RACHEL SHARANSKY DANZIGER

Aquí en Jerusalem, sé dónde estoy.

Me tumbo al sol hoy, esperando que su calor ahuyente la tensión y el agotamiento y la pena (esa sangre, oh Dios, toda esa sangre en ese piso)

Y yo sabía. Sabía dónde estaba. Incluso acostada con los ojos cerrados.

Sabía lo que había a mi izquierda, más allá de las laderas cubiertas de hierba del Parque de la Independencia y las elegantes tiendas de Mamilla: un viejo muro de piedra y a su sombra – los callejones. Y en su extremo, erguido, el Muro Occidental.

(Sé por qué estoy aquí: Ésta es mi antigua casa.)

Sabía lo que había a mi derecha, más allá del majestuoso edificio de la Agencia Judía, aquel recolector de judíos del este y el oeste: calles que llevaban el nombre de rabinos de la Edad Media, que escribieron sobre Dios, historia y amor. Ellos también sabían dónde estaban. Y sabían dónde querían estar. “Mi corazón está en el este”, escribió el rabino Yehudah Halevi, soñando con Jerusalem. Pero yo estoy en el extremo oeste.

(Sé cómo llegué a estar aquí: Nuestro anhelo me llevó a casa.)

Sabía lo que había detrás de mí: el centro de Jerusalem con sus tiendas y sus colores fuertes, vívidos, y luego el camino que marca la costura de esta ciudad, la división entre el este y el oeste.

(Sé lo que me amenaza aquí, pero esta división, este conflicto, no me perseguirá.)

Y sabía lo que me esperaba: mi propia casa, la escuela de mis hijos y el jardín de infantes, los lugares donde los crío para amar esta tierra, para amar a sus semejantes.

(Sé quién soy: un eslabón en una cadena larga y antigua).

Me tumbé al sol, y no podía ahuyentar mi pena, realmente no podía. No cuando la sangre estaba tan fresca, y los padres y esposos, hermanos e hijos se disponían a enterrar a sus seres queridos muertos. No cuando pensaba en esos cinco niños, y los ecos de matanza que recuerdan hoy.

Pero sé dónde estoy, sé quién soy, y sé que me quedaré aquí, afligida o no.

El terror no cambiará eso. Las guerras también fracasarán.

No quiero vivir por la espada, y no quiero criar a mis hijos peleando. Quiero que Jerusalem florezca para todos nosotros: todos los que la aman, todas las personas que llaman a este lugar su casa.

Quiero que ese camino que está detrás de mí hoy, y esa división que representa entre el este y el oeste, dé paso a nuevos caminos en el futuro: caminos que vamos a tomar juntos, luchando mano a mano.

Pero si quieres que me vaya, si piensas que la sangre, el temor y la rabia de alguna manera me harán correr, sé que fracasarás.

Lucharé si tengo que hacerlo, porque sé quién soy.

Soy judía y estoy en casa.

Fuente: The Times of Israel – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico