siria o Líbano, argumentó el funcionario, pero él todavía negocia en su nombre como líder de los palestinos. Esta es una lógica defectuosa por una razón simple: Los palestinos no están reclamando Siria o Líbano como su territorio en un estado futuro. Sin embargo, la respuesta al enigma de Gaza estuvo en el razonamiento del funcionario: Abbas puede no tener que controlar Gaza, pero necesita un derecho legítimo a ella a fin de firmar un acuerdo.

Él no lo obtendrá a través de la reconciliación con Hamas. En la década desde la guerra civil, las brechas entre las dos facciones palestinas sólo se han ensanchado más a medida que colapsaron los sucesivos acuerdos de reconciliación. Las diferencias ideológicas entre Fatah y Hamas, emparejadas con una larga y sangrienta historia, significan que ambas partes son incapaces de ver la competencia como algo distinto a la suma cero.

Anteriormente el asesor religioso de Abbas llamó a los gazatíes a derrocar a Hamas. En respuesta, Hamas allanó las oficinas de la OLP en Gaza. Apenas la semana pasada, Abbas detuvo pagos para la electricidad de Gaza. Incluso el nuevo documento político de Hamas reconociendo las fronteras de 1967 es menos un gesto de buena fe que una estratagema cínica para asegurar la financiación internacional y barrer la base de apoyo de Fatah.

Hamas no va a ir a ningún lado en el cuerpo político palestino, y ninguna fuerza ni expresión de deseo disminuirá su capacidad de arruinar las posibilidades de un acuerdo de paz. Ya sea a través de ataques suicidas en la década de 1990 o la guerra reciente del 2014, Hamas ha buscado históricamente hacer descarrilar cualquier progreso hecho en las negociaciones de paz través del uso del terror. En vez de ignorar a Hamas, Estados Unidos puede apoyar un proceso político que no sólo disminuya la posición del grupo terrorista sino que también de la más pragmática (aunque defectuosa) Autoridad Palestina dominada por Fatah una posibilidad de reestablecer un reclamo legítimo a Gaza en negociaciones futuras.

Un impulso renovado para un nuevo proceso político palestino evocará indudablemente recuerdos del gobierno de George W. Bush, el cual insistió en celebrar elecciones en el año 2006 – con el apoyo de Abbas – y allanó inadvertidamente el camino para una victoria electoral de Hamas que Estados Unidos luego se negó a reconocer. Pero los errores del gobierno de Bush fueron tácticos, no estratégicos. No se hizo lo suficiente en el terreno para prevenir el triunfo de Hamas. Aunque los elaboradores de políticas odiarán arriesgar otra ronda de votación, las elecciones son todavía el camino más fuerte para que los pragmáticos relativos en la política palestina reúnan legitimidad.

El primer paso sería que la Autoridad Palestina anuncie elecciones presidenciales y legislativas en 60 días. Este es el período de tiempo ordenado en la constitución palestina siempre y cuando ocurra una crisis de sucesión. Anunciando elecciones en este marco de tiempo, Abbas y Fatah podrán describirse como el partido del “imperio del derecho.” Adicionalmente, esto daría a Abbas, de 82 años de edad – quien lleva 12 años dentro de un mandato presidencial de 4 años– una oportunidad ya sea de bajarse o de competir en nuevas elecciones.

El segundo paso sería que Abbas inicie una reforma general del partido Fatah. El argumento más fuerte contra otra ronda de elecciones palestinas – y la razón para que no haya habido ninguna competencia significativa en más de una década – es la posibilidad de que Hamas pudiera repetir su asombrosa victoria del 2006. Sin embargo en esas elecciones Hamas simplemente ganó una pluralidad, no una mayoría de votos, obteniendo el 44% ante el 41% de Fatah. Fatah entró a las elecciones con profundas divisiones sobre quienes serían los candidatos oficiales del partido, y como tal vio a muchos de sus miembros presentarse como independientes. Para los seis escaños parlamentarios del distrito Jerusalem, por ejemplo, Hamas envió cuatro candidatos contra seis de Fatah, pero 29 candidatos se presentaron como independientes y juntos reunieron aproximadamente el 40% de los votos. En Gaza, aproximadamente 28 independientes que se presentaron contra los ocho candidatos oficiales de Fatah estaban afiliados a Fatah. Donde Hamas nunca presentó más candidatos, Fatah y sus descontentos diluyeron su apoyo entre los votantes. Crucial para el éxito de otra ronda de elecciones es prevenir desunión similar entre Fatah.

Sin embargo, reformar a Fatah es probablemente la mayor dificultad en revitalizar la democracia palestina. Fatah está aún más dividido hoy que lo que estaba en el 2006. La re coronación de Abbas en el congreso del partido en noviembre solidificó su control del poder. Para que las elecciones funcionen en favor de Fatah, sin embargo, Abbas tendrá que alcanzar a los miembros desautorizados del partido – incluidos los aliados con su rival Muhammad Dahlan – y unificar el partido detrás de una lista en cada distrito.

El tercer paso es colocar condiciones sobre la participación en las elecciones. En el 2006, la administración Bush se negó a presionar a Abbas para que pusiera requerimientos – tales como la renuncia a la violencia y adhesión a los acuerdos previos de la OLP con Israel – sobre quienes podrían participar en las elecciones. Esto permitió a Hamas presentar candidatos sin renegar de la plataforma terrorista del grupo. Los funcionarios estadounidenses más tarde lamentarían esta decisión. “Forzados por la lógica palestina a elegir entre cancelar las elecciones por completo o permitir que se presentaran candidatos vinculados con Hamas, elegimos lo último,” escribió un ex funcionario de la administración. “En retrospectiva, la decisión fue errada tanto en principios como en la práctica.”

Colocar requerimientos sobre la participación es una fuente clave de influencia en la dinámica política palestina. A los funcionarios de Hamas se les presentará un dilema: renunciar a la violencia y participar en las primeras elecciones libres y justas en más de una década, o negarse y correr el riesgo de verse obstinados y fuera de contacto con el pueblo palestino. Si es lo primero, Estados Unidos debe sentirse confiado con las posibilidades de un Fatah unificado de derrotar a Hamas. Si es lo último, entonces la calle palestina verá claramente cuál de los dos principales partidos negó las posibilidades de representación democrática.

Este plan no carece de riesgos. Hamas podría participar y ganar, Fatah podría fracturarse a último minuto, o las elecciones podrían tener lugar solamente en la Margen Occidental. Y hay que admitirlo, la incitación, la corrupción endémica y pagos a familias de terroristas por parte del liderazgo de la Margen Occidental lo ponen lejos de un socio ideal para la paz en este preciso momento. Pero eso no debe impedir a la política estadounidense pensar en forma creativa acerca de Gaza. Un líder palestino necesita tanto la voluntad de firmar un acuerdo como la capacidad de cumplir con su implementación. Eso es imposible en tanto un líder en la Margen Occidental no tenga, muy al menos, un derecho legítimo a Gaza.

 

 

Fuente: Político
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México