Enlace Judío México.- Las raíces del fundamentalismo y el terrorismo islámico.

KAREN BENSUSSEN

¿Cuál es nuestra mirada y percepción con respecto al mundo árabe?

No podemos comprender el mundo musulmán desde una perspectiva occidental, simplemente los valores, la cultura, las tradiciones, la herencia histórica, son completamente distintas y distantes a nosotros.

Para poder entender el pensamiento musulmán, debemos de extraer y desalojar de nuestras mentes el legado occidental innato e inmanente que cargamos desde que llegamos al mundo; como las ideas de la civilidad, el progreso y el libre albedrío, valores fundamentales de Occidente pero que no necesariamente los comparte el mundo del Medio Oriente, pues cada cultura tiene su propio legado y valores.

Es evidente que el mundo islámico está convulsionado, a partir de la llamada “primavera árabe”, los países del Medio Oriente y del Norte de África exigen un cambio.

Aunado al fenómeno revolucionario, nos damos cuenta que los grupos fundamentalistas islámicos están tomando gran protagonismo en sus territorios, volviéndose cada vez más sanguinarios y crueles, utilizando herramientas nuevas para difundir sus atrocidades; como el internet y el uso de las redes sociales, publicando desvergonzadamente las brutalidades cometidas en contra de personas consideradas enemigos por el simple hecho de creer y pensar de forma distinta; para ellos, éste es su crimen. Y como castigo la tortura, la crucifixión, el sufrimiento y agonía frente al hecho inminente… La muerte.

Hoy cabe cuestionarnos ¿Por qué el terrorismo ha emigrado a Occidente?

La cuestión no es simple, y se remonta a la percepción histórica que el mundo árabe musulmán ha construido, y transmitido por medio de diferentes líderes islámicos, estudiosos que interpretan el Corán según su apreciación y pensamiento.

El fondo del argumento radica en la terrible derrota que para el mundo islámico representó la caída de su Imperio, frente el mundo occidental.

Desde la fundación del Islam en el sigllo VII, hasta la caída del Imperio Otomano, en la primera mitad del siglo XX, pasando por los reinados del califato y de los sultanes otomanos, la región del Medio Oriente había sido territorio musulmán, dominado por los poderosos imperios islámicos.

Con la caída del Imperio Otomano, tras el fin de la primera guerra mundial 1919, el sueño musulmán de fortaleza y poder se desvaneció.

Penetraron a su hogar las naciones occidentales, las cuales modificaron y manipularon a los habitantes de la región, con el fin de lograr alcanzar sus intereses geopolíticos y económicos en la región.

Este ultraje, trajo consigo la división de grupos étnicos, culturales e ideológicos. Se trazaron mapas artificiales con pluma y regla separando a clanes, familias y líderes comunitarios; creando nuevos “países” ficticios e incongruentes a la realidad de la región, donde la mezcla ideológica era desigual.

Para el mundo musulmán esto significó un ultraje, un abuso, un agravio, un insulto, una deshonra y humillación.

El agravio permaneció en la memoria colectiva de la región, aunado a esto, los líderes impuestos por Occidente, resultaron ser una gran decepción; mandatarios ventajosos, corruptos, impositivos, desvergonzados, con una inmensa sed de poder.

Como era de suponerse, la situación no se hizo esperar. Comienzan a surgir grupos y organizaciones con sed de venganza y hambre de revancha.

La nostalgia del glorioso pasado y la memoria del ultraje cometido provocaron la unión de entes resentidos y marginados, que con el anhelo de ser reconocidos, se unieron a la causa, al “yihad”, sin nada que perder y dispuestos a acabar con sus vidas y de paso con el mundo que los traicionó cometiendo actos brutales que sacuden al mundo entero.

¿El resultado? La creciente paranoia de la población, la invasión a la privacidad personal por el bien y la seguridad del país, la desestabilización de la paz mundial, las alianzas de poder entre naciones, etc…

Lo cierto es, que desde mi perspectiva, el terrorismo y el radicalismo fundamentalista islámico no va a desaparecer, la falta de liderazgo en los países de la región y el odio inculcado por los extremistas musulmanes provocan una furia desmedida. Se derroca a una organización terrorista y surgen en su lugar otras tres.

Tal como mito de Hidra, cortas una cabeza y cada vez salen más.

La pregunta es: ¿Existirá alguna forma de reconciliación?