En la declaración de fines establecida por la UNESCO en su manifiesto fundacional de noviembre de 1945 -apenas seis meses después de finalizada la Segunda Guerra Mundial-, la novel institución asumiría como uno de sus principales cometidos construir pacífica convivencia entre los pueblos a través de la incentivación de la educación, la ciencia y la cultura.
En tal sentido, su plan programático partiría de la siguiente premisa: “(…) puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz (…)” (UNESCO, 2014, p. 7).

JORGE SCHNEIDERMANN

Ostensiblemente apartadas de dicho espíritu, resoluciones como las adoptadas en los últimos meses no sólo avalan una arbitraria y tendenciosa deslegitimación de los irrefutables e indisolubles vínculos históricos, culturales y espirituales que unen al judaísmo con el Monte del Templo y la Tumba de los Patriarcas; también evidencian la futilidad y deriva ética de una organización cada vez más apartada de las matrices deontológicas consagradas en su carta constitucional.

Esta burda trivialización de la historia patrocinada por la UNESCO, y trasuntada en pronunciamientos de vergonzante inconsistencia argumentativa, denuncia palmariamente la flagrante y desembozada politización que hoy por hoy afecta y ensombrece su gestión.

¿Qué clase de garantías ofrecen comisiones constituidas por países mayoritariamente identificados o alineados con los intereses de una de las partes?

¿Dónde se asientan en este caso los elementales principios de ecuanimidad, transparencia y objetividad garantizadores de un arbitraje justo?

Ahora bien. Retrotraigámonos veinte siglos y detengámonos en algunos episodios que marcaron a fuego -literal y simbólicamente- los destinos de Judea y su capital, Jerusalén.

El Coliseo de Roma, monumental ícono de la arquitectura antigua (declarado bien patrimonial de la humanidad por la UNESCO en 1980), y cuyos restos aún revelan la funcionalidad y magnificencia de su diseño constructivo, comenzó a edificarse a instancias del emperador Vespasiano en el año 72 D.C, siendo inaugurado ocho años después por su hijo y sucesor Tito Flavio (Canal de Historia, s.f).

Vale consignar que los recursos destinados a su construcción no provinieron precisamente de los aportes de los contribuyentes locales, sino de los saqueos perpetrados por las fuerzas comandadas por el propio Tito en el año 70 D.C, durante el sanguinario asedio a Jerusalén que culminaría con la destrucción del Segundo Templo (Dubnow, 1977).

Muchos de los judíos capturados tras las refriegas serían trasladados a Roma y utilizados como mano de obra esclava durante el desarrollo de las obras. A modo de pétreo testimonio de la victoria romana en lo que dio en llamarse “La primera guerra judeo-romana”, aún se conservan Imágenes alusivas esculpidas sobre el Arco erigido en homenaje a Tito en el siglo I (Cob, 2014).

Para quienes entienden que la proyección espiritual de Jerusalén nace con el Islam, precisemos que el Segundo Templo (construido sobre las ruinas del Templo de Salomón), se hallaba emplazado en el predio sobre el cual recién en el 710 D.C, o sea 640 años después de su devastación, se levantaría la mezquita de Al-Aqsa.

Seis décadas después del arrasamiento de la ciudad de David, la provincia de Judea sería rebautizada por el emperador Adriano como Siria-Palestina, denominación no vinculante a lo que se entiende hoy por pueblo palestino, e impuesta a los efectos de borrar todo vestigio de presencia judía en la región. También se sustituiría el nombre de Jerusalén por el de Aelia Capitolina (Vidart, 2017).

Como se desprende de este recuento, los números no mienten. Un simple abordaje secuencial de dichos acontecimientos bastaría para no incurrir en vulgares transfiguraciones de la realidad. La entrañable relación forjada a través de milenios entre el pueblo judío y su tierra es altamente refractaria a cualquier dictamen artificioso.

¡Vaya osado intento de hacer desaparecer de los mapas de la memoria hechos y lugares tan inextricablemente ligados a las matrices culturales y espirituales de la civilización judeo-cristiana!

Que las Naciones sean Unidas…

Apartémonos por un instante de la UNESCO y hagamos un breve recorrido por el resto del entramado organizacional de la ONU. Recalemos inicialmente en el CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL, entidad que en abril del corriente año determinó la incorporación de Arabia Saudita como miembro secundario de la Comisión Jurídica y Social de la Mujer, cargo que asumirá a partir del año próximo por el lapso de cuatro años. La designación de dicho país como miembro de un foro abocado a defender los derechos de las mujeres, habida cuenta del sometimiento que padecen millones de ciudadanas sauditas inhibidas de votar u obtener una licencia para conducir, resulta irreductible a toda lógica (El País, 2017).

