Enlace Judío México – ROBIN WRIGHT

Después del ataque de Barcelona y de la decisión de EE.UU. de mandar más tropas para combatir a los talibanes, me he comenzando a preguntar cómo termina el terrorismo, o cómo evolucionan los grupos militantes.

El reciente espasmo de terrorismo internacional, una vieja táctica de guerra, a veces se rastrea con la carta enviada desde Nueva York por el grupo anti-Castrista El Poder Cubano, que explotó en una oficina postal de La Habana el 9 de enero de 1969. Cinco personas fueron heridas de gravedad. Desde entonces, al menos 400 personas han muerto en ataques terroristas a nivel mundial, en aeroplanos y trenes, centros comerciales, escuelas, embajadas, cines, departamentos, oficinas de gobierno y negocios, de acuerdo al Consorcio Nacional para el Estudio del Terrorismo y las Respuestas al Terrorismo. El más mortal continua siendo el ataque del 11 de septiembre, hace 16 años esta semana, que mató a casi 3 mil personas y que terminó por convertirse en lo que ha sido la guerra más larga de EE.UU.

He cubierto decenas de estos ataques terroristas en 4 continentes por casi medio siglo. Después del ataque de Barcelona y de la decisión de EE.UU. de mandar más tropas para combatir a los talibanes, me he comenzando a preguntar cómo termina el terrorismo, o cómo evolucionan los grupos militantes. En su estudio fundamental de más de 450 grupos terroristas, Audrey Kurth Cronin encontró que la vida en promedio de un movimiento extremistas es de cerca de 8 años. El Poder Cubano llevó a cabo más ataques, pero al final no duro ni un año.

También fui testigo de las transiciones que nunca pensé que ocurrirían. Entreviste a Yaser Arafat muchas veces cuando los Estados Unidos lo consideraron un notorio terrorista. Era un barrigón diminuto, no más de 1.50 m., con una vena egoísta. Siempre usaba uniformes monótonos, cuidadosamente planchados y una kuffiya cuadriculada para ocultar su calvicie. Estaba conectado, directa o indirectamente, con secuestros de aviones, bombazos, tomas de rehenes y más. Israel pensaba que Arafat había sido derrotado después de la invasión de Líbano en 1982. Vi desde Beirut como el jefe de la Organización de Liberación Palestina y sus soldados partían hacía sus nuevos cuarteles en Túnez, 50 kilómetros lejos del frente de batalla.

Once años después, estaba en Washington cuando Arafat e Itzjak Rabin firmaron los tratados de Oslo en 1993. Ambos compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1994. El presidente Bill Clinton recibió a Arafat más que a cualquier otro jefe de estado. Volé al lado de 4 secretarios de Estado para ver a Arafat, para discutir los siguientes pasos para una paz duradera en la Autoridad Palestina. Un cuarto de siglo después, eso se ha acabado. Pero comenzó.

Aproximándose el aniversario del 11 de septiembre, me acerqué a 8 expertos en terrorismo que han estudiado el fenómeno en la CIA, el FBI, el Consejo de Seguridad Nacional, el Departamento de Estado, la Corporación Rand y la academia. Identificaron 6 maneras en que el terrorismo evoluciona, se diluye o muere, y bajo qué ciertas condiciones tiene éxito.

Menos del 5% de los grupos terroristas tienen éxito total, me contó Cronin. Entre los más notables fue el Irgun. El grupo judío atacó las oficinas coloniales en Palestina y los sitios diplomáticos fuera de ella, así como objetivos árabes locales. El ataque más famoso fue en 1946, cuando los miembros, vestidos como meseros, plantaron una bomba escondida en latas de leche en los cuarteles británicos en el Hotel Rey David de Jerusalén. Noventa y uno fueron asesinados. El grupo era liderado por Menájem Beguín. Dos años después, el Irgun logró su objetivo cuando las tropas británicas salieron y el Estado de Israel se fundó. Tres décadas después, Beguín, entonces Primer Ministro, compartió el Premio Nobel de la Paz por su distensión con Egipto.

Otro caso fue en Sudáfrica. En 1961, Nelson Mandela fundó el grupo armado del Congreso Nacional Africano. Su primer ataque fueron 5 bombas en las instalaciones del gobierno el mismo día, en Johannesburgo, Durban y Puerto Elizabeth. Mandela fue arrestado y sentenciado de por vida por sabotaje. Décadas más tarde, mientras el apartheid se debatía, el gobierno minoritario blanco cedió.

Los grupos extremistas tienden más a tener éxito cuando sus objetivos son limitados o alcanzables, “como la independencia, un rol en el gobierno o un pedazo de territorio”, me dijo Richard Clarke, coordinador nacional de contra terrorismo bajo Clinton y George Bush. “Si un grupo puede incrementar el dolor a los que toman las decisiones, estos se darán por vencidos. Eso fue verdad en muchos movimientos de independencia, incluido el norteamericano”.

“Entonces se van con todo” añade Clarke. “Intercambian su radicalismo para volverse un gobierno que no se salga de lo que hacen todos los demás gobiernos en el mundo”.

De manera más común, cerca del 18% de los movimientos terroristas terminan por negociar para obtener sus logros. “Estos son los grupos que más viven. Su tiempo de vida es de alrededor de 20 a 25 años”, me dijo Cronin. “Usualmente, las pláticas se vuelven largas. Toman años y algún nivel de violencia bajo continúa”, dice. “Pero rara vez terminan por fallar”.

La OLP negoció. Este verano, las guerrillas de las FARC de Colombia terminaron medio siglo de secuestros y asesinatos en un histórico acuerdo de paz. El Ejército Irlandés Republicano Provisional de Irlanda del Norte era un partido del Acuerdo de Viernes Santo de 1998. Atacó a distritos financieros de Londres en 1993; a la residencia del Primer Ministro británico en 1991; y al hotel donde el partido de Margaret Tatcher se reunía en 1984. Hoy, Sinn Féin (el ala política del Ejército Irlandés) es el partido más popular de Irlanda del Norte, señala Bruce Hoffman, autor de “Dentro del terrorismo”. “Los líderes del moderado partido católico (el Partido Social Demócrata Laborista) ganaron el Premio Nobel de la Paz, pero es Sinn Féin el que es elegido ahora”.

Las negociaciones responden a otros factores. La OLP, las FARC o el IRA fueron debilitados por campañas militares en su contra y un momento de declive. Israel, Colombia y Gran Bretaña, en cambio, cambiaron el curso de las cosas mientras el costo subía en décadas y el apoyo público bajaba.

Cuando grupos extremistas se salen de las negociaciones (lo que pasa un 10% de las veces) son aplastados. Los Tigres Tamil de Sri Lanka fueron pioneros en el uso de chalecos explosivos. Fue el único grupo terrorista que logró asesinar a dos líderes mundiales: Rajiv Gandhi de la India en 1991, y al presidente de Sri Lanka, Ranasinghe Premadasa en 1993. En su pico, controló zonas estratégicas del país. Pero años de pláticas de paz esporádicas se rompieron en 2006. En 2009, el ejército de Sri Lanka aplastó a los Tigres en una ofensiva feroz.

Un tercer patrón es la “re orientación” terrorista, cuando los grupos alteran tácticas, a veces incluso ingresando a la política. Viví en Beirut cuando los precursores embriónicos de Hezbolá lanzó su primer ataque suicida en contra de la Embajada de EE.UU. en 1983. Después del ataque, el edificio de 7 piso, que estaba bajando la ladera desde mi oficina, parecía una casa de muñecas con su fachada volada. Sesenta y cuatro personas murieron, incluyendo algunos de mis amigos. Seis meses después, un atacante condujo un camión Mercedes Benz a los cuarteles de la misión de paz de la Marina de EE.UU. en Líbano. 241 marinos murieron en el caso de mayor pérdida de vidas humanas en la vida militar de EE.UU. en un solo incidente desde la Segunda Guerra Mundial. Aún recuerdo el sonido de la bomba despertándome en una fragante mañana de octubre, y viendo por semana mientras los cuerpos de mis compatriotas eran recuperados de los escombros.

Una década después, Hezbolá emergió desde lo clandestino hasta el Parlamento, construyó una red de servicios sociales y expandió su apoyo al máximo. Hoy tiene curules en el Parlamento, posiciones en el gabinete de gobierno, una alianza con el presidente de Líbano y la fuerza más grande después del ejército, así como hospitales, escuelas y agencias de seguridad social. Pasé bastantes horas entrevistando a su líder, Hassan Nasrallah en 2006 y su segundo el pasado octubre. Y aún, Hezbolá sigue llamando por la destrucción de Israel. Los EE.UU. lo consideran uno de los grupos terroristas más peligrosos.

“Hezbolá no gobierna Líbano, pero lo controla. El mensaje es que el terrorismo paga. Se traslada en poder”, me dijo Hoffman.

Cronin añadió, “este es el patrón menos satisfactorio”.

El cuarto camino es la represión estatal, la reacción más instintiva. Esto funcionó contra los Tupamaros en el Uruguay de los años 70. Pero los resultados a veces producen destrucción masiva, consecuencias no intencionadas y mutaciones. La campaña de Rusia en contra de extremistas chechenos hicieron inhabitables a varias zonas de Grozny, y los militantes chechenos se movieron a otro lugar. Desde 2014, miles de chechenos se unieron a ISIS en Siria e Iraq.

“La represión militar usualmente es un tiro por la culata”, me dijo Jessica Stern, coautora de “ISIS: Estado de Terror”, quien fue parte del personal de Seguridad Nacional en la administración Clinton. “Incluso cuando ven el final, se siguen fusionando, dividiéndose, renombrándose. Cuando un grupo particular es prohibido o derrotado en un área, probablemente aparezca bajo otro nuevo disfraz, bajo un nuevo nombre”.

Otros movimientos terroristas colapsan cuando se disuelven las dinámicas políticas nacionales e internacionales que los alimentan. “O implotan, se agotan, colapsan, o pierden su apoyo popular y terminan sin resultados”, dice Cronin. “Pueden sucumbir a las luchas internas, desacuerdos ideológicos, disputas sobre tácticas u otros tipos de disentimiento interno”, incluido el fratricidio.

Los extremistas de extrema derecha nunca fueron capaces de sustentarse a sí mismos, dijo Hoffman. “Hicieron mucho ruido, pero no tuvieron ningún mensaje ni cohesión. Y no obtuvieron el apoyo que cada grupo terrorista necesita de patrocinadores estatales o facilitadores”.

Terroristas marxistas y de izquierda en Europa, como las Brigadas Rojas de Italia, la Banda Baader Meinhof en Alemania, o Action Directe en Francia, produjeron grandes titulares en los años 70 y 80.Trataban de derrocar a los gobiernos capitalistas. En 1978, las Brigadas Rojas secuestraron al ex Primer Ministro italiano, Aldo Moro, después de matar a 5 de sus guardaespaldas. Los grupos mantuvieron rehén a Moro por 54 días y cuando el gobierno se negó a liberar a prisioneros políticos, lo pusieron en una cajuela, lo cubrieron con una manta y lo balearon 11 veces. En 1981, secuestraron de su departamento en Verona al general brigadier de EE.UU, James L. Dozier, un alto oficial de la OTAN. Fue rescatado 42 días después.

“Los caprichosos grupos europeos de los años 80 tenían una causa política y ejercían la violencia. Pero eran más grupos de culto, que terroristas”, dijo Clarke. “Nunca tuvieron una oportunidad de alcanzar el éxito. Lo que pasa con el culto es que los líderes son arrestados, otros se van o simplemente ya no les interesa. Los grupos se vuelven tan desacreditados como tontos que ya no tienen seguidores”.

El colapso de la URSS fue su talón de Aquiles. “Se enfrentaron a una convergencia total de factores fatales”, dijo Hoffman. “La ciudadela que adoraban ya no existía, por lo que ya no había razón para sostener sus movimientos. Con el fin de la Guerra Fría, no tenían ya mensaje”.

Como ha pasado por milenios, añade Hoffman, “el mundo cambia, y los grupos se vuelven irrelevantes”.

Finalmente, la terminación de los líderes (ya sean capturados o asesinados) puede desinflar o finalizar a los movimientos. Por decenas de años, Sendero Luminoso aterrorizó el Perú. Atacó ministerios del gobierno, asesinó políticos e incluso masacró a campesinos, su base poblacional. Colapsó después de la captura de su líder en 1992, Abimael Guzmán, en una disco de Lima. El Aum Shinrikyo de Japón, que fue responsable del ataque químico en el metro de Tokio en 1995, se fue en declive después de que su fundador Shoko Asahara fue arrestado en 2004 y sentenciado a muerte. Alguna vez tuvo 11 mil miembros en 36 ramales y oficinas a lo largo del mundo, incluido Manhattan.

“La decapitación no es una bala de plata”, advierte Cronin. “A veces es contraproducente y crea a un mártir que puede movilizar a la opinión pública”. El asesinato de Osama Bin Laden en 2011 hirió a Al-Qaeda, a pesar de que sus 5 afiliaciones siguen siendo una amenaza mortal en el Norte de África, Siria y la Península Arábiga.

¿Qué patrón debería aplicarse para ISIS y los talibanes? “Creo confiadamente que esas lecciones no aplican a los grupos que hoy enfrentamos”, dice Brian Jenkins, autor de “¿Los terroristas usaran armas nucleares?”. “Estamos lidiando con adversarios que táctica y organizativa y estratégicamente han tenido el mismo monto de pensamiento terrorista que tenemos. Ellos han adaptado, y, como consecuencia, muchos han sobrevivido. La idea de acabar con el terrorismo parece más compleja de lo que parecía en los años 70”.

Como asistente del director del FBI, Oliver (Buck) Revel encabezó la oficina del programo de contra terrorismo por años. En 1987, llevó a cabo la Operación Goldenrod, un programa de la Marina, la CIA y el FBI para capturar a un secuestrados libanés. Era la primera captura de un terrorista extranjero fuera del país. Seguí el juicio de Fawaz Younis, quien fue sentenciado en una corte de Washington en 3 de los 6 cargos de secuestro y sentenciado a 30 años de prisión. Lo entrevisté después de su condena. Estuvo 16 años en prisión y después regresó a Líbano. Por 30 años, Revel ha seguido el camino de cómo los grupos terroristas acaban o se desangran.

“Como hemos visto en Afganistán, es difícil desangrarlos“, me dijo. “Continúan creciendo cuando no pueden resolver las cuestiones subyacentes. Pero lo que quieren es totalmente inconsistente con los valores occidentales. ¿Cómo puedes voltear y negociar con un grupo que se enfrasca en atrocidades? Por ello, ¿acaso matarlos es la única opción? No lo sé. Pero mientras subyugues al resto de la sociedad, habrá fricción que resultará en terrorismo y luego, en guerra.

“Es un misterio”, dice Revel. “Como norteamericanos, nos gusta pensar que no hay nada que no se solucione. Pero es ingenuo pensar que seremos capaces de erradicar todas las causas que producen violencia”.

Fuente: The New Yorker