Ha sido uno de los partos más complicados del pasional y tenso matrimonio formado por la política y los medios de comunicación en Israel. Tras tres años de decisiones, propuestas de ley, manifestaciones, vuelcos, aplazamientos, despidos, insultos, filtraciones y amenazas de elecciones anticipadas, la nueva radiotelevisión pública israelí es una realidad. Emergiendo de las cenizas de la vieja corporación estatal que desapareció la semana pasada, Kan (Aquí, en hebreo) inició este lunes sus emisiones desde la ciudad de Modiin, situada entre Jerusalén y Tel Aviv.

SAL EMERGUI

Tras apoyar el cierre de la obsoleta corporación pública para crear una moderna, ágil y blindada ante influencias políticas, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, dio marcha atrás en los últimos meses. Sin éxito, intentó derribar el proyecto de reforma promovido en 2014 por su ministro de Comunicación y compañero del Likud, Gilad Erdan.

“He cambiado de opinión. No es necesario el nuevo ente”, confesó Netanyahu en marzo, asegurando que debe evitar despidos generalizados. Su verdadero objetivo, sin embargo, era impedir el lanzamiento de la nueva corporación ya que sospecha que tendrá una línea informativa muy crítica hacia su Gobierno. El diputado del Likud, David Bitan, lo dijo sin tapujos al denunciar “el fichaje por parte de Kan de muchísimos periodistas de izquierdas que no representan a todo el espectro político y social del país”. En la corporación responden que buscaron grandes profesionales independientemente de su ideología. En cualquier caso, hay periodistas de izquierdas y de derechas.

Debido a su doble cargo -jefe de Gobierno y ministro de Comunicación- y a su obsesión por los medios, Netanyahu es la estrella de una kafkiana obra de teatro cuyo argumento es el pleno convencimiento de que el cuarto poder le sigue persiguiendo.

La muerte del viejo canal público se oficializó el pasado martes. Una hora antes de su principal telediario, sus presentadores recibieron la notificación de que sería el último tras 49 años de historia. Según el gestor temporal, para garantizar la transición al nuevo medio que incluye a 450 de los 1.050 empleados del anterior. La única excepción durante este corto periodo fue la emisión del Festival de Eurovisión el pasado fin de semana.

“Es muy triste que una institución tan importante acabe de esta forma. Al menos nos han dado cajas gratis para recoger nuestras pertenencias”, comentaba el veterano Yaacov Achimeir con triste ironía. De forma espontánea, Achimeir y el resto de periodistas y técnicos sellaron el último telediario emitido en un plató lleno de lágrimas, entonando con voz entrecortada el himno nacional.

“Como cualquier espectador, mi corazón se encogió al ver la sorprendente y apresurada despedida en la televisión. Así no se hacen las cosas”, lamentó el presidente de Israel, Reuven Rivlin, en su visita al estudio de la radio pública para acompañarla en su último día. Por primera vez desde su aparición el 30 de marzo de 1936, esta emisora emitió sólo boletines y música durante cuatro días.

La advertencia de Rivlin es clara: “Estoy seguro de que la nueva dirección entiende que no debe servir a un comisario, sino al público. Sin ente público, no hay democracia”. El presidente, que mantiene pésimas relaciones con Netanyahu, pese a ser del mismo partido, se contagió de las lágrimas de veteranos que desde esta semana se encuentran en el paro.

“Fue una enorme responsabilidad dirigir el último programa de una radio con tanta integridad. Poner fin a 81 años de historia me emocionó y entristeció”, cuenta Ran Binyamini, que este lunes ya trabajaba en la nueva radio donde espera que “el cierre signifique la apertura de algo no menos profesional”.

Convertida en radio estatal un minuto después de la Declaración de Independencia, sigue siendo la más escuchada de Israel. No así la televisión. Incluso en su dramática despedida, el telediario alcanzó sólo el 4,4% de cuota de audiencia. La competencia de las privadas -el popular Canal 2 y el talentoso Canal 10-, la enorme variedad de canales locales e internacionales y graves errores internos sentenciaron a la televisión pública. El monopolio absoluto desde 1968 languideció a partir de los años 90 y murió en 2017.

“El rey ha muerto; viva el rey!”, comenta a EL MUNDO un periodista que tras 20 años en la oficina de Jerusalén se sentía como un becario en la nueva casa de Modiin.

La intensa lucha de Netanyahu contra los directivos del nuevo organismo le llevó a sacar el arma letal: amenaza de comicios anticipados. Hubiera sido la segunda vez que disuelve su Gobierno por temas relacionados con los medios. La primera fue en 2014 para frenar la iniciativa parlamentaria que pretendía imponer un pago al popular diario gratuito del multimillonario estadounidense y conocido allegado suyo, Sheldon Adelson.

Netanyahu logró aplazar la inauguración de Kan pero el ministro de Finanzas, el centrista Moshe Kajlon, intervino para salvarlo. A cambio, cedió a la exigencia de dividir la nueva corporación en dos: el departamento informativo y el resto. El Tribunal Supremo suspendió ayer la división que quizá hubiera castrado el nuevo servicio público.

Por si no fuera suficientemente dura la tarde para Netanyahu, la encargada de inaugurar el nuevo canal fue Geula Even. “Haremos todo lo posible para tener éxito y ofrecer un servicio público buscando siempre la verdad de forma honesta”, dijo al inicio del telediario. La prestigiosa periodista no es del agrado de Netanyahu porque es la esposa de su rival en el Likud, el ex ministro Gideon Saar. Televisión y política, un cóctel apasionante que no se sirve a gusto de todos en Israel.

 

 

Fuente:elmundo.es