A buenos entendedores, pocas palabras…

En otro orden, ¿qué decir de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura), siempre preocupándose pero jamás ocupándose de la pobreza mundial?

En tanto sus solemnes convenciones se suceden una tras otra, medio mundo sigue debatiéndose entre el hambre y la desnutrición, mientras la otra mitad lo hace entre el sobrepeso y la obesidad.

Concomitantemente, las economías sumergidas sufren cada vez más las consecuencias de implacables políticas aislacionistas y proteccionistas implementadas por los principales bloques y naciones del mundo desarrollado.

¿Y qué rol desempeña la PNUMA (Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente)?

Mientras las potencias centrales continúan transgrediendo impunemente los protocolos de prevención del calentamiento planetario, sólo atina a emitir tibios e infructuosos apercibimientos pour la galerie.

La indiscriminada tala de árboles, la contaminación de las napas friáticas, el uso abusivo de agro-tóxicos, la minería a cielo abierto, el enterramiento de desechos radioactivos y el vertido de chatarra tecnológica en mares y océanos, ya no son prácticas aisladas consumadas en las sombras por furtivos expoliadores de riquezas naturales. Al parecer, ningún tribunal internacional está dispuesto a juzgar y sancionar a los responsables…

Como ocurriera en 1994 cuando cerca de 1,000.000 de ciudadanos tutsis perecieran aniquilados en Ruanda ante los ojos de un mundo indolente, en nuestros días la guerra civil en Siria viene cobrando cientos de miles de vidas y apropiándose de las esperanzas de quienes aún no han podido escapar de la barbarie. Frente a una ONU inoperante, cuyos esfuerzos -como de costumbre- no logran trascender un ápice el mero plano declarativo, esta nación ha devenido inexorablemente en trampa mortal para su gente y en feraz territorio para los intereses estratégicos de quienes directa o indirectamente se disputan la hegemonía regional.

En otro orden, pocos suelen reparar en el olvidado pueblo kurdo, diseminado por distintas zonas de Irak, Irán, Siria y Turquía. ¿Acaso alguien se hace eco de sus legítimas reivindicaciones independentistas? Son tan válidas como las del pueblo palestino, pero muy poco funcionales a los intereses de quienes mueven discrecionalmente las piezas del ajedrez geopolítico internacional.

¿Es novedad que parte de África sigue siendo escenario de letales enfrentamientos inter-étnicos, hambrunas y flagelos sanitarios? Los desgarradores llantos de millares de mártires del hambre y la pobreza que sucumbieron en Biafra y Etiopía -durante los 60 y los 80 respectivamente-, aún resuenan en la conciencia de quienes pudiendo, poco y nada hicieron.

Asimismo, en una época plagada de enfrentamientos y litigios irresueltos, para las grandes cadenas mediáticas y los intereses que representan, no suele existir mayor foco de atención que el conflicto israelí-palestino.

En tiempos de vertiginosa circulación de la información, escasa difusión alcanzan por ejemplo noticias referidas a la permanente e incondicional participación de rescatistas israelíes en zonas afectadas por desastres naturales y actos terroristas. Tampoco se menciona la usual prestación de servicios médicos a líderes palestinos y sus familias en instituciones médicas de alta especialización.

Muy pocos medios se hacen eco de posturas reconciliatorias provenientes del propio mundo árabe. Tal ha sido el caso de una entrevista publicada en 2014 en que el experto hermeneuta del Corán, el Jeque jordano Ahmad Adwan presentó sendos estudios de la preceptiva coránica confirmatorios de las potestades del pueblo judío sobre su tierra ancestral. Según este respetado erudito musulmán, del Sura 5, versículo 21 -conocido como el Sura de la Mesa- se infiere que: “Allah ha asignado la Tierra Santa a los hijos de Israel hasta el día del juicio” (Jews News, 2014, s/p), en tanto que en el Sura 26 (Sura de los poetas), versículo 59, se expresa: “Hicimos los Hijos de Israel los herederos de la tierra” (Jews News, 2014, s.p.).

Criticar, boicotear o sancionar a Israel es sencillo e inocuo. Depositar todo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, casi una tradición.
Independientemente del cuestionable posicionamiento de su gobierno en materia de política exterior -el cual últimamente ha dado más en la herradura que en el clavo-, Israel sigue siendo el único baluarte democrático de la región.

Allí, ningún periodista nacional o extranjero ve coartado su derecho a la libre expresión por más acerbas y punzantes que sean sus críticas hacia los estamentos políticos o religiosos. Procure alguien hacerlo en un medio de Riad, Teherán o Damasco. Probablemente termine azotado, excomulgado y/o encarcelado.

Desde el amanecer de los procesos emancipatorios que dieron origen al moderno Estado judío, el debate y el disenso han sido instancias vertebradoras de la dinámica convivencial israelí. Los trabajadores se agrupan en torno a una Central Obrera (Histadrut) sin parangón en la región, que congrega sin exclusiones a trabajadores judíos, cristianos y musulmanes. Lo mismo ocurre en el área previsional y los servicios de salud.

En muchos estados meso-orientales aún perviven normas laborales de impiadosa inspiración feudal y esclavista cuyo rigor es sufrido fundamentalmente por inmigrantes provenientes de los países musulmanes más pobres. Expuestos a condiciones climáticas extremas, y míseramente remunerados, son quienes construyen ciudades futuristas y mega-emprendimientos para las elites petroleras del Golfo, las mismas que luego son compensadas con sitiales de privilegio en las comisiones de las Naciones Unidas afectadas al tratamiento de los Derechos Humanos.

Se trata de los mismos que desde sus palacios alientan la socavación de las mentes y los corazones de generaciones de niños y jóvenes mediante la inculcación de dogmas sacralizadores de la guerra y el otricidio.

Fiel heredera de la tradición burocrática y demagógica de la Liga de las Naciones, más que magros han sido los resultados arrojados por los oficios mediadores de la ONU en Medio Oriente.

En efecto, la historia reciente revela que pronunciamientos como los realizados en torno a Jerusalén y Hebrón, jamás han logrado ni lograrán otro resultado que dividir aún más las aguas, exacerbar los radicalismos existentes en ambas orillas del conflicto, y ahondar las brechas por donde se han escurrido a través del tiempo infinidad de fallidos intentos de pacificación.

Mientras fundamentalismos apátridas germinados en la demonización y negación del Otro continúan carcomiendo a la humanidad desde sus entrañas, la historia, huérfana de certezas, titubeante y a tientas entre la cerrazón ética y la penumbra moral, sigue su marcha.

Sepultados los grandes relatos bajo los escombros de sus propias inconsistencias; muertas las utopías y relevados sus dioses, no se vislumbra en el horizonte -para mal de muchos y bien de pocos- destello alguno de esperanza que avente los oscuros nubarrones que se ciernen sobre el firmamento de este cada vez más deshumanizado y discepoliano cambalache global.

 

El Licenciado Jorge Schneidermann (egresado de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República en 1990) se desempeña como Psicólogo Clínico. Ejerció la docencia en dicha casa de estudios en las Cátedras de Historia de la Universidad y la Psicología en el Uruguay, Psicopatología y Psicología Evolutiva, entre 1990 y 2004, así como en otros Centros de Formación Terciaria. Fue Director del área de Psicogerontología de ALAPP Uruguay (Asociación Latinoamericana de Psicogeriatría y Psicogerontología) entre los años 2006 y 2010. Es ensayista y columnista de diversas publicaciones nacionales e internacionales.

 

 

Bibliografía

Canal de Historia (s.f). Judíos esclavos construyeron el Coliseo de Roma

. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=cRk1V3390rA

Cob, A. (22 de noviembre de 2014). Comentario del Arco de Tito [texto]. Recuperado de https://anacob3.blogspot.com.uy/2013/10/obras-conmemorativas-romanas-arco-de.html

Dion, C. (2004). Historia Romana. Obra completa. Madrid: Gredos.

Dubnow, S. (1977). La destrucción de Jerusalén. En Manual de la historia judía. Buenos Aires: Sigal.

El País (2017). Arabia Saudí, uno de los países más machistas del mundo, en el Consejo de Mujeres de la ONU. Recuperado de https://elpais.com/internacional/2017/04/25/mundo_global/1493123964_739798.html

Jews News (15 de Agosto de 2014). There is no “Palestine” in the Koran. Allah gave Israel to the Jews. Recuperado de https://www.jewsnews.co.il/2014/08/15/jordanian-sheikh-there-is-no-palestine-in-the-koran-allah-gave-israel-to-the-jews/

Roldán, J. (1989). El Imperio romano. Madrid: Ediciones Cátedra.

UNESCO (2014). Constitución de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Recuperado de: https://unesdoc.unesco.org/images/0022/002269/226924s.pdf#page=7

Vidart, D. (26 de junio de 2017). ¿Los palestinos en la historia quienes fueron? [Primera clase de curso a distancia Mensuario Identidad].

 

 

Fuente:mensuarioidentidad.com.uy