Enlace Judío México  / Luis Wertman Zaslav – En su primera colaboración con el diario Excélsior, Luis Wertman, director del Consejo Ciudadano de la Ciudad de México, reflexiona sobre nuestros hábitos y nuestro comportamiento como ciudadanos y los cambios que podemos hacer para contribuir a mejorar el clima de seguridad en la Ciudad de México.

Muchos de nuestros comportamientos cotidianos guardan una relación directa con el estado de la seguridad en la Ciudad de México. Si bien a simple vista enfrentamos un problema estrictamente policiaco y de aplicación de la ley en contra de quien la infringe, la realidad es que nuestros hábitos contribuyen más de lo que creemos en el aumento o descenso de los delitos.

Cito las palabras de un buen amigo, quien durante una comida me dijo con preocupación, que “siente” un aumento en la inseguridad, sin poder explicarme con argumentos concretos a partir de cuándo inició su incertidumbre.

Hice las preguntas de rigor: ¿Fuiste víctima de algún delito, aunque fuera menor? No. ¿Algún familiar, vecino o persona cercana lo fue recientemente? Tampoco. ¿Ha disminuido el patrullaje, la presencia de la policía en tu calle o en la colonia? Al contrario, los vemos todo el tiempo, fue la respuesta.

Mi última pregunta llevaba intención. ¿Y conoces a los policías que patrullan tu calle? Sus ojos se abrieron al tamaño necesario para dejarme claro que acababa de decir una insensatez. Conversamos un rato más, mientras le explicaba la relación entre conocer a los policías de tu cuadrante, contar con buena iluminación pública, espacios limpios, servicios de mantenimiento constantes y su influencia en la percepción diaria de la seguridad personal.

De pronto, detuvo el tenedor en el aire y se quedó quieto. Lo primero que pensé es que se había atragantado con el último bocado. A punto de urgirle que me dijera qué le pasó, alzó una mano para pararme en seco.

“Ahora que lo mencionas, todo eso ha ocurrido en mi calle”, dijo en el mismo tono en que un detective de novela negra descubre un misterio. “¿Qué de todo?”, reviré.

“Todo. Hace un mes se fundieron dos farolas en la calle y casi al mismo tiempo apareció una bolsa de basura a dos casas de la mía, a la que se le juntaron otras tres a la mañana siguiente. Como está oscuro, mi esposa le pidió a mi hija que no la acompañara a pasear al perro al parque y tampoco dejó salir a mi hijo a jugar. He visto las patrullas, pero si alguna vez quise acercarme, después de esto, ni ganas”.

¿Y ya lo reportaron?, insistí. “No sé”, me dijo con algo de indiferencia, “casi no nos hablamos los vecinos y francamente no sé con quién se queja uno”.

De acuerdo con la información que llega a diario al 5533-5533, la línea del Consejo Ciudadano, las condiciones en que se encuentra nuestro entorno inmediato determinan en mucho nuestra sensación de seguridad; la falta de convivencia vecinal exhibe nuestra vulnerabilidad. Para escribirlo más directo: los delincuentes notan nuestros descuidos y nuestra falta de comunicación.

Resolver el problema de seguridad en la Ciudad, va más allá de policías, patrullas y pistolas. De fondo, se trata de construir las condiciones de habitabilidad que le permitan al ciudadano contar con servicios de salud adecuados, educación de calidad, movilidad, espacios públicos y oportunidades de empleo digno y bien remunerado. Lo que debemos buscar ya no es la medición cruda del ascenso o descenso de los delitos a partir de su combate, ésa es una parte; pero el principal reto es consolidar esos elementos asociados a la seguridad que tienen más relación con nuestra participación ciudadana activa y el aumento de la denuncia, para recuperar la confianza social. Sobre cómo hacerlo, escribiremos en la siguiente ocasión. Agradezco a la Casa Excélsior por la oportunidad de colaborar a partir de hoy en este espacio.

Fuente: Excélsior