Médicos y rabinos están en contra de acortar la vida, incluso en el caso de sufrimiento extremo, pero, ¿no creen ustedes que el hombre también necesita tener autoridad para escoger su muerte?

SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

En Israel, gran centro de medicina moderna, una decisión equivocada puede dar lugar a un juicio por mala práctica, lo que muchas veces pasa desapercibido en países que se han dado en llamar subdesarrollados.

Son varios los problemas que suscita la ciencia médica, uno de ellos es la terminación de la vida, otro, la comercialización de los miembros del cuerpo que han sido amputados, o cualquier otro órgano del cuerpo ¿Tienen derecho los médicos de andar ensayando cuando se les antoja con los pacientes y su cuerpo?

Los debates actuales sobre las consecuencias de la práctica médica son tales que, en los últimos años han aparecido cualquier cantidad de juristas y rabinos para poder enfrentarlos. En Israel, o más bien entre los judíos del mundo, los médicos se enfrentan a varios problemas que tienen que ver con la experimentación y el término de la vida. Y la pregunta primordial es: ¿Quién tiene derecho a experimentar con nosotros, los pacientes enfermos, qué se hace con nuestro cuerpo? Y además, ¿no podemos decidir nosotros cuándo queremos morir?

Médicos y rabinos están en contra de acortar la vida, incluso en el caso de sufrimiento extremo, pero, ¿no creen ustedes que el hombre también necesita tener autoridad para escoger su muerte? Es duro pensar en esto. Hasta hablarlo. La ley israelí no permite la eutanasia activa, el hombre no tiene autonomía sobre su cuerpo. Según la halajá, el hombre (¿y la mujer?) no es dueño de su propio cuerpo. Dios es su dueño. El individuo que se suicida no puede ser sepultado regularmente, sino que será enterrado fuera del cementerio. Ni siquiera eso podemos decidir.

La medicina en Israel y en el mundo lucha constantemente en prolongar la vida de los seres humanos, lo cual en muchas ocasiones ha llevado a más y peores sufrimientos para el enfermo. Los enfermos terminales, ¿no tienen derecho acaso a elegir una muerte digna? ¿A pedir que alguien simplemente los desenchufe? Pero claro, la religión siempre habla de defender la vida a toda costa, a pesar del libre albedrio de ésta, nuestra humanidad enferma que sufre.

Los religiosos, judíos, católicos y budistas, aseguran que el cuerpo es el templo del espíritu, del alma. Está bien.

Aunque nadie ha podido comprobarlo. Muchos científicos, sin embargo, dicen que los cuerpos viejos son como los edificios en ruinas, que es mejor derribarlos y vender sus escombros, lo cual me recuerda un cuento de Oscar Wilde: “El príncipe feliz”, donde el alcalde de la ciudad, viendo el deterioro de la estatua del príncipe feliz, da orden de que sea retirada y fundida.

Pero volviendo a nuestro tema, ¿quién decide qué mantener y hasta cuándo y qué edificio derribar? Y no solo eso, sino ¿quién tiene los derechos éticos, morales y comerciales sobre las partes del paciente amputadas, o todo lo que queda del cuerpo humano después de muerto? Estos miembros y órganos amputados se han convertido, como todo en estos días, en un artículo de mercado. Costosos. De haber estado los nazis vivos en estos tiempos, hubieran cotizado sus producciones de jabón por ejemplo, a un precio muy elevado.

En nuestros días ya nada es sagrado. Ni siquiera el cuerpo humano. Hay países en que la situación económica es tan mala, que antes que curar a un diabético es más fácil amputarle una pierna o un brazo… pero… ¿y la resurrección de la carne? ¿Qué pasará el día del Juicio Final? ¿Cómo podrá el cuerpo mutilado levantarse y andar?

Hay preguntas que es mejor no hacerlas.